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Bodega Marieta (Badajoz, 36) se encuentra en la zona tranquila de Poblenou, en la esquina de la calle Badajoz con el pasaje Mas de Roda, y tiene una pequeña terraza que invita a quedarse horas y horas. Abre por la tarde y noche, de martes a sábado. Se puede comprar una buena botella de vino para llevar a casa o quedarse a disfrutar de una copa, picar algo o cenar. Ofrecen cocina catalana con algún toque mexicano.
La propietaria, Carmen Costa, es chilanga –nacida en Ciudad de México– y llegó a Barcelona hace unas cuantas décadas gracias a un doctorado en antropología. Su primer negocio fue el bar cultural La Valentina, en el Gótico, hasta que una subida abusiva del alquiler la obligó a cerrar. Después se hizo cargo de la tienda de vinos Alaparra, en la calle Pujades. Tras otra subida de alquiler inasumible, abrió Bodega Marieta hace menos de un año.

La cocina catalana corre por las venas de Carmen gracias a sus abuelos. Él, Dalmau Costa, originario de El Port de la Selva, fue un destacado miembro de ERC, jefe de ceremonial del Parlamento y la Generalitat durante la Guerra Civil y persona de confianza de Macià, Companys y Tarradellas. Ella, Emma Alonso, era una actriz barcelonesa muy conocida en la escena teatral catalana.
Exiliados en Ciudad de México, Dalmau se convirtió en uno de los restauradores más influyentes del país, famoso por introducir la alta cocina francesa en sus tres exclusivos restaurantes: Ambassadeurs, La Cava y El Lago, puntos de encuentro de las élites nacionales e internacionales. Diego Rivera, Cantinflas, Nixon, De Gaulle, los Kennedy, los Duques de Windsor, Orson Welles, Ava Gardner, John Wayne y André Malraux pasaron por sus mesas.
"En casa, las festividades se celebraban con platos tradicionales catalanes que cocinaba mi abuela. En Navidad, sopa de galets y carn d’olla. En San Esteban, canelones. En Semana Santa, esqueixada y empedrat. Para mí, estas recetas son recuerdos, emociones y, sobre todo, identidad", nos cuenta Carmen. Llevaba tiempo pensando en abrir un local que ofreciera gastronomía catalana en un barrio cada vez más gentrificado, donde es más fácil encontrar sushi que butifarra amb mongetes. Lo bautizó Marieta en honor a la revolucionaria mexicana y también a La Marieta de l’ull viu, la canción que le cantaba su abuela cuando era pequeña.

"No buscamos la estrella Michelin. Trabajamos con producto de proximidad y calidad, cocinamos con cuidado y respetamos las temporadas, por eso la carta cambia cada dos o tres meses", explica. Uno de los platos más celebrados desde la apertura es el canelón de pollo, que acaba de ser reemplazado por uno de pato. Y el más exitoso del invierno son, sin duda, las alcachofas confitadas y fritas. Probamos ambos platos y, efectivamente, el esfuerzo se nota en cada bocado.

El relleno del canelón es generoso y jugoso, y la bechamel, cremosa e irresistible. El crujiente de las alcachofas casi nos hace delirar de felicidad. Continuamos con la carrillera de ternera al vino tinto, melosidad cárnica e intensidad en la salsa, y terminamos el festín con el jugoso pollo con mole, que sabe a hogar. La carta se divide en aperitivos y entrantes, tablas de embutidos y quesos, ensaladas y platos de cocina, con precios que oscilan entre los 8 y los 23 euros.
Carmen empezó a interesarse por el vino cuando gestionaba La Valentina. Como dice su hija, desde entonces solo bebe agua, vino y tequila. Durante su etapa en Alaparra, se dedicó a estudiar a fondo el mundo de Baco, leyó cientos de libros y fichas técnicas en el autobús camino al trabajo. También aprendió mucho de los comerciales del sector y de sus amigos cocineros y sumilleres.
Nuestra clientela no echa de menos el vino natural, y la mayor parte del vino tradicional se elabora con mínima intervención
Aunque tiene algunas botellas interesantes de Bierzo, La Rioja y Ribera del Duero, lo que más tiene y vende es vino catalán, algo que le encanta. "En Cataluña hay que beber catalán. ¿Un verdejo? ¡No, por favor! ¿Cava de La Rioja? ¡Una falta de respeto!". En Poblenou, la pregunta es inevitable: ¿y vinos naturales? "En Alaparra tenía un par de botellas, porque a veces alguien los pedía. Pero aquí en Marieta, ya no los sirvo. La clientela no los echa de menos. Además, hoy en día, en muchos vinos tradicionales la intervención se ha reducido al mínimo".
La pasión que siente por el vino es contagiosa: "Quiero que mis clientes lo disfruten más allá de las modas y las etiquetas. Evito inflar los precios para que puedan tomarse una segunda botella sin tener que pedir un crédito".
Es un alivio saber que, en el barrio con los alquileres más caros de España, lleno de startups que no garantizan salarios justos ni condiciones laborales dignas, tech bros que aspiran a ser el próximo Elon Musk, especuladores inmobiliarios sin escrúpulos, migrantes que se autodenominan expats y tazas de flat white a precio de caviar Almas, aún existen lugares donde poder disfrutar de una copa de vino y una tapita después del trabajo... y llamarlo así, y no afterwork.
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