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Los catalanes llevamos el pan con tomate en la sangre. Cuesta imaginar un hecho diferencial gastronómico más catalán que el pan con tomate. Si no fuera imposible de argumentar —los tomates llegaron a la península con el descubrimiento de América— seguro que algún iluminado diría que la cocina catalana se fundó en el siglo VII a.C. con una sacerdotisa frotando pan con tomate bajo el pino de Empúries.
Pero ¿cuántas veces nos ha decepcionado un pan con tomate mediocre? Ya sea desayunando en un hotel —esto pasa a menudo en Madrid— o en casa de un amigo demasiado tacaño como para comprar buen pan y tomates de rama decentes. Pues bien, Jordi Vilà, estrella Michelin por Alkimia y uno de los grandes conocedores de la cocina catalana, nos ofrece un truco muy sencillo para mejorar nuestro pan con tomate.

Atención a su versión favorita del asunto: tostáis a la brasa una rebanada de buen pan de payés, la restregáis y aliñáis por la cara tostada. Y justo después, la pasáis un momento por la brasa por la cara blanca y os la coméis. "Tiene que ser ser un proceso ágil, porque si no el tomate coge temperatura y le sale la acidez, y será como comerse una tostada con salsa de tomate", advierte Vilà.
Pero si lo hacéis así, tendréis una tostada alveolada, esponjosa y crujiente por ambas caras, con toda la grasa celestial del AOVE conjuntada con el tomate recién restregado. La calidad de los tomates y del aceite de oliva virgen extra la damos por supuesta, claro.
Y Maria Nicolau, experta en hacernos corregir procesos básicos que solemos estropear, añade: "¡Lo tienes que restregar con mucha mala leche! ¡Que no parezca que ha sido un accidente! ¡Hay que restregarlo con mala hostia y el tomate tiene que llegar a todos los bordes del pan!". Así que ya lo sabéis: ¡tostado a la brasa y bien aplastado!
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