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“La respuesta ciudadana por apoyarnos nos ha emocionado mucho”, explicó Cristina Riera, la esposa del antiguo propietario de la Llibreria Sant Jordi, Josep Morales, a Time Out Barcelona. Tras la muerte del librero, su familia puso su stock a precios rebajados e hizo un llamamiento a todos aquellos que quisieran acercarse al local para intentar salvar el negocio a contrarreloj, ya que el contrato de alquiler finaliza el 12 de febrero. Ahora, poco más de un mes después, parece que el emblemático establecimiento del número 41 de la calle Ferran podría no desaparecer gracias a las presiones de Barcelona en Comú, según ha avanzado El Punt Avui.
“No podemos permitir la pérdida de patrimonio material e inmaterial como lo que representa la Llibreria Sant Jordi”, ha asegurado el concejal de Barcelona en Comú, Jordi Rabassa. El concejal ha destacado la “movilización espontánea de la ciudadanía” desde que la librería anunció el posible cierre. Cristina Riera ha compartido la noticia a través de su cuenta de X, donde ha destacado que, a pesar del plan del consistorio, la librería podrá continuar “si todo va bien y aparece alguna librería interesada en coger el relevo”.
Una librería histórica de Barcelona
No es ningún secreto que los comercios históricos y de toda la vida de Barcelona llevan ya varios años pasando por un mal momento debido al aumento del turismo masivo y la gentrificación que afecta a la ciudad. En los últimos años nos hemos tenido que despedir de restaurantes, tiendas y espacios que han sido testigos y han formado parte de la evolución e historia de Barcelona: ya no es raro que, cuando pases por delante de tu tienda favorita de siempre, haya otra con infinitas variedades de camisetas de “I love Barcelona”.
La Llibreria Sant Jordi no ha sido una excepción y también parecía que se añadiría a la epidemia de cierres, ya que, además de la muerte de su propietario, la familia se vio amenazada por el aumento del precio del alquiler. Según Betevé, el contrato pasaría de los 800 a los 8.000 euros, y aunque se debía trasladar a la calle de Robador, 43, el traslado nunca llegó.