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¿Y tú de qué cine eres?
Ligamos y relacionamos nuestra curiosa o vulgar vida a ciertas personas imprescindibles, a determinadas circunstancias profesionales o íntimas, y a algunos hechos muy concretos. Y también a unas escogidas salas de cine que, a lo largo de los años, nos han definido, educado y entretenido. Yo comencé a ir al cine Bosque cuando era muy pequeño. No, no era la sala más cerca de casa, pero sí que era una de mis preferidas. ¿Bastante más cercanas? El Astoria, el Diagonal, el Montecarlo y el Alexandra. Para llegar al Bosque, tenía que andar un poco más con mis padres y mis hermanos. Pero, caray, la excursión valía la pena. Su pantalla era espectacular. Y, pese a haberse convertido en un multicine desde 1998, la sala más grande del Bosque aún hoy en día tiene una pantalla impresionante, que te come y te integra muchísimo más en la película. Soy capaz de ir hasta el Bosque sin mirar antes qué peli proyectan en su lujosa sala 1. Porque sí. El viernes pasado estrenaron ahí ‘Mientras dure la guerra’, o sea que no tenía excusa alguna para no volver, una vez más, al ahora llamado Bosque Multicines. Mi Bosque de la Rambla de Prat número 16, a escasos metros de Gal·la Placídia y también de Gran de Gràcia.
La guerra, aún más espectacular
El nuevo film de Alejandro Amenábar te puede apasionar más o menos; puedes comulgar con lo que te cuentan y cómo lo hacen, o detestarlo; puedes decir que su propuesta es atrevida o puedes encontrarla tibia y equidistante; te pueden convencer las caracterizaciones de Karra Elejalde y Eduard Fernández o quizá considerarlas exageradas y demasiado evidentes: una nariz postiza, un ojo vacío que ‘canta’ un poco. Lo que es innegable es que ver y escuchar ‘Mientras dure la guerra’ en la sala grande del Bosque es acojonante. Es un regalo. Aquella imagen gigantesca, aquel sonido atronador, esa sensación, ¡ay!, de estar haciendo una cosa realmente importante. Un ritual, como si fueses uno de los protagonistas de ‘Midsommar’. Y si, además, lo acompañas todo con unas palomitas y una bebida gaseosa... ¡la gloria!
El placer de la pantalla enorme
Lo hemos lamentado en más de una ocasión: Barcelona se está quedando sin salas más grandes que nuestra pequeña y mediocre vida. Salas que nos acojan y engullan. Que den un enorme plus a la película. Así de memoria y sin ser exhaustivo, nos quedan el viejo Aribau de toda la vida; la sala 1 del Verdi; la sala principal de los Cinemes Girona; el Phenomena, por descontado; y las salas con más butacas del ex Comedia (ahora, Yelmo Cines), del Renoir, del Cinesa Diagonal o del Icaria. Espacios donde los estrenos respiran, recorren las paredes, el techo y el suelo, y, una vez te han rodeado, te atrapan sin escapatoria.
Un bosque mágico
Antes de la reforma, antes de las nueve salas actuales, el Bosque me regaló majestuosas proyecciones de ‘Hooper, el increíble’, que es la primera peli que recuerdo haber visto ahí, ‘El gran miércoles’, ‘Atrapado en el tiempo’, ‘Indiana Jones y la última cruzada’, ‘Aladdin’ o algunos títulos de la saga Bond. Historias comerciales, argumentos entretenidos, relatos para transportarte más allá de esta rutinaria existencia. ¡Que no te corten jamás los árboles, bosque mágico, bosque inalcanzable!