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Por primera vez en sus 700 años de historia, el emblemático edificio de la Llotja de Mar –sede y propiedad de la Cambra de Comerç de Barcelona– se abre al gran público a través de visitas guiadas que irán a cargo del equipo de Cases Singulars.
Son visitas pensadas para que el gran público conozca la historia del edificio –su construcción, su papel fundamental en el desarrollo de la economía a lo largo de los siglos...–, su patrimonio artístico y un montón de anécdotas interesantes. La visita dura una hora y cuarto aproximadamente y en ella podréis visitar el Pati dels Tarongers (no confundir con el del Palau de la Generalitat), donde ahora no hay árboles frutales, pero sí que nos observa Neptuno, las Minervas y las esculturas que representan los cuatro continentes –cuando se hizo la reforma Oceanía todavía no se consideraba continente– y la imponente Sala de Contractacions, que es el espacio más antiguo del edificio, acabado de construir en 1397, y donde se concentraba la actividad comercial y económica de la Barcelona de la época. Una preciosa cámara de 33 metros de largo por 21 de ancho, con el imponente techo medieval, el suelo ajedrezado con mármol de Génova y de Carrara –originalmente el mármol de Carrara llenaba la sala, así como los tapices– y donde se ubicó la Mesa de Cambio de Barcelona, que fue el primer banco público de la historia. De aquí surgió el término bancarrota, pero mejor que os lo expliquen durante la visita.
Ambiente majestuoso
Subiendo por la escalera de honor desde el patio, franqueada por dos esculturas de Salvador Gurri que representan el comercio y la industria, llegaréis hasta el Saló de Plens, donde se conserva un gran arco de piedra que pertenecía a una de las dos capillas que se construyeron en honor de Pere de Montcada, quien cedió sus terrenos al Consell de Cent que, a su vez, los donó al Consulado del Mar para construir la Llotja. Como si fuera un 'speack easy', el Salón esconde un tesoro magnífico, la Sala del Tribunal del Consolat de Mar, con pinturas monárquicas y con un color rojo sangre presente en las sillas y en las paredes aterciopeladas.
Entraréis también en el Saló Daurat, construido durante la reforma neoclásica, en el siglo XVIII, para acoger acontecimientos sociales y que conserva mobiliario de Domènech i Muntaner de 1911. Por su nombre, podéis imaginar que el dorado predomina en toda la estancia, donde también nos encontramos con cuatro esculturas de Damià Campeny que son una alegoría del matrimonio (Himeneo, La Fidelidad Conyugal, Paris y Diana Cazadora).
También es de Damià Campeny –que fue alumno de la escuela de arte de la Llotja de Mar, una de tantas escuelas de oficios que acogió el edificio– la 'Lucrecia Moribunda' que descansa en medio de la planta noble. Su sitio original era el Saló Lucrècia, que es donde encontramos los retratos de los presidentes de la Cámara de Comercio, todos hombres hasta ahora, ya que Mònica Roca es la primera presidenta mujer de su historia.
La visita finaliza en el Saló de Cònsols que, junto con la Sala de Contractacions, es la parte más antigua del edificio. Es decir, es la parte gótica de la Llotja, que se utilizaba como archivo y almacén del Consolat de Mar.
Volveréis a casa cargados de datos interesantes sobre la ciudad y el edificio que seguramente desconocíais, como que aquí se conserva el primer alumbrado de gas de España o que en la Llotja se celebró la primera ópera del Estado español, en 1708.
Las visitas tienen un aforo reducido, se hacen los miércoles y sábados a las 10.30 en castellano y a las 12 horas en catalán, pero en Semana Santa amplían el calendario. Aprovechad para comprar las entradas con un precio especial de lanzamiento.