[title]
"Piensa que el cartel 'de se alquila' no llegar a estar colgado. Pasé por ahí delante cuando lo estaban poniendo, y con una llamada y paga y señal bloqueé el alquiler". Esto me lo explica Bruno Balbás, socio y propietario con su pareja, Sofia Matarazzo, del grupo de restauración Banco de Boquerones, con restaurantes en el casco antiguo de Barcelona como Casa Ràfols o Elsa y Fred Gastrobar. A finales de marzo reabrieron Casa Leopoldo, quizá el restaurante más mítico y mitificado de la Barcelona moderna, sobre todo por los libros de Montalbán y Carvalho, siendo escritor y personaje de ficción, más que clientes asiduos, residentes no empadronados en esta esquina de la calle San Rafael del Raval profundo.
Satisfecho, Balbás me cuenta que "se nota el esfuerzo de la anterior propiedad del restaurante –los cocineros Òscar Manresa y Romain Fornells– por evitar la degradación del establecimiento". No han hecho grandes cambios estéticos (y tampoco podrían hacer demasiados, porque las maravillosas baldosas portuguesas, de 1929, año de apertura, son patrimonio catalogado). Eso sí, en el salón de la entrada se nota el toque Banco de Boquerones, con un banco que recorre la pared, tapizado con el mismo color crema de las sillas Thonet (las mismas que hay desde tiempos inmemoriales).
Otras pequeñas innovaciones son una mesa dedicada a Manuel Vázquez Montalbán –donde pasaba horas y horas comiendo y escribiendo– y haber erigido un salón privado de color rosa en honor a Rosa Gil. Y sobre todo haber convertido una de las salas del lugar en una estancia también dedicada a Manuel Vázquez Montalbán, en la que Balbás quiere que se hagan tertulias y presentaciones culturales. Casa Leolpoldo es un restaurante muy grande en el barrio con mayor densidad de Europa. Y esto se nota en un espacio de techos bajos que ha mantenido la dimensión humana y la calidez.
Cuando la familia Gil se vendió el restaurante, en el 2015, desaparecieron la mayoría de fotografías firmadas por artistas, escritores y toreros, pero Balbás y Matarazzo han podido recuperar el impresionante cartel gigante de una corrida de toros de la Plaza de la Barceloneta de 1912 y han comprado otros originales (Por si alguien no lo sabe, Casa Leopoldo fue un templo taurino progresista; la última propietaria de la familia fundadora, Rosa Gil, es hija de un torero republicano, Germán Gil. Ella se casó con el torero portugués José Falcón, con tanta desgracia, que el torero murió por una cornada, ocho meses después de haberse casado, el 11 de agosto de 1974. Falcón fue el último torero que murió en la Monumental).
Balbás lamenta la desaparición del libro de visitas, y aprovecha para recordar una grandiosa anécdota de la tremenda Rosa Gil, una mujer que, sin duda, los tiene como un toro (si me permitís el obsoleto símil taurino): una vez, el Borbón de turno vino a comer con su esposa griega. Juan Carlos quiso firmar el libro de visitas, pero Gil le alargó el volumen a Sofía: "Aquí firma tu mujer", le soltó Gil, arisca.
¿Pero se come bien, en Casa Leopoldo?
Vale, la comida. Quien escribe, recuerda comerse, hacia el 2009, un delicioso pollo con cigalas en presencia de Gil, y recordar cómo ella explicaba que el restaurante del antiguo Chino "fue la puerta de entrada del mar y montaña en Barcelona". No sé si esta afirmación tan contundente es cierta (pero puede muy bien ser, porque el libro 'La Teca' de Ignasi Domènech, best-seller recuperador de la tradición popular catalana frente a la cocina afrancesada, es de 1924 y Casa Leopoldo abrió poco después).
Es muy agradable ver la cocina de Casa Leopoldo llena de ollas a pleno rendimiento y de guisos que hacen chup-chup. "Nada de lo que vas a comer aquí ni en ninguno de nuestros otros restaurantes está hecho en una cocina central, todo sale de cada cocina", dice orgulloso Balbás. Albert Pineda está al frente de los fogones, y el jefe de sala es Stephan de Los Años Locos, un maravilloso restaurante de brasa que cerró hace unos años.
¿Pero se come bien? Lo cierto es que la mar de bien, y a un precio más contenido que en la etapa vintage. El suquet de rape es denso, con una buena picada, y el pescado es fresco y evita la textura de chicle como demasiado a menudo ocurre con este plato. Han mantenido platos canónicos de la casa, como la cola de buey al vino tinto, hecha según la receta que dejó escrita Rosa Gil. Es bien buena y se deshace en la boca, y también tiene un buen equilibrio con la gelatina.
No queremos que la ciudad pierda este patrimonio, por eso hemos reabierto Casa Leopoldo
Y estoy seguro de que Terenci Moix no pondría ninguna pega a unos deliciosos chipirones salteados con guisantes frescos del Maresme, o a innovaciones como los pies de cerdo sin trabajo con manzana e hinojo. "Hemos intentado hacer como si el restaurante nunca hubiera cerrado y la cocina hubiera mantenido su progresión. Somos un negocio, claro, pero no queremos que la ciudad pierda un patrimonio así. Por eso nos hemos arriesgado a hacernos cargo de Casa Leopoldo", afirma Balbás.
¿La nostalgia es un error? Esto afirmaba Jose Luís De Villalonga en uno de sus libros de memorias, y esto se pregunta un cliente histórico de Casa Leopoldo, el periodista y escritor Ramón de España, a propósito de la reapertura. Lo entiendo, pero disculpad la obviedad: la nostalgia solo es un problema si eres tú quien la sufre. Tras devorar la cola de buey entre azulejos, quien escribe se pregunta qué problema hay que en el antiguo Chino –hablo del barrio, no del restaurante chino de menú en el que se convirtió Casa Leopoldo unos meses en 2022– con exceso de hamburguesas, falafel y tacos, recupere un lugar de cocina catalana donde se come muy bien y tiene uno de los salones más bonitos de la ciudad. Ninguno de nosotros es la misma persona de hace quince años, ¿no? Pero no por eso vamos a cambiar de nombre.
NO TE LO PIERDAS: Los mejores restaurantes de cocina catalana de Barcelona