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Iron Maiden, la banda de heavy metal más grande en activo del mundo, los Rolling Stones del metal, solo llevan camisetas de Iron Maiden en el escenario. Porque son un equipo de futbol que gana todos los partidos y de los que todo el mundo sale feliz. Después de la introducción de 'Doctor Doctor' –himno de rock duro de UFO– y el tema de 'Blade Runner', Bruce Dickinson saltó a escena, ataviado a algo similar a un piloto de avión –de hecho lo es y ejerce– ante un Palau Sant Jordi lleno hasta la bandera.
La gira que pasó por Barcelona tiene coartada: 'The Future Past Tour' combina canciones inéditas de 'Senjutsu' (2022) en directo con una cucharada de nostalgia selecta: la recuperación de canciones del 'Somewhere in Time' (1986), delicioso e incomprendido disco entre el rock progresivo y la melancolía pop, inspirado en 'Blade Runner'. Pues eso: el ritmo trotón de 'Caught Somewhere in Time' inauguró un escenario que, según la canción, mutaba entre el futurismo de neón de las calles de Tokyo y las excursiones al castillo de Skeletor y la piedra de Excalibur.
El guion ya estaba escrito en el 'setlist' previo: pero aquí lo importante fue disfrutar de la voz –magnífica y sin erosión– de Bruce Dickinson, con edad de jubilarse si viviera en Francia– y de la tríada de guitarras –Adrian Smith, Dave Murray y Janick Gers, el 'novato' que se incorporó en 1991– que explora, con potencia y matices, un repertorio que todavía sigue sonando a gloria. Con el mérito de picotear tanto en el presente de 'Senjutsu' como en el pasado, dirigidos por el bajo seco y retumbante del icónico Steve Harris, que lleva 40 años en mallas o bermudas y apoyado en el monitor.
'Writing on the wall' sonó a himno, y antes de presentar la reciente suite 'Death of the celts' –poderosos diez minutos de rock progresivo que no incurren en la autoparodia ni en el bostezo– Dickinson demostró que sabía muy bien donde estaba (más que muchos políticos en campaña): "De puta madre. Habéis venido todos. Veo mucha gente libre esta noche. De esto trata 'Death of the celts'. Si tienes lengua, tradición, cultura y familia, jamás se podrán librar de ti. Esto me recuerda a Cataluña". (sí, una banda de heavy metal haciendo una declaración política en Barcelona en lugar de recurrir al 'Força Barça', pese a que jugaran un partidito contra la directiva del club esa misma mañana).
Si tienes lengua, tradición, cultura y familia, jamás se podrán librar de ti. Esto me recuerda a Cataluña, dijo Dickinson
Sí que hubo (poco) espacio para grandes éxitos: ese pedazo de power (metal) pop que es la cachonda 'Can I play with madness' y 'The Prisoner', única cita a 'The Number of the beast' y 'The Trooper'. El único bajón de ritmo fue 'Alexander the great', plomiza epopeya progresiva. ¿Y la mascota Eddie? Muy bien, gracias. Se paseó por el escenario en formato gigante de fiesta mayor, disfrazado de pistolero cibernético –hilarante el combate a cañonazos láser entre Dickinson y el zombie-robot– y como samurái que intentó rebanar el pescuezo a Janick Gers.
El viaje al centro del 'lololó' llegó con los arpegios de 'Fear of the dark' –la más coreada de la noche– y regresos puntuales a su prehistoria: la vibrante 'Iron Maiden' (1979), un trallazo entre el street punk y el speed metal que, incluso en un estadio, todavía remite a pub pegajoso y vidrios rotos. Y sí que hubo un momento para salirse del guion: la sorpresa fue acabar con 'Wasted Years', gema pop que incluso ha versionado Ryan Adams a lo folkie.
Maiden son una empresa, una gran corporación –es la banda de rock que más merchandising vende en la actualidad– pero su producto es tan intangible como fundamental: la felicidad de su público. Del Sant Jordi salieron 18.000 clientes extasiados tras dos horas de renovación de contrato social en el templo del metal.
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