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No son buenos tiempos para la escena del bocadillo creativo en Barcelona. Haberlos haylos, pero muy por detrás de las omnipotentes hamburguesas. Y recientemente, los que preferimos aferrarnos a un buen bocadillo hemos sufrido un mazazo: el clásico Sants Es Crema anunció su cierre para el próximo nueve de marzo, y el exquisito Walló de Lollo Vuoturni finiquitará el negocio en esas mismas fechas.
Pero cuando se cierra una puerta se abre una ventana: a escasos metros de Walló, en una esquina de la calle Casanova, acaba de abrir Dillos, un bar de bocadillos de autor que nos va a dar muchas alegrías. La infraestructura es mínima, pero suficiente: tras la cristalera, una barra con quatro taburetes y un mostrador tras el que preparan y despachan los bocadillos: la mayoría de la clientela compra los bocadillos para llevar.
Dillos es el invento de una pareja de venezolanos, Marien y Haníbal, que después de diez años trabajando en food-trucks en Argentina, decidieron dar el salto a Barcelona. "Como verás, hay una línea muy fina entre lo artesanal, lo industrial y lo cutre", ríe Haníbal, tras la barra de un local que se ve fabricado con sus propias manos: talmente parece un 'food-truck' incrustado en una esquina de l'Eixample, con chapa de contenedor portuario mezclada con madera y azulejos.
"Ese es el concepto", explica Marien, "ofrecer lo mismo que hacíamos en el 'food-truck', pero sin ruedas, y queríamos un punto de calidez", explica. La misma calidez casera que encontraréis en bocadillos de fuego lento entre panes –de Baluard y Cloudstreet Bakery– con recetas que remiten a la América Latina, "pero sin casarse con ninguna cocina en concreto".
La estrella de la casa es el Brisket Dillo, falda de ternera cocinada a baja temperatura durante 36 horas, con queso emmental, canónigos, cebolla morada y mayonesa huancaína: un mordisco de placer lleno de matices que se funde en la boca; menos el pan, todo se elabora desde cero, pasando por ketchups de diversos sabores e incluso el yogur con cilantro y el kimchi de la otra estrella de la casa, el Pork Dillo, cerdo estilo asiático desmechado asado 24 horas (no voy a decir 'pulled pork' una vez mas. Ups, lo hice). La bolleria de los desayunos también es de producción propia, por cierto.
En un mundo, el del bocadillo gourmet y la hamburguesa, en el que se están cometiendo abusos, es muy de agradecer que sus precios se muevan entre los 10 y los 12 euros. Y existe la posibilidad de pedir el bocadillo (muy generoso) en tamaño mediano (que no pequeño) por ocho euros. Este es un lugar para agarrar el bocata y, no echar a correr, sino caminar perezosamente y saborearlo lento (también hay cuatro taburetes dentro con vistas a Casanova).
A Hanibal y Marien les encanta el rock and roll. En una esquinita superior de la barra, un altar erigido en memoria de San Lemmy Kilmister de Motorhead, entre cervezas y tanques, nos recuerda que hemos nacido para perder, pero vivimos para ganar.
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