Noticias

Josep Maria Pou: "Acabé teniendo una colección de más de 2.000 fotos de Pujol"

Hablamos con el actor catalán sobre bajarse de los escenarios, el compromiso y el legado, y sobre la película que estrena, 'Parenostre', en la que interpreta a Jordi Pujol

Àlex Montoya
Escrito por
Àlex Montoya
Editor de cine
Josep Maria Pou
Foto: Eugènia Güell | Josep Maria Pou
Publicidad

En uno de los momentos más relevantes de Parenostre, el protagonista asoma la cabeza por la ventana y fantasea con un cambio de nombre de la ronda General Mitre, donde vive, que debería pasar a llevar su propio nombre. Su legado pende de un hilo después de que el diario El Mundo haya publicado que la familia Pujol-Ferrusola posee una fortuna no declarada a Hacienda en una cuenta de un banco andorrano. El escándalo está servido, y la sombra de la corrupción planea sobre las instituciones políticas catalanas que han estado gobernadas por Convergència i Unió. Los medios señalan al expresidente, las cloacas del Estado y los partidos políticos españoles se frotan las manos, y el contexto apunta a que el Procés, que marcaría los años siguientes, empieza a arrancar.

Escrita por el comunicador Toni Soler y dirigida por Manuel Huerga (Salvador Puig Antich), la película Parenostre centra la trama en aquel día que supuso un terremoto para Jordi Pujol y los suyos. Partiendo de hechos reales conocidos y publicados, y ficcionando todo lo que ocurre a puerta cerrada, la película retrata al hombre que confundió su destino con el de Cataluña, e intenta explicar parte de la compleja personalidad de alguien que ha marcado la vida política del país durante casi medio siglo. No deja de ser curiosa la elección de un actor con la presencia imponente de Josep Maria Pou (Mollet del Vallès, 1944) para interpretar a quien presidió la Generalitat durante 23 años.

Parenostre
© Minoria AbsolutaParenostre

Parenostre hace un ejercicio muy poco habitual en nuestro cine, pero muy normal en el mundo anglosajón.
Es verdad, estamos muy acostumbrados a ver películas americanas que tratan hechos muy recientes de su historia, que a nosotros nos quedan muy lejanos y que muchas veces ni entendemos. Me parecía extraño que aquí aún no se hubiera hecho ese ejercicio. Sí que se ha hecho alguna vez en televisión, pero una película sobre hechos reales tan cercanos, pensada para ser exhibida en salas de cine… Y más en casos como este, porque aún tenemos un recuerdo muy vivo de unos hechos que sucedieron hace apenas diez años. Poder verlos en pantalla ayudará muchísimo a hacer esa catarsis que mucha gente todavía no ha sido capaz de hacer: reflexionar sobre aquello, verlo objetivamente en la medida en que cada uno sea capaz de objetivarse. Y decidir qué tipo de reprobación merece. Sé positivamente que estamos ante lo que puede ser una película polémica, ya de entrada.

¿Por qué lo crees?
Lo creo en el sentido de que habrá gente que ni siquiera querrá acercarse al cine, que no querrá saber nada de esas personas y de esos hechos. También habrá quien sienta cierta curiosidad y cierto interés por eso, por intentar hacer el ejercicio objetivo de entenderlo todo mejor. Esa es la finalidad de la película. No se trata de posicionarse ni a un lado ni al otro. Habrá quien salga de Parenostre pensando que se podría haber sido más duro, y habrá quien piense que se ha santificado demasiado poco a Pujol. Y ambos públicos son totalmente compatibles. Así es nuestra Cataluña.

Sé positivamente que estamos ante lo que puede ser una película polémica

Viendo la película, tuve precisamente esa sensación: el enfoque es bastante equidistante, y puede enfadar a todo el mundo, a unos y a otros.
Sí, sí, exactamente. En definitiva, eso es lo que ha querido reflejar Toni Soler, guionista y productor. No olvidemos que cuando tú, como actor, te comprometes con una película, quiere decir que también hay un cierto tipo de historias o temáticas, en el cine o en el teatro, que te comprometen como ciudadano. Yo eso lo he tenido siempre muy presente a lo largo de mi carrera: yo me comprometo como ciudadano. En este caso, sentía la necesidad de participar en un proyecto como este, que creo que no habla del pasado. Habla del presente, y creo que eso es lo más importante. Cada día iba al rodaje siendo muy consciente de que la persona a la que yo interpretaba quizá estaba desayunando en su casa, a quince minutos del plató, lo cual no es habitual. Y eso me situaba en un estado de respeto hacia el ser humano, más allá de sus contradicciones, de sus luces y sus sombras —de ambas tiene, Pujol—. Pero a mí me colocaba en un estado de sensibilidad especial que me ayudaba a construir el personaje.

De entrada, sorprende que alguien con tu presencia se convierta en Pujol…
Habrá quien diga que cómo es posible que Pou, con su 1,95 de altura, haga de Jordi Pujol. ¡Es imposible creérselo! Y eso ya hará que no vayan al cine. También habrá quien vaya, y al cabo del primer minuto ya se haya olvidado totalmente de que Jordi Pujol no se parece en nada físicamente a mí ni yo a él, y aceptará perfectamente que ese de la pantalla es Pujol.

Parenostre
Minoria Absoluta / Lastor Media / Vilaüt Films / Last Minute AIEParenostre


¿Cómo decidiste encarar el personaje?
De entrada, no quise nunca, nunca, hacer una imitación, eso lo teníamos muy claro tanto el director Manuel Huerga como Toni Soler y los productores. Nunca se me pidió que imitara a Pujol. Pero sí es cierto que cuando los actores hacemos un personaje de ficción, tenemos mucha más libertad para inventarlo.

