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¿Mar o montaña? El verano de 2024 ha ganado sin duda esta segunda opción. Si por desgracia existen los refugiados climáticos, este año ha sido el verano del turismo climático en Cataluña: la ocupación del turismo interior ha sido prácticamente del cien por cien. En la Cerdanya encontramos el ejemplo más rotundo: el turismo residencial de esta temporada se cifra en 100.000 visitantes (¡en una comarca que tiene una población de 19.000!). Un visitante de la Cerdanya que, pongamos que quiera hacer cicloturismo, a estas alturas ya debe sentirse como el que circula por el carril bici de Pujades destino la Rambla. Servidor siempre ha pensado que el turismo sostenible de verdad es aquel que apenas se percibe. Quien viaje a Cerdeña –no a la Cerdanya– descubrirá, en algunas partes, un país verde y marinero como era el Ampurdán de hace 25 años. Y quien pase unas vacaciones en el Parque Natural de Urbasa, en Navarra, descubrirá que relativamente cerca de Catalunya existe una zona verde maravillosa, ideal para visitar en familia, con temperaturas frescas en agosto y una incidencia turística muy limitada.
"Urbasa" significa bosque húmedo. A 1400 metros por encima del nivel del mar, la Sierra de Urbasa alberga un parque natural que ejerce de frontera geográfica entre la zona bioclimática mediterránea y atlántica de la península. Las fronteras suelen ser lugares remarcables, y Urbasa no escapa a esta norma. A los catalanes nos fascina el Hayedo d'en Jordà. Bien, pues Urbasa presume de uno de los hayedos más espectaculares del mundo. La Hayeda Encantada de Urbasa, que se puede recorrer sin ningún desnivel en un paseo de ocho km, es un lugar para andar muy despacio y recordar que los árboles son seres vivos.
Absolutamente cubierto por musgo y hojas, el verano aquí es incapaz de romper la penumbra amistosa, y en pleno agosto solo escucharás el susurro del viento y cómo se arquean las copas de los árboles. Boquiabierto, pasarás por delante de formaciones de roca caliza cubiertas de vegetación y árboles centenarios fagocitados por setas, como en un escenario del Señor de los Anillos. Y por supuesto, no hay la frecuencia de paso de plaza Catalunya, como ocurre en la Garrotxa o el Alt Berguedà. Hay muy poca gente, pero el camino está marcado por balizas de madera, lleno de bancos donde sentarse a contemplar los mastodontes rocosos y arbóreos.
En un atiplano a 1400 metros, Urbasa dispone de rutas de bicicleta y senderismo ideales para hacer en família
La carretera N-718 atraviesa el parque. Cruzarla en bicicleta justifica ya justifica la una visita: una ruta serpenteante de unos 40 kilómetros, ideal para pedalear. Llegados a este punto, cabe decir que en Urbasa se puede exprimir un rendimiento fenomenal al cicloturismo: la altura de la meseta es de unos 1400 metros por encima del mar. Si subes desde el lado del pueblo de Olazti, la elevación será inmediata y abrupta, y disfrutarás de una vistas de película de todo el valle, que compiten sin problemas con lugares de postal noruega como Rondane. En estos momentos, la Comunidad Foral de Navarra está potenciando su oferta de cicloturismo enfocada a todos los públicos, como demuestra su presencia en la feria Sea Otter Europe en Gerona.
Una vez llegues al Centro de Interpretación, el rompepiernas y las curvas –unos siete km de sufrir un poco, aceptémoslo– se nivelan y queda por delante de ti una vía amable con la que puedes tener una visión panorámica de Urbasa. Cabe decir que el cicloturismo en la sierra de Urbasa es poco caudaloso, si lo comparamos con Girona –en tres días de agosto me topé con dos únicos grupos de ciclistas– y mucho menos el familiar.
