[title]
Su discurso al recoger el premio de interpretación en el Festival de Cannes, compartido ex aequo con sus compañeras de reparto en 'Emilia Pérez' (Zoe Saldaña, Adriana Paz y Selena Gomez), puso la piel de gallina y se hizo viral: "Se lo dedico a todas las personas trans que estamos sufriendo el odio todos los putos días. Denigrar como nos denigran", señalaba al borde de las lágrimas. "Seguramente mañana esta noticia estará llena de comentarios de gente terrible diciendo las mismas cosas de siempre de todas nosotras. Solamente quiero mandar un mensaje de esperanza y, con esto termino, a todas ellas: como ocurre con 'Emilia Pérez', todos tenemos la oportunidad de cambiar a mejor, de ser mejores personas. ¡Así que a ver si cambiáis, cabrones!", señalaba en medio de una ovación atronadora.
Karla Sofía Gascón (Alcobendas, 1972) llegó al casting de 'Emilia Pérez' después de una larga trayectoria interpretativa, fundamentalmente en México, donde protagonizó fenómenos televisivos como 'Corazón salvaje' y 'Hasta el fin del mundo', y la película 'Nosotros, los nobles', una de las más taquilleras de la historia del país. Antes de cruzar el charco, en España, había aparecido en series como 'El Súper' y 'El pasado es mañana'. En todas ellas, era todavía Carlos Gascón. No fue hasta 2018 cuando tiró adelante su proceso de transición e hizo público que, desde ese momento, ya era Karla Sofía.
Seis años después, la actriz vive desbordada por un éxito tan inesperado como apabullante. 'Emilia Pérez', o la historia de un poderoso narcotraficante que cambia de sexo y de hábitos, contada con las herramientas del cine musical, es una de las películas más sorprendentes de los últimos tiempos. Dirigida por Jacques Audiard (el autor de 'Un profeta' y 'París, distrito 13'), ha colocado a Karla Sofía Gascón en todas las quinielas para ser la primera actriz trans en estar nominada al Oscar. Sus últimos meses se han convertido en un ir y venir, aeropuertos, hoteles y entrevistas sin parar. “En Estados Unidos he llegado a hacer cincuenta seguidas. ¡Cincuenta! Entrevistas de dos minutos... Hay momentos en los que no sé ni dónde estoy”, nos dice entre risas.
¿Eres capaz de definir las sensaciones de estos últimos meses?
Pues el resumen sería que vivo en una especie de vuelta al mundo en 80 días. Y en la que, además, tienes que competir como en 'The amazing race', un programa de televisión americano que a mí me encanta, en el que los concursantes tienen tienen que hacer pruebas mientras recorren el mundo, y pueden ganar un millón de dólares. ¡Una loquera! En realidad la palabra que define lo que yo estoy viviendo es 'loquera'. Es esa fina línea entre el sueño y la pesadilla.
¿Estás más cerca del sueño o de la pesadilla?
Algunos días más cerca de una cosa y otros días más cerca de la otra. En muchos momentos es una experiencia muy bonita, pero, otros días, eso de andar de un lado para el otro es muy cansado. Ya no solo por ti como persona, sino que tu mismo cuerpo te da un toque: ¡Me tienes loco! Cuando tienes que comer, desayunas. Cuando tienes que dormir, estás eufórica. Cuando tienes que ir al baño, resulta que estás haciendo yo que sé. Entonces tu físico, tu cuerpo, se descontrola mucho. A mí, al final, ya casi ni me afectan los jet lag. Estoy en un jet lag permanente. Es imposible vivir de forma normal. Y lo más terrible para mí es no poder dormir.
La nota de prensa define 'Emilia Pérez' como un narcomusical queer...
