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¿Quién habría pensado que podría echar de menos ir a la escuela o la oficina? ¿Que extrañaríamos (tanto) los abrazos y los besos, salir a la calle, entrar en un club o a un teatro? ¿Que recordaríamos con nostalgia cuando compartíamos vasos con los amigos, y sudor y otros fluidos con gente desconocida? Este año nos ha obligado a reinventarnos a muchos niveles y nos ha estampado en los morros nuestras vergüenzas, pero también virtudes poco evidentes.
Nos ha dejado, por ejemplo, la enésima muestra de pasión, imaginación y compromiso del sector de la restauración, que se ha mantenido vivo por méritos propios en circunstancias extremadamente difíciles. Desde locales de barrio, como el Plata Bistró, hasta las estrellas Michelin (¡hola, Sentit Comú!) se han adaptado a las limitaciones y han continuado cocinando comida para llevar.
También los teatros y museos, así como los organizadores de conciertos y festivales, han ingeniado nuevas maneras de crear y programar, ya sea aprovechando las tecnologías –echad un vistazo a la Programación a distancia de Temporada Alta– como recuperando la esencia del directo, con nuevos formatos, nuevos horarios y nuevos escenarios, como el Cruïlla XXS, por poner sólo un ejemplo. Todo esto nos ha servido para recordarnos cuánto necesitamos y amamos la cultura.
Y también hemos redescubierto la vida en los barrios, y la necesidad de cuidar los pequeños establecimientos que insuflan alma a Barcelona. Y hemos visto cómo se multiplicaban las iniciativas solidarias. Incluso, en los momentos más oscuros o, mejor dicho, precisamente entonces, han aparecido personas que nos han arrancado una sonrisa –el 'Diari de la Quarantena' de Eugeni Alemany era para mearse de risa– y muchas otras que han trabajado desinteresadamente para apoyar a sus vecinos y vecinas, como los 'riders' de Sant Antoni.
Pero vamos, 'bye bye' 2020: nunca te olvidaremos, pero ya estamos deseando pasar página y plantarnos en 2021. Como diría Ariana Grande: 'Thank U, next'.