Esto significa que tienes mucho campo para correr en un espacio maravilloso. La sierra de Urbasa es un punto estratégico de rutas en bicicleta de montaña de dificultad fácil y mediana. Si no llevas tus bicicletas, las puede alquilar a Mendi E-Bike, un servicio de bicicletas eléctricas con todo incluido –casco, seguro y kit de reparación– que también podrá suministrarte información sobre rutas y visitas, e incluso un guía. Con una batería eléctrica en el culo propulsándote los muslos, las cuestas se hacen rápidas y fáciles. Puede tomar, por ejemplo, el itinerario circular de Otxaportillo, y disfrutar de paisajes frondosos que de repente se convierten en parajes lunares (paraos a contemplar la escultura de José Ramón Anda dedicada a los asesinatos por el franquismo. Inaugurada en 1980, ha convertido la cima de Otxaportillo en un lugar de memoria histórica).
Desde este circuito –que podéis hacer en un solo día, si sois aguerridos, o segmentado si vais con calma– se accede a los puntos clave de Urbasa. Una visita obligada es el Balcón de Pilatos: un espectacular mirador a 900 metros de altitud, donde si resbalaras caerías por una pared de piedra horizontal a un abismo de 300 metros de profundidad (tranquilos, una valla delimita el paseo). Dejad la bicicleta en la puerta de entrada, y podréis acceder a pie a una caminata de unos tres kilómetros –ida y vuelta– con unas vistas que cortan el aliento, de todo el valle de Améscoa y el nacimiento del río Urederra. Y sobre todo prestad atención para disfrutar del majestuoso despliegue aéreo de milanos reales, quebrantahuesos y buitres (pero como decía ¡pisad firme! ¡Que si no, serán los buitres los que disfrutarán de vosotros!).
Urederra, por cierto, significa literalmente "agua hermosa". El nombre se queda corto: desde la localidad de Baquedano, muy cerca del mirador de Pilatos –una media hora en bicicleta– comienza un paseo que culmina en el nacimiento del río (aunque no se puede acceder a los últimos 300 metros por ser un espacio natural muy protegido). La excursión son ocho kilómetros a pie, ida y vuelta, y el recorrido es mágico: el caudal brota de un acuífero sótano y atraviesa un bosque de hayedos.
Por el camino, vuestros ojos quedarán hipnotizados por las tonalidades del agua, mezclándose con vegetación y piedra, y modulándose en forma de saltos, pozas y pequeños estanques tranquilos. El color es un turquesa que parece sobrenatural, por un fenómeno óptico único en España, resultante de la pureza del agua y el color blanco del carbonato cálcico del fondo del río. Ojo, que esta es una atracción turística de primera magnitud: el acceso es gratis, pero tiene un aforo diario limitado a 500 personas para evitar la masificación.
Llegados a este punto, cabe decir que aquí las cosas van a otro ritmo que en otros destinos de montaña más familiares para los catalanes, como, ejem, el Valle de Núria o el Montseny. ¡Por la carretera principal de Urbasa campan, con indolencia y pachorra, familias enteras de burros, vacas, caballos y ovejas! Si vas en coche, es muy probable que tengas que interrumpir el tráfico hasta que los preciosos borricos hayan satisfecho las ganas de pasear (si va en bicicleta y con niños, detenerse a interactuar con la fauna es uno de los momentos álgidos del viaje).
Por otra parte, es refrescante estar en un territorio que ofrece recorridos extraordinarios, sin masificación, y donde la industria turística no está abocada a satisfacer –o crear– necesidades a los visitantes. Un buen ejemplo: el Camping Urbasa, de tres estrellas, en medio del parque natural, ofrece una serie de alojamientos que van desde el espacio de acampada pelado hasta un bungalow con cocina para cuatro o seis personas, pasando por el glampin, a precios contenidos y un restaurante con una cocina vasco-Navarra de lo más suculenta y bien hecha.
Aquí no hay piscina, ni spa, ni monitores de fitness ni un buffet de poke bowls ni una coctelería vecina que sirve bocadillos belgas (como hay en un famoso camping de la Costa Brava. Pero el de Urbasa está equipado un centro de cicloturismo con taller, garaje y mantenimiento). Aquí 'solo' existe la confortable austeridad de la naturaleza, el aire frío y fresco y las noches de buen dormir.
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