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Lo han vuelto a hacer. El Grupo La Confiteria, que en 2016 abrió la coctelería Paradiso, escondida tras un bar de bocadillos (el magnífico Bar Pastrami de Rooftop Smokehouse), está a punto de inaugurar una nueva coctelería escondida o 'speakeasy', según ese anglicismo tan cursi que gusta a tanta gente.
Monk, que abrirá el próximo mes de octubre, está en la calle Abaixadors, 10. Y funcionará escondido tras un supermercado 24 horas. ¿Qué tiene que ver un monje ('monk') con una tiendecita de patatas chips y refrescos? "Porque el inmueble parece una iglesia, es un local enorme dentro de un edificio muy antiguo, con arcos y bóvedas de principios del siglo XIX, muy mágico", explica Lito Baldovinos, gerente del grupo. "Será muy divertido: tú abres una puertecita al fondo del colmado y ya estarás dentro de Monk", revela.
Monk está donde estaba el restaurante La Lluna, que cerró durante la pandemia. Cada coctelería de La Confiteria tiene una personalidad fuerte y definida: la de Monk será "una fuerte relación con el arte moderno, te encontrarás con instalaciones de arte inmersivo muy orientadas al trabajo de James Turrell, incluso en los aseos", detalla. La luz jugará un papel muy importante: Baldovinos habla de "reflejos, diamantes, una gran barra y un bar iluminado".
Prefieren llamarla "la hermano mayor del Paradiso" –listado como tercer mejor bar del mundo en la 50 World's Best Bars– que la pequeña. "Porque consideramos que es un paso más allá de lo que hicimos con Paradiso", valora Baldovinos. Es una apuesta ambiciosa: además de la coctelería, habrá un club con DJ, con capacidad para cincuenta personas, y en el que se podrá bailar. En el club habrá una segunda coctelería con cócteles de tirador.
El estilo de coctelería, por supuesto, "será muy Paradiso, muy visual pero muy orientado al sabor". Giacomo Gianotti –campeón del mundo de coctelería y director de Paradiso– es su director creativo. Estamos seguros de que pronto habrá tortazos –bueno, más bien colas– para entrar a tomar una copa.
Recordad que Monk está en Abaixadors, una calle noctámbula con caché y tradición: en Abaixadors, 9, en la finca regia de enfrente, durante los años setenta, reinó el Little Castle, una discoteca ambientada como si fuera un castillo. Y en 1999 abrió Astin, un bar musical donde los modernos de Barcelona calentaban motores antes de ir al Nitsa (todavía podéis ver la estatua que clavó Juanjo Sáez con Loctite). Monk es un nombre y un concepto que encaja mucho en este contexto.
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