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Hay algo extraordinariamente luminoso en el periplo que lleva a Javier Giner del infierno a la vida, de la desesperación al autoconocimiento, del odio y la tristeza al amor, a sí mismo y a los demás. Quienes nos dedicamos a la cosa de la ficción cinematográfica o seriéfila, desde la creación o en la trinchera periodística, conocemos a Javi desde sus tiempos como agente de prensa, para Pedro Almodóvar (a quién define como su padre artístico), o para Penélope Cruz. Antes, había trabajado en El Deseo y había hecho sus pinitos como director de cortos y de algunos episodios televisivos. Hace tres años, Javier Giner (Barakaldo, 1977) sorprendió a muchos publicando Yo, adicto (ed. Paidós), un conmovedor y durísimo ejercicio de abrirse en canal para contar sus meses en un centro de desintoxicación y su salida de un hoyo infinito marcado por sus adicciones a la cocaína, al alcohol y al sexo compulsivo.
Ahora, aquellas páginas se traducen en una estupenda miniserie de seis episodios que Giner ha guionizado y codirige junto a Elena Trapé (Els encantats, Las distancias), y que narra su caída y posterior resurrección. Para ello, cuenta con un reparto de lujo (Nora Navas, Marina Salas, Victoria Luengo, Alex Brendemühl, Andrés Herrera, Itziar Lazcano, Ramón Barea, Omar Ayuso, Quim Àvila, Guillem Ballart...) y con la tremenda complicidad de un inspirado Oriol Pla, que encarna a Giner y se deja la piel.
El comprometido trabajo en común entre director y actor trasciende los procesos creativos habituales, y, más allá de haberse convertido en inseparables, amigos, casi hermanos, el resultado en pantalla impresiona como pocos. Nos reunimos con Giner y Pla para hablar de una serie que es toda una lección de vida.
Tengo la sensación de que, de un modo u otro, Yo, adicto habla de cualquiera de nosotros, nos interpela directamente a todos.
Oriol Pla: Es que las adicciones y el proceso de sanación acaban siendo una percha, un marco que a Javi, en tanto que cineasta y narrador de esta historia, le sirve para ahondar en la humanidad y en los vínculos que creamos entre nosotros, con la familia... Hay muchísimas otras capas que no tienen tanto que ver explícitamente con la adicción.
Javier Giner: Él lo ha dicho muy bien. La espina dorsal del relato, la peripecia narrativa, puede ser una desintoxicación, pero para mí no es más que la excusa para hablar de otros temas. También se dice en la serie: la adicción es el síntoma, no es la enfermedad. Entonces, realmente, lo que se ve en la serie es todo lo que subyace a la enfermedad de la adicción. Y es un viaje en el que tú, como espectador, piensas que vas a acompañar a una persona ajena a ti, con unos comportamientos y unas dinámicas que quizás ni conoces ni tienes en tu vida. Y, poco a poco, según se van eliminando capas, la serie termina hablando de ti. Yo, adicto no es una serie sobre personas enfermas, es una serie sobre seres humanos, sobre cómo aprender a vivir y sobre cómo aprender a gestionar tus emociones.
Va mucho más allá de lo que parece en un principio...
Javier Giner: Habla de la dignidad de las personas que nos extraviamos y nos perdemos, o que en un momento dado nos rompemos. Es una serie acerca del perdón, de la reconciliación, y de cómo aprender, de alguna manera, a quererse a uno mismo y a querer a los demás. Y esa es una experiencia que es absolutamente común al hecho de estar vivo. No necesitas ser adicto o haber atravesado nada parecido para entender de qué habla la serie. Hay un aspecto en la propia estructura narrativa, de la cual éramos muy conscientes: queríamos que el espectador hiciese un viaje desde la seguridad del sofá de su casa, viendo una historia absolutamente ajena, y que, poco a poco, la serie se convierta en una especie de espejo que se va dando la vuelta. Se va dando la vuelta y, al final, eso que al comienzo era Yo, adicto, al final se convierte en Nosotras, las personas. Creo que ese es el verdadero poder emocional de la serie, y reside ahí: no va de mí, va de todos nosotros.
Hay algo muy visceral y muy, muy arriesgado en 'Yo, adicto'
¿Por qué elegiste a Oriol Pla para hacer de ti?
Javier Giner: No le conocía personalmente, solo como espectador. Y recuerdo perfectamente ver Incerta gloria y me pasó lo mismo que cuando vi a Victoria Abril en Amantes, o la primera vez que vi a Candela Peña... Pero ¿quién es este tío? ¿De dónde ha salido este pedazo de fuerza de la naturaleza? Se está muriendo de vergüenza ahora mismo, no sabe dónde meterse, pero lo que digo es real y honesto. Al escribir el proyecto, pensando en posibles actores, yo barajaba un top tres de nombres, y entre ellos estaba Oriol. La historia es poco épica: nos sentamos una tarde, charlamos, le conté lo que estaba buscando, las características del proyecto, y él, desde el comienzo dijo: 'Lo quiero hacer'. Y sin conocerme de nada, algo que a mí me parece muy loco, porque yo soy un debutante y él no sabía cómo dirigía...
