[title]
Subid el botón de la melancolía al once: hoy cierra el Bar Cosmos, en el número 34 de la Rambla. Por lo que cuentan sus trabajadores, bajan la persiana porque "la propiedad no puede asumir la subida del alquiler. Algunos de nosotros nos jubilamos, otros irán al paro, pero ya no hay nada que hacer". Con el Cosmos cierran también los apartamentos turísticos de los pisos superiores.
¿Y qué se abrirá en la Rambla con Escudellers, justo detrás de la estatua de Pitarra y de los urinarios subterráneos, en una esquina que parece una plaza pero no lo es? Pues "seguramente un nuevo negocio de restauración, porque ésta es la licencia de la que dispone el local", me explica el encargado.
Los tiradores de cerveza ya se han desconectado y me pido una lata. Me siento en la terraza y pienso que es un pequeño drama que esta atalaya –de las pocas que podíamos disfrutar los aborígenes de la ciudad– se vaya al garete. El Cosmos era (¡es, todavía!) un genuino bar de abuelos, de menú potente y plato combinado, y de los pocos lugares donde todavía apetecía sentarse en la Rambla y tomar la caña o el vermut. Porque era normal y un poco destartalado, pero era del barcelonés. (De hecho, mi truco era decir "póngame una cerveza, pero normal, que soy local", y me servían una caña cojonuda a 2,20 euros en lugar de la 'litrona-guiri' a 10 euros marca de la Rambla).
Y pongan lo que pongan, ningún macro-local de madera nórdica podrá competir con el carisma de su larguísima y ondulada barra de metal, y el mosaico con constelaciones que le dio nombre. De hecho, el bar abrió hacia finales de los años 20, pero fue con la llegada de la Sexta Flota a Barcelona, a finales de los 50, que vivió su mejor época. Era parada obligatoria de los marines estadounidenses, y fue de los primeros lugares de la ciudad en tener los taburetes clavados en el suelo (¡para que los soldados no se les tiraran por la cabeza!).
Todos tendréis vuestra anécdota relacionada con esta popular y transversal, donde estaban sentados jubilados, prostitutas, estudiantes y burguesía. La mía es que en 2005 entrevisté allí a Loquillo: había quedado con el roquero del Clot en una pastelería cafetería fina cercana, pero le pareció un lugar tan poco viril para hablar de rock and roll que nos desplazamos hasta la acera de enfrente, al Cosmos. ¡Id si estáis a tiempo a presentar vuestros respetos!
NO TE PIERDAS: Los mejores bares de Barcelona