¿Esta es la definición de prensa? ¿Narcomusical queer? Suena feo. ¿Quién de marketing ha sido el autor de esto? Por favor, vamos a hablar seriamente con él [risas]. Creo que esta es una película que no se puede describir. Eso es lo que pasa, intentan describirla y no se puede. Es una película que solamente se puede experimentar. Hay que ir al cine, verla, sentirla, y es la única manera para saber lo que es Emilia Pérez. Como el amor, lo puedes sentir, pero no lo puedes describir. Entonces, por eso le ponen adjetivos y no sé qué. Pero eso de “narco queer”, suena casi tan feo como ser un narcotraficante [risas].
Me imaginaba a Jacques Audiard vendiendo la película a los productores, la cara que pondrían...
No solamente al venderla. También pensando en cómo se iba a hacer y qué resultado iban a ver los espectadores. ¡Es todo una loquera! Pero afortunadamente... teníamos la ventaja de que era un proyecto de Jacques Audiard, que es un cineasta con una obra previa que lo avalaba. Y luego, para explicarla, hicieron algo muy interesante: para que tuviéramos una idea mucho más concreta de la película, grabaron todo el guión como si fuera una radionovela, con sus efectos especiales de sonidos, incluso los pasos. ¿Te acuerdas de aquella película de los Monty Python que hacían el sonido de los cascos de los caballos con cocos? Pues igual, y nos vino muy bien. Hablando de los Monty Python, el otro día conocí al señor Terry Gilliam, que es un personajazo [risas]. La verdad es que me estoy acordando de todas las personas que conozco últimamente, y que me saludan y hablo con ellos, y es impresionante...
Supongo que llegar a codearte con la élite de Hollywood a los 52 años permite ver con más calma todo lo que rodea a la fama.
Todo esto es una 'tontá'. Porque, al final, todo lo que hacemos los seres humanos es una 'tontá'. Nos despertamos por la mañana y vivimos en la tontería pura. Cualquiera que se ponga a analizar su propia vida debería de empezar a reírse. Cuando la gente se burla de los demás, yo digo: mírate en el espejo porque seguro que te vas a partir el culo. Si te pones a pensar, somos una especie estúpida. No hacemos más que imbecilidades. Y esto de la fama es una más de ellas: es muy divertida porque parece que... ¡guau! Pero al final somos todos seres humanos y hacemos las mismas cosas. La gente de Hollywood es como la gente de Alicante. Porque cuando vayáis a Los Ángeles haréis un paralelismo muy interesante entre Benidorm y Hollywood: tienen el mismo paisaje [risas]. A mi hija le digo: “No me digas que no se parece a Alicante”. Y ella contesta que no, que se parece a cuando fuimos al parque de atracciones Terra Mítica. Es que es muy, muy, muy parecido. Y luego tiene los baldosines, las estrellas de Hollywood están ahí, y los baldosines son iguales a los que hay en Alcobendas. Los mismos colores [risas]. Entonces, yo siempre hago muchos paralelismos para, también, restarle un poco del rollo del glamour que trae.
Cuando la gente se burla de los demás, yo digo: mírate en el espejo porque seguro que te vas a partir el culo
Me gusta la comparación con Benidorm.
La gente de Hollywood se comporta exactamente igual que la gente que vive en Alcobendas, o más en Alicante, por las palmeras y con la misma montaña. Y en vez de poner Hollywood, pone Cullera [risas]. O sea, al final un tipo puso unas letras en una montaña que molan mucho. Mi hija se quedó impactada. Yo también, la primera vez que fui me impactó muchísimo. Estás en Nueva York, estás en Los Ángeles, en Hollywood, donde los Oscars, el Teatro Chino y tal. Luego ya lo ves 70 veces y todo se normaliza, se hace cotidiano. Y a mí, precisamente, eso es lo que me pasa. Ya los veo a todos normales. Y estoy con gente que cualquiera que los viera de cerca alucinaría en colores, se pondrían nerviosísimos. ¡He visto a Steven Spielberg! Y les daría un telele. Igual que a mí me pasaba cuando yo vi por primera vez a Hugo Sánchez. Cuando vi a Hugo Sánchez dije, hostia, me van a dar las siete cosas [simula un tembleque con las manos]: "Por favor, Hugo Sánchez, fírmame un autógrafo". Hazme una voltereta en directo [risas]. Pues, esto es igual.
