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Cuando se acerca todos Los Santos, emerge por unos días el Túnel del Terror de Trinitat Vella. Y en el Parque de Atracciones del Tibidabo se encuentra el premiado Hotel Krüeger, toda una institución. Pero la única atracción terrorífica que existe en el núcleo urbano de Barcelona es el Nightmare Horror Museum (Argenteria, 57. T. 688 87 94 70), en el corazón del Born. La entrada es bastante impresionante: un palacete de finales del siglo XIV que tiene incrustados unos enormes rosetones en el vestíbulo, procedentes de Santa María del Mar.
Eretz Miterani, el director de la atracción, explica que llegar hasta aquí ha sido un trabajo muy arduo: "Estuvimos cuatro años preparando este proyecto, y justo cuando abrimos llegó la pandemia. Acabamos de reabrir, y se puede considerar que es un trabajo en progreso". Miterani niega que sea un túnel del terror: "Esto es un museo del horror, un laberinto 500 m2 en plena oscuridad", puntualiza.
Vale la pena ver la entrada y el vestíbulo, diseñados por el artista mexicano Javier Arango Garfios (que tiene obra expuesta en el CCCB): un compendio de elementos terroríficos que van desde los payasos asesinos a las iglesias de huesos (¡hay calaveras hasta en la escobilla del váter! Y huesos animales enormes). Miterani está orgulloso de su oficio: "Llevo veinte años en el negocio de asustar, antes en el Canadá, y creo que hemos llevado el miedo a un nuevo nivel" (risa malévola).
Es un terror interactivo y divertido, pero aquí no se viene a sufrir
El artista del susto previene que "esta es una experiencia muy interactiva, pero no te pondremos en situaciones que te traumaticen. No tiene nada que ver con esas casas del terror extremo a las que vas a sufrir. Somos 'entertainers', queremos que lo pases bien", matiza. Que puedan entrar chavales de 14 años y que la salida escupa todo el rato a gente partiéndose de risa lo demuestra. Y quien quiera, puede gritar la palabra de seguridad ("pesadilla") y será guiado a la luz del sol: para su vergüenza, pasará a engrosar el contador de gallinas a la salida.
Túneles secretos y paredes que se mueven
Pero hay que advertir que estar ante la puerta del laberinto del terror, a punto de entrar, acojona mogollón. En el más puro estilo mayordomo de Drácula con candelabro, nos advierten que "las paredes del laberinto se mueven, y hay túneles secretos que conectan el palacio con la catedral, algunos hasta a ocho metros de profundidad".
No vamos a revelar, claro está, el contenido del paseo por el laberinto del horror. Por 20 euros, os esperan emociones fuertes, mucha oscuridad, antagonistas terroríficos y un recorrido de entre veinte minutos o media hora en el que tendréis que poner en juego los cinco sentidos. La Navidad es una época deliciosa para leer cuentos de miedo (de M.R. James o de Dickens, por ejemplo). ¡Pero también para vivirlos!
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