Huyendo de la imitación del personaje, ¿a qué te asías?
No hacía falta ninguna investigación documental como suelo hacer, porque Jordi Pujol forma parte de nuestra vida desde hace 50 años. Me basé únicamente en mis recuerdos y en todo lo que había vivido. Pero empecé a mirar fotografías suyas —ninguna imagen audiovisual— y acabé teniendo una colección de más de dos mil fotos de Pujol. Y mirándolas, me di cuenta de algo de lo que no era consciente: él habla mucho, muchísimo, con los ojos cerrados. Pensé que agarrarme a ese rasgo era una buena forma de interpretar a Jordi Pujol sin imitar a Jordi Pujol. Ahí es donde creo que el público, de repente, en una décima de segundo, reconoce al personaje real. O en otro gesto: en cómo mueve las manos cuando habla. Los ojos cerrados y la mano, con eso ya era suficiente.

¿El acercamiento a alguien como Pujol tiene que ver con lo que has podido hacer con otros personajes de cierta dimensión? No sé si decir el Rey Lear, pero…
Pues mira, salvando enoooormes distancias, hay un cierto paralelismo entre Pujol y el Rey Lear. Aquella era la historia de un monarca que lo tenía todo, un poder absoluto, y que por comodidad decide repartirlo entre sus hijas. Y de repente se encuentra con que, salvo Cordelia, sus hijas se han quedado con todo y lo han abandonado. Y ese rey se ve desnudo en medio del bosque, prácticamente teniendo que aprender a convertirse en un ser humano, casi como si acabara de nacer. No digo que sea tan radical, pero en el viaje de Parenostre puede haber cierto paralelismo. Creo que el momento trágico del personaje que refleja la película es ese instante en que él mismo se ve envuelto en un terremoto con el que nunca había contado. Y tiene que sacar de dentro el valor suficiente para hacerle frente.

Has hecho mucho cine, pero solo tres personajes protagonistas. ¿Te ha quedado la espinita de no haber hecho más?
No, y te lo digo bien convencido, y sin ningún tipo de rencor, en absoluto. He hecho menos cine del que me han ofrecido y mucho más del que nunca imaginé que haría. Cuando decidí dedicar mi vida a la interpretación, tenía un objetivo claro: hacer teatro. Nunca pensé que podría hacer una película. Ni di ningún paso en ese sentido. Para mí, ser actor era ser actor de teatro. Todo lo demás —y llevo más de 60 películas— ha sido un añadido. Pero que Víctor Erice me llame y me diga que ha escrito una escena de Cerrar los ojos pensando en mí, o que Pablo Berger lo hiciera con Blancanieves, y Rodrigo Sorogoyen con El reino... con eso tengo más que suficiente.

Mientras quede una persona viva que en algún momento vio una función mía, yo seguiré vivo

Pujol es un hombre obsesionado con su legado. ¿Cuál crees que será el tuyo?
Debuté en 1968. Fue la primera vez que subí a un escenario como actor profesional, con un contrato firmado, cobrando un sueldo, y con mi nombre anunciado. Hace casi 60 años. Y no he parado ni un solo día desde entonces. He hecho teatro, principalmente, porque es mi terreno. Y he tenido la inmensa suerte de participar en espectáculos buenísimos con los mejores directores de este país. Me considero un privilegiado. Creo que eso también se refleja en mi currículum y en mi legado. También te diré que la palabra legado me parece muy grande. En mi página web tengo puesta una frase del Macbeth de Shakespeare que me gusta mucho y que define muy bien mi oficio: “El actor es una sombra que pasa, en un momento determinado, cruza el escenario, y ya no se le recuerda más”. Me gusta que se defina así. El nuestro es un trabajo —sobre todo en el teatro— muy efímero. Pero mientras quede una persona viva que en algún momento vio una función mía, yo seguiré vivo.

No tengo ninguna duda de que se te recordará.
Por otro lado, hace muchos días, muchos, que me levanto cada mañana diciéndome: “Josep Maria, tienes 80 años, llevas 60 trabajando, y ya no necesitas hacer nada más”. Tengo un poco la sensación de que ya he cumplido. Para mí, ahora mismo, la frase lapidaria del epitafio sería que ya he cumplido, que ya hice lo que tenía que hacer, ya no quiero hacer nada más, ya tengo bastante.

Soy un hombre de voluntad débil y que, por mucho que me lo proponga, me convencen fácilmente

¿Estás cansado de subir al escenario?
He de decirte que, desde hace cuatro o cinco años, cada obra de teatro que hago —y en este tiempo he hecho El pare, que fue la última, y antes Falstaff, y antes Sócrates, juicio y muerte de un ciudadano…— me digo a mí mismo: esta es la última. Convencido de que era la última. Y he acabado la función diciéndome: “Estoy seguro de que no haré ninguna más, no quiero hacer ninguna más”. Pero he descubierto que soy un hombre de voluntad débil y que, por mucho que me lo proponga, me convencen fácilmente. Vienen con un texto nuevo y… ¡qué función! ¡Qué personaje! ¡Quiero hacerlo! Sobre todo hay una parte de egoísmo muy importante, que dices: “Hostia, qué personaje tan bonito, antes de que lo haga otro, lo quiero hacer yo. Porque si no lo hago yo, lo hará otro” [ríe]. Es una trampa que yo mismo me voy poniendo… Pero creo que ya está bien, que hay que dejar paso a otra gente, que ya he hecho muchas cosas.

NO TE LO PIERDAS: Las mejores películas catalanas de la historia

¿Quieres estar al día de todo lo que se mueve en la ciudad? Inscríbete en nuestra newsletter y tendrás toda la info y los planes que te gustan para disfrutar de Barcelona

Últimas noticias
    Publicidad