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Mar Coll: "Con la censura del cartel de la película se evidencia que la sociedad va muy por delante de los protocolos"

La directora presenta 'Salve Maria', una película que estruja las ideas de los vínculos imposibles de romper entre madres e hijos

Àlex Montoya
Escrito por
Àlex Montoya
Editor de cine
Mar Coll
Foto: Mar Coll
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"La película refleja la importancia de cambiar los relatos", dice la cineasta Mar Coll (Barcelona, ​​1981) en un momento de nuestro encuentro. Y sigue: “No inventamos nada, sino que recuperamos ideas sobre la maternidad que han sido minoritarias, periféricas, pero importantes porque han abierto puertas. Y en una de las frases que citamos, Susan Suleiman dice que las madres no escriben, que están escritas. Justamente explica que hasta ahora estos relatos no han estado en manos de las mujeres, no han estado en manos de las madres”. La nueva película de Coll, por tanto, reclama el poder del discurso, y, con la complicidad de su habitual coguionista Valentina Viso, ofrece una mirada a la maternidad que escapa de la norma.

'Salve Maria' cuenta la historia de una mujer que siente una inmensa angustia, un pánico terrible, una desorientación profunda, una tremenda culpa, debido a una inexplicable desafección hacia su bebé. Más aún: cuando conoce el caso de una madre que ha ahogado en la bañera a sus hijos pequeños, María se obsesiona hasta el punto de empezar a fantasear con la idea del infanticidio. El punto de partida, un intenso drama que estruja las ideas de los vínculos imposibles de romper entre madres e hijos, toma enseguida aires de thriller psicológico y de terror cotidiano. Porque, más allá de su poderoso mensaje, Salve Maria es también una película juguetona, que recuerda las pesadillas del mejor Polanski. Y cuenta con una actriz que es todo un descubrimiento para quienes no sean habituales espectadores de teatro: apuntad el nombre de Laura Weissmahr, ya se ha llevado premio a la Seminci de Valladolid y no será el primer galardón que recoja por su impactante interpretación en este filme.

“Es una película honesta, algo salvaje, visceral, espero que trepidante a veces... sobre la parte más oscura de la maternidad”, nos dice una Mar Coll que debutó detrás de las cámaras con la fundacional 'Tres días con la familia' (2009), que rodó también 'Todos queremos lo mejor para ella' (2013) y la serie 'Matar al padre' (2018), y que se apuntó al proyecto de Aina Clotet firmando capítulos de 'Això no és Suècia' (2023).

'Salve Maria' apunta a las partes más oscuras de la maternidad, que hasta hace relativamente poco eran tabú, porque su romantización no permitía mirarlas...

Sí, es verdad que ahora es un tema que está sobre la mesa, que se está cuestionando el relato tradicional en el que la madre ama incondicionalmente a su hijo de una forma plena desde el principio, con una vinculación total, siendo el momento culminante de la vida de cualquier mujer. Esto ya está sobrepasado. Nosotros quizás hemos escogido la figura más incómoda de todas estas maternidades disfuncionales o diferentes, que es la figura de la madre arrepentida, que sigue generando rechazo y una incomodidad que puedo entender. Partíamos de esa incomodidad a la hora de escribir, pero nosotros no hemos querido hacer una película discursiva, y por eso nos hemos decantado hacia el género. Queríamos que Salve Maria fuera una experiencia: una película que no fuera analítica, ni distante, y que, en cualquier caso, la reflexión llegara después de ver la película, que es, simplemente, una experiencia visceral.

Había el peligro de no conectar, de no sentir ninguna empatía hacia la protagonista. ¿Cómo lo trabajasteis?

Éramos muy conscientes de ese peligro, de que la protagonista generara rechazo, porque evidentemente un bebé desprotegido, inocente, necesita la protección de su madre y parece que si esto no sucede, es ir contra naturaleza. Y pensando en lo delicado que era el tema, y ​​en lo difícil que podía ser generar esta empatía, escogimos justamente no hacer una película distante, sino apostar por la proximidad con el personaje. Es una película con un punto de vista completamente subjetivo. Siempre estás enganchada con elementos como son el lenguaje visual, pero también la música, por ejemplo, que ayuda mucho a meternos en la cabeza de la protagonista. Siempre estamos viviendo las cosas a partir de sus sentidos, de sus emociones. Y la verdad es que era un reto, pero creo que el personaje conmueve, y en este sentido estamos contentas.

Es un thriller psicológico, con momentos de terror, pero dentro de un universo completamente cotidiano

Adaptáis la novela 'Las madres no', de Katixa Agirre. ¿Qué os interpeló tanto del libro, tanto a ti como a Valentina Viso? ¿De qué manera vuestra propia experiencia como madres os empujaba a hacer esta película?

