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Se pide un bocadillo de jamón dulce y queso, un cortado y un agua. Es una excepción: se supone que en la Granja Viader siempre se pide un bikini. "Soy un hombre de costumbres: los platos calientes siempre en el Bar Pinotxo". Si en el último momento ha cambiado de opinión es porque hay una humedad del 35%, perfecta para comer un bocadillo. "Si estuviera al 80%, este pan me llevaría al dentista". Yo, puesto que estamos donde estamos, me pido un Cacaolat caliente. Mientras el chef de Enigma, creador de platos selectos merecedores de Estrella Michelin, disfruta comiéndose un terrenal bocadillo, le pregunto si es capaz de dejar de reflexionar sobre lo que cocinan los demás. “Sí, aunque siempre hay una pequeña parte de mí que piensa. Ahora me estaba fijando en la precipitación del cacao de tu Cacaolat”.
El barrio de antes
Su trabajo es probar y cocinar, por lo que con la familia van mucho a comer fuera. Su lista de recomendados del Raval es interminable. Compra en la Boqueria: “Vivo el cambio con resignación. Además, ahora ha cerrado la pescadería de Pepi y la tienda Aroma Ibérico. Es muy triste. Menos mal que todavía está la tienda de setas Petràs, que es un lujo”. Albert Adrià viene de Santa Eulalia: “era un barrio conflictivo, pero las puertas estaban abiertas. Aquí tengo la sensación de que vivimos mucha gente, pero no nos conocemos”.
El barrio del futuro
Está decepcionado con la degradación del barrio, pero me destaca que es un foco de aberturas, la cocina multicultural y la calle Joaquín Costa: "Todavía conserva vida y autenticidad". Allí está el Bismillah , “¡el único kebab que conozco que te hacen el pan al momento y patatas fritas buenísimas por un euro!”. Otro sitio que “ravalea”, dice, es la pizzería Frankie Gallo Cha Cha Cha, y le encantan las smash burgers del Fast Eddie's, las tapas del Bar Cañete y los cócteles del Boadas. También nos recomienda el menú degustación de El Suculent y La Pineda, donde hay cuatro jamones abiertos de las 4 DO diferentes. "Cada vez que desaparece un bar de toda la vida, Barcelona pierde mucho, culturalmente", me dice. Nos despedimos y sube calle de Xuclà arriba: un día más para hacer volar la cocina del futuro y mantener la de siempre.
Las recomendaciones de Albert Adrià para comer y beber en el Raval:
Pastelería Lis (Riera Alta, 19)
Famosa por los chuches, es uno de esos lugares que huele tradición, calidad y trabajo bien hecho. "Es gente anónima que hace de su oficio una identidad", dice. Pasa a menudo por delante y, sea con turrones o monas, el escaparate le deja entrever la época del año.
Dos Billares (Elisabets, 11)
El sótano del Hotel Casa Camper esconde este bar con mesas de billar (¡no hace falta poner moneda para jugar!). Albert trabajó con Archie, el coctelero, y va allí con los amigos a distraerse.
Ca l'Isidre (Les Flors, 12)
Un clásico de los buenos del Raval y uno de los templos de la cocina catalana en Barcelona. "Es uno de esos lugares que, si cerrara, nuestra ciudad perdería muchísimo". Tripa de ternera, cerebritos de cordero con mantequilla negra y alcaparras y, para terminarlo bien, una extensa carta de vinos.
Makan Makan (Lluna, 4)
"Tiene una cocina que es tan pequeña como un rincón, parece de juguete, pero está todo buenísimo, y lo hacen al momento". En este restaurante podréis degustar platos del sudeste asiático, como unos dumplings picantes, uno de los preferidos de Albert.
Majide (Tallers, 48)
Esta taberna japonesa también es de Hideki Matsuhisa, pero no está tan llena como el Shunka, y "tiene la mejor relación calidad precio de producto". Albert va, como mínimo, una vez cada dos semanas. “El carpaccio de buey es oro”.