Oriol Pla: En ningún momento puse en duda el talento de esta persona. Recuerdo que mi pareja de entonces me preguntó: ¿Pero es buen director? No lo sabía, no lo había pensado, y me daba igual. Si voy hacia atrás en el tiempo, recuerdo una historia muy bonita, porque yo estaba de gira con la Companyia Baró d'Evel Cirk Cie, compartiendo piso con el Guillermo Weickert, bailarín de aquella pieza, compañero de escena, amigo. Él estaba leyendo el libro y me mostró unas páginas. Era el final del primer capítulo. Creo que el impacto de esa lectura ya generó una especie de semilla. Lo recordé después, cuando llegó el casting, y recuerdo llamar a mi representante, sin leer la separata ni nada, recordando aquellas cuatro páginas del libro: ¡Quiero hacerlo! Fue algo intuitivo, era un proyecto que quería trascender algo, que hablaba de algo real, que tenía una función más allá de la del arte en sí mismo. Quería acompañar a esta persona, y ya está.
Vuestra relación ha trascendido de lo que suele ocurrir entre director y actor...
Oriol Pla: Sí, al final, uno de los éxitos del personaje ha sido la simbiosis entre el trabajo y el compañerismo que hemos tenido. Y la generosidad del uno con el otro, el rigor y la tolerancia del uno con el otro, la humanidad que hemos compartido. Y de eso va a trabajar, ¿no? Como si lo cinematográfico o el talento fuese algo que existe por sí mismo en el vacío...
Javier Giner: Hemos hecho la serie desde una intimidad y desde un cuidado tan real, que era como si de alguna manera estuviésemos disociados. Lo más importante era la experiencia de hacerla, como si no la estuviésemos haciendo para el público. Que evidentemente todo el mundo es consciente de que estamos haciendo una serie, pero eso de alguna manera lo habíamos como bloqueado. Y no solo nosotros dos, todo el equipo. Porque hay algo muy visceral y muy, muy arriesgado en Yo, adicto.
Oriol Pla: Hubo una entrega total. De un día para el otro, Javi era una persona para la que no tenía ningún tipo de secreto. Tuve un bajón en mi vida y él fue la primera persona a la que llamé. Dos meses después de conocernos, pasé la Nochevieja en su casa, y se transformó en una especie de confidente, de hermano. Si él no tenía ningún secreto para la gente, lo mínimo era ponerme a esa misma altura con Javi. Entonces, todos los miedos o el pudor eran creativamente molestos. Desde ahí, se trataba de quererse mucho, y me encuentro con una manera de crear tremendamente humana, tremendamente poderosa. Se me da un lugar muy amplio de confianza. Y fue un proceso súper transformador... estaba tan claro que había que llevarlo a cabo sin pensar en el resultado. Y si ese resultado es bueno, en parte es porque no buscábamos capitalizar ni controlar el resultado.
Uri y yo nunca volveremos a hacer algo como 'Yo, adicto', porque es único
Hablando de esa simbiosis, quienes conocemos a Javi vemos cómo Oriol se mimetiza en el cineasta/personaje, reproduciendo de forma sorprendente gestos y detalles.
Oriol Pla: Recuerdo la primera prueba, y Javi me dijo: 'No es esto, pero qué cabrón, me has pillado lo de las manos'. Es verdad que soy un amante del trabajo con el cuerpo, porque mi base interpretativa es la de mimo. Entonces es algo que me gusta mucho: hay una observación y un cariño y una construcción en base a la rítmica del cuerpo. He aprendido mucho en este proceso, que ha sido muy subconsciente, de estar muy juntos, de observar mucho, de jugar y de quererse mucho. A la que intentaba controlarlo, se veía demasiado, pero a la que lo dejaba ir, salía solo. Ha sido curioso ese equilibrio entre controlar y dejar ir. Y las decisiones miméticas han pasado mucho más por una necesidad dramatúrgica o emocional y mucho más intuitiva que no por algo racional o de control. Hay detalles suyos que imito y están ahí más porque me dan mucha risa, por gusto, que por necesidad.