Valentina ya tenía dos hijas y yo era madre de un bebé, y habíamos hablado mucho sobre el tema. Porque cuando tienes niños pequeños realmente todas las conversaciones giran en torno a tus hijos, tu vida está focalizada en esto. Entonces recibimos la novela y pensamos que, seguramente porque era un tema tan personal, era una buena idea partir de un material con el que conectáramos, pero que fuera ajeno, también para hacer una película diferente, huyendo de la autoficción, huyendo del naturalismo, y probando otros caminos para ver hacia dónde nos llevaban. De la novela nos gustaba el tema del género, el reto de contar una historia con elementos o con mecanismos diferentes, que pudieran motivarnos como creadoras. Porque al final el cine tiene mucho que ver con el placer de realizar películas. Y lo encontrábamos con ese punto de partida que nos llevaba al thriller. Sin olvidar la implicación personal con el tema, porque siempre hemos pensado que es muy difícil interesar a alguien si no estás interesado por algo, hacer reír si no te hace reír, emocionar si tú no te emocionas con algo. La maternidad era un tema que nos ha golpeado, conmovido, hecho pensar, desquiciado, y en este sentido son todas estas experiencias las que de alguna manera hemos transformado y puesto en la película.

'Salve Maria' es una peli juguetona...

La premisa era no contenerla. Yo vengo de hacer un cine muy contenido, y aquí queríamos hacer una película sobre la culpa y el miedo. Entonces queríamos hacer una película disparada, juguetona, desparramada. Queríamos intentar llevar las cosas lo más lejos que pudiéramos. Este juego con los códigos, de repente poner una música muy presente en una escena donde todo el mundo está aparentemente quieto, donde todo está pasando dentro del personaje... Por tanto, hay una disociación entre la música y las imágenes, a veces. Porque la película al final es un thriller psicológico, con momentos de terror, pero dentro de una atmósfera o un universo completamente cotidiano. Quiero decir que estamos hablando de pañales, de no dormir, de cosas que están en la vida de tantísima gente, pero las contamos como una película de terror. Y creo que es una película que los cinéfilos disfrutarán mucho.

Escogí a Laura Weissmahr porque fue un 'crush'. Yo le veía la cara y decía: es que aquí hay un túnel

¿Jugabas con referentes confesables?

Sí!! Como no veo películas de terror, porque me dan miedo... Siempre digo que mi pesadilla sería que me invitaran a hacer de jurado en el Festival de Sitges (ríe). Entonces mis referentes son muy ramplones: Hitchcock, y sobre todo Polanski, que tiene una serie de películas que me han fascinado por la capacidad de contar personajes con una percepción alterada de la realidad. Esto a mí me interesa y mucho, siempre. Y después, alguna película más actual: vimos, por ejemplo, a 'La hija oscura', de Maggie Gyllenhaal, que nos interesó mucho, porque también mezcla tonos y habla un poco del mismo tema. Supongo que también hay Haneke, hay muchos referentes que tenemos que no sabemos que están ahí, pero que simplemente están allí, porque forman parte de nuestra educación cinéfila y sentimental.

La oscuridad de la protagonista de 'Salve Maria' es muy concreta, pero creo que la película apela a las oscuridades que cualquiera pueda tener con respecto a cualquier tema personal.

Sí, sí, completamente. La película rebosa el tema de la maternidad porque en el fondo habla de la culpa, que es el gran tema. Y del monstruo que tenemos todos dentro, del miedo a no ser una buena persona, una persona moralmente aceptable, de la vergüenza, del estigma... Todo esto son temas que desbordan la maternidad.

¿Por qué escogiste a Laura Weissmahr?

La conocí después de verla en 'Falsestuff', una obra de teatro de unos amigos. Fuimos a cenar y me senté a su lado. En ese momento yo estaba inmersa en el proceso de casting, y la estuve observando. Y me enamoré un poco de su rostro. Buscábamos una persona algo mayor, y una actriz conocida, como es normal, porque ayuda mucho a financiar los proyectos, a llevarlos adelante, a generar interés. Sin embargo, la convoqué en el casting, e hizo una prueba donde vi claramente que había tenido un crash. A veces estas decisiones tienen mucho que ver con el deseo y el enamoramiento hacia una cara, hacia una persona a la que quieres filmar. Y me ocurrió con Laura. Hicimos muchas pruebas, porque era una apuesta personal que tuve que mantener. Y creo que, retrospectivamente, en la película se ve lo que yo vi: Laura tiene una mirada que sin hacer prácticamente nada transmite ya muchísimo. Hay como una grieta emocional, una fragilidad, esa cuestión irracional del personaje, que necesitábamos que estuviera de alguna manera en ella, y que no debiera construirse. Porque la película, además, no tiene mucho texto, y reposa mucho sobre ese rostro, sobre esos ojos. Yo le veía la cara y decía: es que aquí hay un túnel, una oscuridad, que está muy en la superficie. Y eso me gustaba mucho de Laura. Ensayamos mucho y después, a la hora de rodar, ella se creció infinito, se implicó muchísimo, y lo dio todo. Ella diría que dejó atrás la parte racional y confió en su propia experiencia de una forma mucho más intuitiva.

