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El Ministerio de Sanidad ha anunciado un convenio con los gigantes de la industria alimentaria: desde ahora hasta el 2020 se han comprometido a reducir la sal, el azúcar y la grasa en más de 3.500 productos procesados: platos preparados, refrescos, lácteos, aperitivos, salas, cereales, bollería, galletas, derivados de la carne y zumos de fruta. Según la Ministra de Sanidad, Dolors Montserrat, “será muy útil en la lucha contra las enfermedades crónicas: diabetes, enfermedades cardiovasculares, y el cáncer, así como la obesidad. Representarà un gran beneficio para las futuras generaciones”.
El acuerdo prevé reducir el 10% de las grasas saturadas y la sal en los platos preparados; el 10% de azúcares añadidos en los lácteos, el mismo que en bebidas refrescantes, derivados cárnicos, cereales de desayuno y néctares de frutas. Se reducirá también hasta el 18% del azúcar en las salsas, un 16% de la sal en los derivados cárnicos y un 13,8% en los aperitivos. Hay 500 empresas y entidades implicadas, de los sectores de la restauración tradicional, la social (hospitales y colegios), el 'vending' y la Federación Española de Industrias de la Alimentación y bebidas (FIAB).
Parece un paso de gigante; ¿pero lo es, en realidad? Lo que asusta más, si te paras a pensar, es que este plan de mejora sólo afecta a los alimentos ultra-procesados. Que de hecho representan el 44,5% de la ingesta diaria del español medio, y son responsables directos de la obesidad y las enfermedades cardiovasculares.
Pregunto a la dietista y nutricionista Julia Farré –tiene su consulta en Balmes, 172, y certifico que os ayudará a eliminar esos quilillos petrificados mediante una dieta cabal y saludable– si este cambio de paradigma será realmente útil o es postureo. “Las medidas de salud pública siempre son importantes. Y aunque a nivel individual no tengan un gran efecto, a largo plazo pueden afectar un ancho segmento de población”, valora. Añade un matiz: “El cambio será a muy largo plazo, y cuesta de cuantificar”.
Una opinión hasta cierto punto optimista, pero la siguiente reflexión no lo es tanto: "Casi el 45% de lo que comemos es ultra-procesado, y todo indica que irá en aumento", dice. ¿La gente comerá más procesado, porqué la industria hará más saludables estos alimentos? Por suerte, no. "La gente sólo consume más de este tipo de alimentos cuando se publicitan como 'lights'. El cambio de composición no se anunciará en la etiqueta, sólo en la composición, en pequeño. No habrá un efecto negativo de llamada, en este sentido”.
Ni tampoco positivo, ojo. Hecha la ley, hecha la trampa. “La industria hará una reformulación progresiva de los productos con grasas trans, añadirá grasas un poco más saludables, pero con las mismas calorías”, vaticina Farré. ¡O sea que ya os podéis despedir de la comida basura saludable y que adelgaza! "Y procurarán que los sabores que gustan a la gente no cambien. No notaremos ningún cambio de sabor radical, seguro”, asegura. Quizás donde se notará más el cambio será en los lácteos: tendrán el mismo PH ácido, pero el tono ácido se notará más.
Y si la bollería forma parte de tu dieta habitual, un mísero 5% menos de grasas y azúcares ni los notarás. "Si comes bollería regularmente, es que no tienes una dieta saludable, y punto", explica Farré, que resume la situación en un pragmático "ya que la gente come bollería industrial, que sean un poco menos peor de lo que es".
El problema, como siempre, es complejo y de fondo: el Gobierno decide hacer de la comida procesado algo un poco menos nocivo, pero no patrocina grandes campañas para concienciar a la población de la importancia de disminuir el consumo de ultra-procesados. “Es una medida a medias”, valora la nutricionista. Y pone un ejemplo de otra medida a medias: el reciente impuesto a las bebidas carbonatadas. “Lo importante es que el dinero del impuesto se utilicen para hacer campaña. Y eso no pasó”, remata.
Farré aprovecha para poner sobre la mesa una carencia estructural de la sanidad española (que se vanagloria de ser una de las mejores del mundo): “¡No hay dietistas en la atención primaria! La única persona que te dará pautas de nutrición es una enfermera. Y eso es muy justito, sobre todo para las familias más pobres ", explica. No es una queja descabellada. La atención primaria pública de Portugal incluye dietista. Un país donde, dicho sea de paso, se come de una manera más saludable, a nivel popular: legumbres y platos de cuchara están presentes en el día a día de todas las familias.
Desengañaos: la única manera de mejorar vuestra alimentación es comprar comida fresca en mercados y pequeño comercio. El supermercado, “para comprar productos de limpieza, algún yogur y algún envasado, y si me aprietas productos congelados pero no cocinados”, dice Farré.
Recordemos la séptima norma de la comida de Michael Pollan: “No comas nada que tenga más de cinco ingredientes, o ingredientes que no puedas pronunciar”.