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Una de las mejores barras del mundo acaba de abrir en el Raval: la coctelería Dead End Paradise de Beirut –listada en el número 80 de los cien mejores bares del mundo– acaba de levantar la persiana de Dead End Paradise Barcelona (Valldonzella, 30. Cada día de 16 a 2 h. Lunes cerrado), en el corazón del Raval. Jad Ballout, propietario del establecimiento, tiene una historia detrás que aúna la trinchera con la barra fina. "En Beirut tuvimos un bar llamado Electric Bing Sutt, que llegó a estar entre los 50 mejores del mundo, concretamente en el número 43, en el año 2019". El 4 de agosto de 2020, la explosión del puerto de Beirut, una de los bombazos no nucleares mayores de la historia, redujo su coctelería a escombros (y ellos salvaron la vida por los pelos).
"Tres días después de la pérdida del bar, amigos 'bartenders' de todo el mundo, de España a Japón, empezaron a recaudar dinero a través de eventos, o vendiendo recetas nuestras embotelladas. En muy poco tiempo recaudaron unos 40.000 euros", recuerda emocionado el bárman. Ballout y sus socios decidieron no repetir Electric Bing Sutt en Beirut, sino abrir un nuevo bar: "Se llamó Dead End Paradise, y es un bar nacido de la solidaridad". El nombre, explica Ballout, expresa su identidad libanesa: "La vida en Beirut a veces puede ser un callejón sin salida, con bombardeos e inflación, pero también es un paraíso mediterráneo en la que la gente sale, bebe y baila", reflexiona.
La explosión del puerto de Beirut destrozó nuestro bar y lo reabrimos gracias a la solidaridad
Por esta afinidad mediterránea acaban de abrir el Dead End Paradise barcelonés: él y su jefa de coctelería, Jade Ismael (que después de la explosión fue a trabajar a Suiza y se ha instalado en Barcelona para este proyecto). "Barcelona es muy cercana al estilo de vida libanés y mediterráneo, y a la vez es una ciudad muy internacional que está creciendo mucho en la escena coctelera internacional", opina Ballout. Están a un tiro de piedra de la calle Joaquín Costa, milla de oro de las mejores nuevas (y no tan nuevas) coctelerías de Barcelona: Two Schmucks, Negroni, Betty Ford...
Ballout define su estilo de tragos como "algo experimental pero sin esnobismos, que sea próximo al consumidor y que se pueda asimilar fácilmente, en términos de textura y sabor". Me meto entre pecho y espalda un fenomenal cóctel de pan con tomate líquido, en el que interaccionan vodka y whisky de malta infusionado con pan y clarificado. Tiene un toque dulce porque también lleva tomate confitado y el aceite de oliva le da el toque grasiento final. Delicioso.
"Nos hemos inspirado en sabores populares de cosas que hemos descubierto en Barcelona", dice. Como por ejemplo, el Icy Pink: un cóctel con churros –han hecho un sirope de churro comprado en la calle Petritxol– que "está inspirado en un día en la Rambla". Otros futuros éxitos de la casa son el Caramel, inspirado "en los placeres llanos de un niño en el Líbano: falafel y refresco de cola". Ninguno de los cócteles de la preciosa carta –polaroids artísticas con los colores de los ingredientes de cada trago en relieve– pasa de los once euros: "Queremos que venga la gente del barrio, bien sea a tomar un cóctel, una cerveza o un vermut. En Beirut nuestro bar tiene una clientela de artistas, no de gente forrada de dinero, y lo queremos mantener aquí".
El local –que fue el bar heavy Mojito Rock– es una preciosidad atigrada y de acero tan noctámbula como diurna: tiene ventanales acristalados que en verano se pueden abrir, y una escalera de caracol que lleva a un segundo piso insonorizado que adaptaran como boîte bailonga en la que servirán su versión de cocteles "más discotequeros, tipo sex on the beach". La barra es abierta: "Este sitio no tiene ceremonia. La gente se siente en un banco, en la escalera, en cualquier sitio mientras espera su trago", dice Ballout. Bienvenidos a vuestro nuevo bar favorito.
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