¿Es cierto que se ha censurado el cartel?

Hicimos una propuesta de cartel en la que sale la protagonista con el pecho fuera de la camiseta, y con la leche que le sale del pecho, haciendo referencia a la maternidad. Y ha habido algunas redes sociales en las que no se ha podido publicitar. El cartel ha sido censurado también en la RENFE, y hemos tenido que ponerle una camiseta tapando el pecho. A mí me ha sorprendido mucho porque no entiendo exactamente en qué podría ser ofensivo. Y si lo es, es realmente hacia una minoría muy pequeña de gente. No sé, es que ni siquiera es un cartel que apele a la vulgaridad, y además tampoco debería ser importante. Quiero decir que, al final, la reflexión que hago es que, desde el asombro, pienso que la sociedad va muy por delante de estos protocolos o de estas normas que existen en estos espacios. Honestamente, creo que hay una distancia entre estas normas y esta censura y la sociedad en la que vivimos.

¿Por qué ha pasado tanto tiempo entre 'Tots volem el millor parell' y 'Salve Maria'? Has realizado tres películas en quince años...

Realmente yo no diferencio mucho entre mis proyectos con autoría, entre mi serie y las películas. Para mí son proyectos igual de personales, que me ocupan el mismo espacio, en el que deposito las mismas energías y que son igual de artísticas. Por tanto, como cineasta, el hecho de que sea televisión o que sea cine para mí es lo mismo. Contando a 'Matar al padre', serían cuatro en quince años, que ya baja un poco el ratio de trabajo de pelis por año.

No serías Woody Allen, tampoco...

No soy Woody Allen, nunca he querido serlo. Siempre he imaginado que mi actividad de cineasta debía compaginarla con mi actividad como persona, porque a veces el cine puede excluir la vida personal, la experiencia, justamente la maternidad, las amistades. Veo que son todas cosas por las que necesito espacio. También tengo amigos con vida personal y que hacen muchas películas, no sé cómo lo hacen. Seguramente porque lo mezclan todo. Estoy pensando, por ejemplo, en Jonás Trueba, que hace muchas películas en las que mezcla cosas de su vida. Pero para mí cada película es como un parto y me implico mucho. Son procesos muy desgastantes, también muy bonitos y estoy encantada de hacerlos, pero el ritmo que llevo es lo que tengo y lo que quiero. Es lo que me acomoda, como dicen los latinoamericanos. Es verdad que con Salve Maria tardé quizás dos años extras que tienen que ver con la pandemia y con la maternidad combinada, que hizo que todo fuera algo más complicado.

Llevamos años hablando del 'boom' de directoras catalanas, y todas coinciden en señalar 'Tres días con la familia' casi como el 'big bang' que lo inició todo. ¿Cómo lo recibes?

Bien, ahora, con mi grupo de amigos, hacemos la música de Jurassic Park cuando sale este tema (ríe). Soy el dinosaurio que viene antes de todas (vuelve a reír y hace el ruido de tiranosauros). Es como en la película, ¿no?, siempre hay mujeres de referencia. Yo, por ejemplo, me acuerdo mucho de ver a 'Hola, ¿estás sola?', de Icíar Bollaín. Y de pensar: quiero hacer una película así, fresca, joven, fácil, con cuatro duros, pequeña, sobre mi gente, ¿no? Era un lenguaje que me llegaba y me hablaba, seguramente porque era una mujer joven, y yo era un adolescente que quería hacer cine. Creo que lo que tenemos en común con estas cineastas es que hemos salido de una escuela de cine. Y, además, hablamos de una constelación de gente: ya no somos sólo cuatro perdidas, cada una desde su rincón, intentando convencer a un productor no sé cómo de no sé qué. Nosotros ya venimos con unos equipos, ya hemos hecho cortometrajes... Matriculándonos en la carrera ya teníamos la posibilidad de rodar un corto sin pelearnos, sin un productor que tenía que confiar en nosotros. Tú puedes hacer un corto porque te has inscrito en esta universidad. Por tanto, ya éramos directoras sin que nadie tuviera que escogernos. Y teníamos unos equipos. Por tanto, sí es cierto que, de estas nuevas hornadas de directoras, me siento de las primeras, pero porque soy un poco mayor y porque soy de las primeras generaciones de la ESCAC. Y me tocó a mí. Si no hubiera sido yo, habría sido la siguiente. Me han dicho de todo: la madre, la madrina... (ríe)

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