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En marzo del 2023, el psicólogo y crítico cultural conservador Jordan Peterson tuiteó una imagen de una botella de agua reflejando la luz del sol con la siguiente frase: “Hay catedrales en todas partes para los que tienen ojos para verlas”. El tuit (tan cierto como cursi) se viralizó y se convirtió rápidamente en un meme. Fotografías de piedras y nubes con formas extrañas, caracoles que salían a disfrutar de la lluvia, comida deliciosa: si te esfuerzas lo suficiente, todo puede ser de una belleza espectacular. Si adaptáramos el meme a la ciudad de Barcelona, lo haríamos con fotografías de nuestros edificios. No hace falta ni entrar dentro de ellos: sus fachadas son catedrales por los ojos más atentos, llenas de mosaicos, vidrieras y balcones de hierro forjado. Pero quizás el elemento decorativo más característico (y más desconocido) del paisaje barcelonés es el esgrafiado.
"Barcelona es una ciudad esgrafiada", explica Teresa M. Sala. Ella es la autora del prólogo del libro Barcelona esgrafiada, un recorrido fotográfico que Lluís Duran ha hecho por los esgrafiados más emblemáticos de las fachadas de la ciudad. Sala explica que Barcelona "sobresale entre otras ciudades europeas debido a la abundancia y la calidad de sus esgrafiados, entre los que destacan diversos repertorios decorativos de flora, fauna y figuras emblemáticos". De acuerdo, pues. ¡Somos una ciudad esgrafiada! Pero, ¿qué es un esgrafiado? ¿Y por qué hay tantos en Barcelona?
"Un esgrafiado es una técnica para embellecer edificios que se consigue rascando: se ponen dos capas de estuco de diferentes colores en la pared, y se rasca la de capa superior para que emerja la de abajo", explica Lluís Duran. Él ha fotografiado más de 200 en las paredes de Barcelona, durante cuatro años de trabajo. El libro que los recoge "nace de un enamoramiento intermitente que tengo con la ciudad, que a veces es fantástica, y a veces no tanto", cuenta.
"Barcelona sobresale entre otras ciudades europeas debido a la abundancia y la calidad de sus esgrafiados"
Sin embargo, la técnica nace en Italia (y la palabra viene de la palabra 'sgraffiare', que significa rascar con una herramienta especial llamada estilete) y vivió un fervor en la Florencia renacentista del siglo XV, donde los palacios nobles y las iglesias se embellecieron gracias a los esgrafiados. Daniel Piferré, historiador del arte, explica que el esgrafiado "implica las tres disciplinas artísticas más importantes": su base es la arquitectura, pero tiene una concepción bidimensional como la de la pintura y se trabaja dando relieve a una superficie, como la escultura.
¿Dónde se pueden ver los esgrafiados más bellos en Barcelona?
Los primeros esgrafiados de Barcelona se encuentran en Ciutat Vella, evidentemente. Allí los hay del XVII, cuando varios talleres de estucadores italianos vinieron a trabajar a Barcelona y llevaron con ellos sus técnicas. En el siglo XVIII, el Raval, el Gòtic y el Born se llenaron de “esgrafiados setecentistas” que son una auténtica maravilla. Tenían influencias italianas y eran bastante realistas. Lluís Duran destaca uno de ellos, en la calle Tallers, donde se puede identificar un dibujo del "ou com balla". En el número 69 de esta calle se encuentra la Casa Tarné, de 1779. Los motivos cuestan de ver porque la fachada está muy envejecida, pero se ven las columnas clásicas, jarrones de flores y, en medio del edificio, un manantial con el huevo bailando.
"El Eixample es el estallido del Modernismo", dice Lluís Duran. Y, por tanto, por la cuadrícula de Cerdà hay esgrafiados por todas partes. Estos son del siglo XIX cuando, después de un siglo en desuso, el Modernismo recupera técnicas decorativas antiguas y les vuelve a poner de moda. Es la época de mayor esplendor y calidad artística de los esgrafiados en la ciudad, que vio nacer talleres de estucadores especializados. La técnica era la misma, pero los motivos eran bastante diferentes que los de Ciutat Vella: se adaptan a los gustos modernistas y eso significa flores, hojas y frutas a raudales, pero también cenefas geométricas, animalitos, figuras humanas e incluso símbolos patrióticos de Cataluña (en el número 130 de la calle Aribau hay una fachada que combina flores con la senyera!).
Algunos son famosísimos, como los de la Casa Amatller y el Palau Macaya (mientras que Gaudí no sintió predilección por la técnica, otros arquitectos como Puig y Cadafalch sí que la promovieron en sus edificios). "Llama la atención que los esgrafiados del ensanche son un estallido de colores, mientras que los del setecientos eran monocromos", como los que hay en la Casa Antoni Pàmies, en la calle de Enric Granados.
Pero la fiebre de los esgrafiados no murió en estos dos distritos de Barcelona, y hay ejemplos por toda la ciudad. En Gràcia (en calles como Gran de Gràcia y la Rambla del Prat), la Barceloneta, el Poble-Sec y Sant Antoni encontrará: únicamente hay que caminar con los ojos bien clavados en las fachadas. En la calle del Clot número 82, un bloque de viviendas luce un esgrafiado publicitario sobre la electricidad bastante original. Todo apunta a que era el reclamo de un electricista que tenía su tienda en la planta baja.
¿Por qué hay tantos esgrafiados en Barcelona?
Cuesta saber cuáles son los motivos que hacen de Barcelona una ciudad llena de esgrafiados, pero existen varias hipótesis que ofrecen respuesta a la pregunta. Por un lado, existe la conexión con el Renacimiento Italiano: algunos historiadores del arte ven el germen en la misión que se encomendó al fray Joaquim Juncosa (1631-1708) de ir a aprender la técnica a Roma. Por otro lado, también está la proximidad con la ciudad de Segovia, que fue un punto de conexión entre los relieves mudéjares y los relieves renacentistas italianizantes del siglo XVI. Y finalmente, Barcelona no sería lo que es sin el Modernismo y el Novecentismo, que quitaron el polvo a esta técnica. Además, la ciudad albergó dos exposiciones universales que fomentaron la llegada de revistas ilustradas y nuevos gustos, como los diseños naturalistas de William Morris.
"Con la excusa de este libro he descubierto detalles de belleza en mis sitios habituales"
En Barcelona existen más de 1.500 fachadas con esgrafiados, la mayoría restauradas. La pregunta que deberíamos hacernos ahora es si el barcelonés sabe qué está viendo, cuando mira los edificios que le rodean. La realidad es que no conocemos nuestro patrimonio arquitectónico, y por eso Lluís Duran quiso poner su granito de arena a difundirlo: “Yo vivía en la calle Aribau con Consell de Cent y allí hay un magnífico edificio esgrafiado. ¡Y nunca me había fijado! Con la excusa de este libro he descubierto detalles de belleza en mis sitios habituales. Como cuando aprendes una palabra nueva, ¡que no puedes parar de escucharla en todas partes!”, explica. Añade que los esgrafiados son irrepetibles, hoy en día ya no podrían hacerse porque cada vez hay menos artesanos que conozcan la técnica y, además, habría que destinarle mucho tiempo y mucha mano de obra. Por eso hay que darle el valor que tienen: “Decir, mira qué cosa tan bonita que tenemos, disfrutémosla y conservémosla. Todo lo que nos rodea es un patrimonio que es nuestro y debemos defender”.