¿Cómo se gestiona estar en todas las quinielas para tener una nominación al Oscar?
¡Dale con el Oscar! Es que yo no sé lo que va a pasar con eso. Me puedo imaginar muchas cosas, porque tengo una imaginación tremenda, pero no puedo hablar de algo que no ha sucedido. Cuando suceda, volvemos a encontrarnos y me preguntas. Y si no sucede, dirás: “Ay, qué confundido estaba” [risas]. Si te digo cualquier cosa y luego no sucede, ¿qué pasa?
'Emilia Pérez' habla de un renacimiento...
El Renacimiento y el Barroco [risas]. Creo que la película trata de un tema muy interesante que mucha gente confunde con el de reparar los errores. Y yo al final he llegado a la conclusión de que Emilia no trata de reparar los errores que ha cometido, porque son irreparables. Las cosas que se han hecho en el pasado, por muchas tiritas que pongas, ahí están. Pero sí tienes la oportunidad de hacer las cosas de otra manera a partir de hoy mismo, desde ahora. Y eso hace Emilia, concluyendo que de verdad puede hacer algo bueno a partir de ese momento. Y es a raíz de una circunstancia externa, ni siquiera cambia a causa de la transición que lleva a cabo. La gente lo ve en paralelo, pero realmente el cambio se da cuando llega una persona... y no vamos a contar más de la película porque haríamos spoilers.
De alguna manera, interpretas a dos personajes, aunque sean el mismo. ¿Cuáles fueron los retos de dar vida a Manitas del Monte y a Emilia Pérez?
Lo que me suponía un completo desafío era el acento mexicano. Hacer el acento mexicano sin que suene a chiste o a imitación era muy complicado. Sabía que si lo hacía mal quizás podría colar en Estados Unidos, o en cualquier otro país en el que no se hable español. Pero cuando fuera a México me iban a hundir en la miseria. Entonces tuve que esforzarme muchísimo en ese aspecto. Luego también a la hora de cantar, porque yo no sé cantar. No sé leer música, no he tenido formación en ese sentido. Y estaba el rollo del baile también: aunque al final yo no baile en la película, sí rodamos una secuencia que no está en el montaje final. Y es que ha sido todo...
Ha sido un reto monumental.
Es que cualquiera que hubiera interpretado a este personaje habría flipado en colores: trabajar como si fueran dos personajes distintos, moviéndome de dos maneras diferentes, con dos voces totalmente distintas, cantar en dos registros diferentes... Además, ir filmando un día siendo Manitas, y otro día siendo Emilia. Es un trabajo que creo que ya está en los anales de la historia del cine. No lo digo subjetivamente o de vacilillas, sino objetivamente. Yo soy una persona muy autocrítica, pero creo que a veces tengo que empezar a reconocer la valía de las cosas cuando van bien. Yo, normalmente, siempre intento restarme: "No es para tanto, tampoco ha sido tan difícil...". Siempre intento restarle dificultad al asunto para no darle tanta relevancia. Pero a veces tienes que decir: ¡pues sí, no me jodas!
Es un trabajo que creo que ya está en los anales de la historia del cine
Hablaba del renacimiento del personaje porque, al mismo tiempo, también ha supuesto un renacimiento profesional para ti.
Obviamente mi evolución artística y personal siempre ha sido un vaivén, como la de todos los actores y actrices. A veces hay éxitos, a veces hay fracasos. Pero, ¿se le puede llamar éxito a esto? La repercusión puede ser, a ojos de los demás, un éxito profesional, aunque para mí el verdadero éxito ha sido tener la oportunidad de representar a este personaje. Y que me haya llegado cuando podía interpretarlo y dar lo mejor de mí. Ha tardado 52 años en suceder y he hecho el mejor trabajo de toda mi vida. Y se han unido muchísimas cosas. Quizás una película como 'Emilia Pérez' debía tener la relevancia que está teniendo porque es importante para la evolución social. Y si yo estoy aquí, tengo que tomar la parte de responsabilidad que me toca, y asumirla y llevarla hacia adelante. Podría haber sido yo, como podría haber sido Paquita González.