Javier Giner: Hicimos un trabajo extremadamente profundo. Y eso no se hace del exterior al interior, sino al revés, del interior al exterior. Enseguida le liberé, y le dije que no tenía que imitarme. Y darle permiso a no ser mi espejo, justamente le liberó ciertas cosas que le permitían ser mi espejo más que nunca. Pero trabajamos mucho juntos, el proceso interno de las heridas, de las transformaciones, que atraviesa a una persona en este tipo de procesos, independientemente de que se llame Javier Giner, o Àlex Montoya, o como se llame, da igual, porque no iba de mí. Y lo que es precioso, y es algo que solo podemos ver Oriol y yo, es que si el personaje es tan tridimensional, si no se queda en la superficie de la imitación, es porque el Javi de la pantalla tiene mucho de Oriol también. Sin hacer spoilers, rodando el último momento de la serie, me eché a llorar, porque lo que veía en el combo ya no era a Javier, era a Oriol: había empezado la serie con diecinueve plumas, el gorro, la bufanda, no sé qué, y poco a poco te hemos ido quitando capas y más capas, y ya ni siquiera estás desnudo, lo que hay es un esqueleto.
A nivel emocional, debe ser tremendo ver cómo se reproducen en el set momentos tan intensos y dolorosos de tu propia vida...
Javier Giner: En las entrevistas digo que es como un acto psicomágico de Jodorowsky. Hay momentos en los que te estalla la cabeza. Por un lado, algunos muy poco dramáticos. De repente, yo qué sé, estás rodeado de un equipo de 150 personas en un rodaje y tienes a Nora Navas y a Oriol Pla sentados haciendo una secuencia de terapia. Y tú estás detrás del combo sentado con Anaïs (la educadora social a la que interpreta Navas), agarrándonos de la mano: hostia, qué fuerte es la vida, tía. Desde eso hasta, bueno, pues momentos que evidentemente han sido emocionalmente duros, pero... que me han hecho ser también profundamente feliz. Creo que hemos sufrido menos de lo que pensáis que hemos sufrido. Hemos logrado construir un espacio seguro en rodaje, porque creo que esa es la manera en la que deberíamos de trabajar todos, más allá de que hablemos de Yo, adicto. Abrir un espacio seguro en el que no haya juicio, donde haya mucho cuidado, donde la serie no esté por encima de los seres humanos que forman parte de ella. Y ese espacio de comunicación tan directa y tan humana, de alguna manera, creo que es lo que nos ha permitido también hacerla. Suena así como un poco buenista, pero es que yo reivindico mucho el poder de la bondad y del cuidado. Y es que la serie como artefacto es una reivindicación salvaje del poder de la bondad y del conectar con la humanidad del otro. Si la serie es tan emocionante, tan visceral, si apela de alguna manera a todas estas emociones humanas colectivas, es porque el propio proceso de hacer la serie ha sido así.
Oriol Pla: Es que sería muy hipócrita hacer una serie que hable de estos asuntos sin vivirlos. A veces, la forma de hacer las cosas ya comienzan a ser las cosas en sí mismas. ¿Cómo puedes hablar de empatía y de no sé qué si no tienes a un equipo empático? En un sistema en el que los resultados y lo productivo rigen como verdad universal, ser honesto y empático es curiosa y sorprendentemente subversivo y revolucionario. Tener la humanidad a la misma altura que el rigor profesional.
Tras una experiencia tan bonita... ¿cómo deja el listón de cara a lo que esté por venir?
Javier Giner: Pues es una buena pregunta, no lo sé...
Oriol Pla: Yo creo que solo podemos guardar lo que regalamos en ese sentido. Vivimos esto, esto pasa y ya está. No hay que volver a ello. Porque si ha pasado, no era porque lo quisiéramos, era porque lo necesitábamos. Y va a venir lo que tenga que venir. Y si solo ha venido para esta vez, pues por algo será. Hay que aceptar estos regalos, pero ponérselo como listón ya es colocarte en un marco y en un lugar que es cero creativo y cero humano. Y cero aceptarte a ti mismo. Yo ahora estoy en un nuevo proceso creativo y hay que aceptar lo que es. Y si un nuevo proyecto llega para decirte mierda, pues viene para decirte mierda.
Javier Giner: Y sobre todo que cada proyecto tiene su razón de ser, cada proyecto es diferente... Uri y yo nunca volveremos a hacer algo como Yo, adicto. Porque es único. Entonces igual dentro de dos años yo estoy dirigiendo una película y él está interpretándola y... y será algo distinto, con sus especificidades. Estoy muy de acuerdo con él. No hay ningún listón. Se trata de ir descubriéndose, ¿no? Yo, por ejemplo, ahora mismo tengo encima de la mesa varias ideas de cuáles pueden ser los próximos proyectos y no tienen absolutamente nada que ver con Yo, adicto.
Oriol Pla: ¿El musical de la trama Gürtel? (risas)
Javier Giner: Es que encima es idiota, porque me hace mucha gracia. Pero es que es verdad, somos muy jóvenes para estar repitiéndonos. (risas)