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Ya conocéis aquel viejo adagio del mercado inmobiliario (extensible a todos los negocios físicos): location, location, location. Es decir, la ubicación de un sitio es decisiva para determinar si la gente se gastará su dinero allí. Y si trabajas bien y pones un buen puñado de huevos en la cesta de la calidad-precio, tienes números para triunfar (aunque no hay una fórmula establecida… Si la hubiera, todos nadaríamos en billetes).
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Es viernes a un menos cuarto del mediodía en el Txiribita (Comtes de Bell-Lloc, 118. De martes a jueves de 19 a 22:30 h. Viernes y sábado de 12 a 23 h. Domingo de 12 a 16 h. Lunes cerrado), y para entrar y caber tienes que quitarte el bolígrafo de la chaqueta, que dejó escrito Francisco Ibáñez. Este es el bar-restaurante de pintxos que acaba de abrir el grupo de Mantequerías Pirenaicas, y para variar han hecho bingo. "Abrimos a principios de enero y ya estamos pensando en una segunda ubicación", me explica Miquel Puchol, la cara visible de una empresa de restauración que está creciendo trabajando de cara a los vecinos, ya sean de Gràcia (La Fonda de Pirenaicas) o de Sarrià-Sant Gervasi, con Mantequerías Pirenaicas o la pizzería Fidelio.
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Txiribita ocupa el inmueble donde estuvo el muy querido Sants Es Crema, que empezó como una brasa de autor y acabó como un bar de bocadillos (entre los mejores de la ciudad) a la brasa. "La idea era hacer pintxos sencillos, pero de buena calidad. Cogimos el proyecto sin saber muy bien qué haríamos. Y cuando entramos y vimos la brasa, pensamos... hombre, algo tenemos que hacer con esto!", exclama.
Los pintxos fríos se recogen en la barra y los calientes se tienen que pedir. Fríos: de ensaladilla rusa, de tartar de fuet, de pastel de escórpora, de pimiento del piquillo relleno de brandada de bacalao, de crema de queso gorgonzola y nueces. Todos a 2,50 €. Calientes, a 2,80 €: de croqueta de chistorra y miel, de croqueta de jamón ibérico y pollo, de chistorra navarra a la brasa, de morcilla de Burgos a la brasa, de hamburguesita con crema de Idiazabal, de langostino a la brasa y de solomillo a la brasa (estos últimos, con un suplemento de 1,40 €). Se nota el toque enriquecedor de madera y humo, la verdad.
Son pintxos sencillos y bien ejecutados, no vendemos ninguna fantasía
"Es un producto sencillo y bueno, bien ejecutado, no vendemos ninguna fantasía", asegura Puchol. Y lo corroboro. Son bocados directos y potentes, bien hechos, y en una ciudad donde los buenos bares de pintxos están casi todos concentrados en el eje Gòtic-Born –a cargo de Sagardi– y Maitea reina en solitario en el Eixample, Sants ha acogido el Txiribita con los brazos abiertos: "Entre semana, mucha gente baja aquí a las siete y vuelve a casa bien cenada a las ocho", explica Puchol (amigos madrileños, no es que nunca salgamos entre semana, es que nos gusta cenar temprano).

Existe la posibilidad de pedir raciones –para compartir, o no– como unas tremendas albóndigas con patatas en salsa vizcaína o un rabo de toro con parmentier para mojar pan. Y también, por supuesto, el pintxo de tortilla de patatas (diferente al de Mantequerías, "aquí se hace como me gusta a mí", puntualiza Puchol). Un poco más cuajada y con mucha cebolla dulce, también merece una visita.

Y sales bien lleno por un ticket de veinte euros justos: devoras tres o cuatro pintxos y compartes una ración, y alegría. "Por 35 euros, saldrías arrastrándote", ríe. Pero sed moderados, que Txiribita promete ser un bar de uso habitual y vale la pena volver muchas veces.
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