Es verdad que el impacto de la película te ha colocado abanderando una realidad y representando a un colectivo.
Sí, sí, pero al final yo no represento a nadie, porque seguramente habrá muchas personas del mismo colectivo que no querrán ser representadas por mí o que no se sentirán identificadas conmigo. Muchísimas, igual que yo tampoco me siento identificada con muchas de ellas. Al final todos los seres humanos somos diferentes. Pero sí, es verdad que, dentro de esa minoría de personas, hay una mayoría marginalizada, gente marginada por otra parte de la sociedad y yo sí quiero cambiar eso. Yo sí quiero que se respete a las personas como yo, que decidimos hacer lo que nos dé la gana con nuestro cuerpo, que para eso es nuestro. Y que nadie venga a decirnos lo que tenemos que ser, o lo que debemos ser, o lo que a ellos les parece que somos con respecto a sus ideas, a su biología de parvulitos, a sus religiones, o a lo que les dé la gana. Que se puedan integrar en la sociedad como cualquier otro ser humano, con las mismas posibilidades, con sus obligaciones y con sus derechos también. Porque parece que hay muchas obligaciones que tenemos que cumplir, como todo el mundo, pero se olvidan de que también tenemos derechos. Y tenemos el derecho a que nos dejen vivir, ese es el principal.
La transfobia está muy presente en nuestra sociedad...
Hay mucha gente que no quiere que existamos y que no nos quiere dejar vivir, simplemente porque les parece que no somos lo suficientemente humanos como para que nos dejen en paz. Siempre se trata de machacar de alguna manera a las minorías. Y esta vez toca a la minoría de personas que hacen lo que les da la gana con su cuerpo y que no hacen daño a nadie. Y resulta que tú te llamas Karla, pero yo te voy a llamar Josito porque a mí me sale del culo. Ya ni siquiera es porque lo digo yo, sino porque hay una sociedad, unas leyes que me respaldan como ser humano. Y porque, en definitiva, yo me encuentro contigo por la calle y yo no te puedo exigir que me demuestres lo que yo pienso que tú eres. Es absurdo hasta más no poder, porque, si no, esto sería el acabose.
Tu discurso de agradecimiento en el Festival de Cannes se hizo viral. Probablemente has seguido recibiendo el odio que denunciabas, pero imagino que también han aumentado las muestras de agradecimiento y de cariño.
Por un lado, puede que yo sea un referente para muchísimas personas que en este mundo quieren vivir en paz y en respeto. No solamente para la minoría a la que puedo representar más fácilmente, sino a todo un espectro de sociedad grande, mucho más grande de lo que nos imaginamos: las personas latinas que se sienten muchas veces despreciadas y a quienes les encanta el éxito de una película en español, y que las actrices latinas estemos ahí poniéndonos en lo alto. O a las personas LGBT, las personas trans, las personas que quieren vivir libres en este mundo. Pero, por otro lado, también soy la enemiga pública número uno de toda esa otra parte de la sociedad que vive en el odio, y que vive, como decían en México, de comerse la bilis, de vivir en algo feo, de querer aprovecharse de eso incluso para ganar dinero, o para ganar votos y seguir engañando a la gente diciendo que en la oscuridad se vive mejor. Yo no lo entiendo. No entiendo cómo a la gente le gusta caer en todo eso. Tenemos ejemplos todos los días. Y no entiendo cómo la gente compra el odio y lo de ser muy malo con los demás, quitando derechos a esas minorías. Sois idiotas. ¿Me explico? Sois imbéciles.
NO TE LO PIERDAS: Las mejores películas de 2024 (hasta el momento)