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Ganadora como mejor película catalana en el festival Docs 2024, 'Casa Reynal' cuenta la historia de una casa en Bellvís (Pla d'Urgell) y de una familia, los Casals. La directora, Laia Manresa ('Morir de dia', 'De nens', 'Más allá del espejo'), parte de la inminente venta de la casa familiar tras la muerte de la abuela para abrir armarios, cajones y recuerdos familiares, a menudo silenciados durante años. El documental, con una preciosa banda sonora de Albert Pla y Judit Farrés, es el documental del mes de enero y podrá verse en más de 50 salas de todo el país durante este mes.
'La casa', de Àlex Montoya; 'Casa en flames', de Dani De la Orden; 'Casa Reynal'... Parece que hay un boom inmobiliario en el cine. ¿Por qué crees que han coincidido estas películas?
Tienes razón, no lo había pensado. A veces pasa esto en el mundo de la expresión artística, que de repente surge como una estrella un tema tratado de diferentes maneras. No sabría decirte la razón. Quizás podríamos mirar la edad que tienen los realizadores y las realizadoras de estas obras. En mi caso, sí tengo un poco la sensación de que estoy en una edad, los 50, en la que miro hacia atrás y que, de alguna manera, para mí, esta película es el cierre de un círculo vital y la apertura de una nueva etapa. No sé si a ellos o ellas también les pasa algo similar.
¿Cuándo empezaste a pensar en hacer este proyecto? Porque grabaste a tu abuela mucho antes de hacer el resto del documental...
Sí, de hecho, el primer impulso fue hace muchos años, sería alrededor de 2009-2010, cuando mi hijo pequeño era muy pequeño. Tuve la intuición de que a mi abuela le quedaba poco tiempo de vida y sentí la necesidad de filmarla. En ese momento aún no pensaba en una película, pero sí que en algún momento de esa filmación doméstica había, detrás de todo, el sueño de hacer algo con su vida. Muy poco antes de que ella muriera, un día me llamó porque había encontrado en un armario de Cal Reynal, en Bellvís, unas películas de cine, y me dijo: "Mira, tengo esto aquí, no sé ni qué es". Fui, vi que eran películas de cine en 16 milímetros y las llevé a la Filmoteca. No las vi enseguida porque en aquella época tenía los niños pequeños.
¿Y cuándo las viste?
Cuatro, cinco o seis años después. Eso debió de ser en 2014, aproximadamente, y al mirar las películas descubrí que aparecía mi abuelo. Yo siempre digo que eso fue como el segundo impulso. Es decir, el primero fue filmar a la abuela con el sueño lejano de hacer algo con ello algún día, y [el segundo] ese visionado en la Filmoteca. Recuerdo estar junto a Rosa Saz y mi hermano en la moviola, porque eran películas en 16 milímetros, y, de repente, apareció mi abuelo en una parte muy pequeña de las películas, y fue como decir: "Ostras, ahora sí que tengo que hacer algo".
¿Cuando se lo explicaste a tu madre y a tu familia, que querías hacer este documental, cómo fue la reacción?
Es una pregunta súper interesante porque yo siempre lo expliqué desde el primer momento, pero nunca profundicé mucho, porque tampoco sabía, al principio, muy bien qué quería contar. Había un cierto pudor, no porque la película revele grandes secretos, sino porque hay una serie de temas que, imagino, deben ocurrir en todas las familias: cosas que no se hablan. En concreto, el hecho de dejar a mi madre en el pueblo; el accidente, lo que supuso para cada uno... Para mí, ese accidente es algo muy importante en mi vida, por la proximidad de la muerte de esas dos personas de la familia y mi nacimiento. Pero tampoco sabía si para los demás lo era tanto.
Había un cierto pudor, no porque la película revele grandes secretos, sino porque hay una serie de cosas que no se hablan
Al principio, la película empezó a avanzar poco a poco: haces el primer dossier, buscas productora... Y fue cuando hice unas entrevistas a mi familia –que finalmente no salieron en la película– que pude compartir conversaciones íntimas con cada uno: con mi padre, con mi madre y con mis dos hermanos. Ahí fue cuando la película tomó un impulso mucho mayor. En ese momento pude explicar claramente qué quería contar y, de repente, empezaron a llegar las ayudas económicas. Sentí que contaba con el apoyo de todos. Y, a partir de ese momento, todos se volcaron mucho y ha sido un proceso que yo he liderado, obviamente, pero siento que ha sido un proceso colectivo dentro de la familia. Sobre todo con mis padres y mis hermanos.
¿Cómo ha sido trabajar con tu familia, sobre todo con tu madre, que es como el hilo conductor del documental?
Aquí ocurrieron dos cosas. Al principio, quizá por este pudor inicial, no tenía muy claro que mis padres tuvieran que ser tan protagonistas. Pensaba que era algo más mío, más personal. Pero empecé a hacer unas pruebas de grabación para los primeros teasers, y en la primera escena con la que comienza la película —cuando mis padres observan el nido y se preguntan si han llegado o no las golondrinas—, es una escena que desde el principio tenía clara. Les pedí grabarla, pero más como una prueba de exploración. De repente, los vi allí hablando, de espaldas a la cámara, y con una de las directoras de fotografía, Lucía, nos miramos y dijimos: "¿Qué naturalidad, no?". Y entonces surgió la idea de que quizá era a través de ellos como se podía contar la historia. Y aquí se suma una segunda cosa que tampoco había visto al inicio: la fascinación que siempre he sentido al escuchar a mi madre, y también a mi abuela y a mi otra abuela paterna. Los relatos de mujeres, en mi caso, siempre me han encantado. Mi madre, para mí, es una narradora excelente —o al menos eso me parece a mí—. Tiene una forma de contar las cosas que es cautivadora, y este elemento narrativo ha terminado siendo fundamental para dar forma al documental.
No hay una mirada nostálgica hacia la casa. De hecho, se percibe un cierto distanciamiento...
Sí, para mí esta peli ha sido un reencuentro, no solo con esta casa, sino también con mis orígenes. Esta zona de Lleida, del Pla d’Urgell, pero también de las comarcas de Lleida en general, siento que es una zona de Cataluña poco mirada y, más bien, algo menospreciada. Yo siempre lo he sentido así. "Ay, ¿tú tienes casa allí, no? Si allí siempre hay niebla, es todo feo, ¿no? Siempre que vamos huele mal, a cerdo". Y yo siempre lo había asimilado un poco. Esa idea de que vengo de un lugar de segunda dentro de Cataluña, que no es la Cerdanya, no es el Empordà... Cuanto más leo y más hablo con gente, más veo que es un sentimiento compartido. A Lleida se la mira poco, se la ha mirado poco. Ahora mismo, quizás después de 'Alcarràs', se está empezando a poner el foco, y me alegro mucho. Me doy cuenta de que eso se junta, en mi caso, con un duelo que hay en mi infancia, que es lo que explico en la película.
El Pla d’Urgell es una zona de Cataluña poco mirada y algo menospreciada
Cuando yo nazco hay dos muertes muy importantes, pero es que unos años antes, muy cerca, hubo otras. Es una estela de muertes en muy pocos años. Cada vez que llegaba allí, sentía ese duelo, esa sensación de entrar en un lugar que me despertaba una herida. Para mí 'Casa Reynal' es como volver a revisitar eso, darme cuenta de qué pasaba, de qué me pasaba a mí allí, reconciliarme y, de alguna manera, rendir homenaje a esos orígenes, que son los míos y que ahora me gustan.
Los otros grandes protagonistas son el matrimonio Bonet. Tus abuelos trabajaban para ellos con una actitud de gratitud y fascinación, algo muy común en aquella época.
El hecho de tener material en 16 milímetros es, de alguna manera, la metáfora de mi historia: tengo material en 16 milímetros no porque mi familia sea burguesa o acomodada, porque mi familia es de origen humilde, sino porque fueron sirvientes de una familia acomodada y burguesa, que son quienes podían comprar una cámara para registrar esas imágenes. Por lo tanto, desde el principio tenía claro que esta historia debía aparecer. La historia de mi familia sin la historia de estos Bonet no sería la misma. Mi abuela se va al Pla d’Urgell por un tema económico. Se va a Barcelona porque ella es cabalera, no es la heredera. Igual que le pasó a mi padre, y, de alguna manera, este ascenso social lo consiguen mis abuelos a través de servir durante 60 años. Para mí es muy importante esta familia, porque es la cara B de la mía. Esas imágenes de cine, la vida burguesa, y el contraste con la mía, que son esas fotos en blanco y negro, minúsculas porque son de una cámara pequeñita.
Y la relación de tus abuelos llega hasta ti...
En un momento de la película lo explico: yo siempre me sentía algo incómoda delante de esos señores a los que a veces íbamos a visitar, especialmente a la señora. Entonces, hacer la peli también me ha servido para entender que, al final, cuando tú sirves, o cuando eres sirviente, de alguna manera también eres cómplice de la misma estructura que perpetúa esas clases sociales. En nombre de esa gratitud, de esa admiración hacia la gente rica, que siempre ha existido en mi familia, y que es lo que a mí me incomodaba: "Siempre me siento más pequeña al lado de esta gente, ¿pero por qué?". Esto también me ha servido para desactivar esa incomodidad. No es que no lo hubiera desactivado políticamente, pero sí para ver en mi origen algo que veía muy claro fuera. Es como aplicar a mi historia elementos de análisis social que nunca había aplicado.
Cuando tú sirves, de alguna manera también eres cómplice de la misma estructura que hace que se perpetúen estas clases sociales
La peli también ha sido la oportunidad de decir: yo vengo de aquí. Está claro que mi familia quería prosperar, y está claro que hubo un ascenso social porque mi familia sirvió a esta otra. Después también está el elemento de darme cuenta de que vengo de una migración interna. Y hacer también esta reflexión: mi abuelo era como la persona que viene de República Dominicana y pasea a un abuelo por el Paseo de Gracia. Creo que en Cataluña se ha explicado mucho la migración de los años 50 y 60, de Andalucía, de Extremadura... y esta migración interna no se ha explicado tanto. Quizás porque queda un poquito más lejos, no mucho, pero ha quedado algo relegada, ¿no?