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El enjambre cuadriculado de edificios y calles que conforman el Eixample lo hacen reconocible a vista de pájaro. Separado en derecha e izquierda por el paseo de Gràcia, encontramos chaflanes, edificios modernistas de gran valor artístico y calles diseñadas a golpe de regla y racionalidad. Este podría ser un retrato superficial de lo que en realidad se cuece en uno de los barrios más poblados de la ciudad, falto de espacios verdes y plazas y que registra precios de alquiler en escalada.
Marcado por un plan Cerdà alterado en el tiempo, ya que el artífice del Eixample pensó la mayoría de los patios interiores de manzana como grandes parques para los vecinos, el Eixample es un barrio en el que parecía que se hacía poca vida, cada vez más enfocado a los pisos turísticos y con un comercio de proximidad agonizando. Pero en toda Galia hay un pueblecito que resiste y persevera, y que en la Izquierda del Eixample lleva por nombre Espai Germanetes - Jardins d'Emma, un caso único de éxito en la ciudad basado en la autogestión de espacios por los vecinos del barrio. La poción: un huerto urbano. Los druidas: un centenar de vecinos que defienden el solar donde había habido el convento de las Hermanitas (Germanetes) de los pobres. Uno de ellos es Joan Marc (Jota), una especie de Astérix lleno de energía, que conoce bien el proyecto desde los inicios y que nos abre las puertas de un huerto en el que, además de tomateras, también se planta y se hace crecer una cosa muy valiosa: el sentimiento de barrio.
La isla que se creó desde cero
Pocas manzanas de viviendas del Eixample pueden rehacerse de cero, sin que un promotor privado sea el propietario. No es el caso de la manzana que ocupaba, mayoritariamente, el antiguo convento de las Hermanitas de los pobres, 5.500 m2 de solar que en 2001 volvían a la casilla de salida. Las llaves del solar pasaron de mano en mano, primero por las del Hospital Clínic, después por las del Ayuntamiento, que idea un plan muy similar al actual y, finalmente, cae en las peores manos, en las de la degradación.
Es en este momento cuando se despierta el embrión de Germanetes, lo hace a través de una asamblea del barrio creada en la movilización del 15M y que acaba con la concesión para gestionar 585 m2 del solar. "Esa fue una primera conquista, el inicio de todo, allí decidimos alzarnos y decirle al Ayuntamiento que existíamos y que, por poco que fuera, ese trocito de barrio sería para los vecinos" dice orgulloso Jota. El 24 de enero de 2014 abrían por primera vez el huerto urbano y los espacios comunitarios, el 24 de enero florecía una nueva forma de entender el barrio.
¿Qué es hoy el Espai Germanetes?
Pronto hará siete años de esa pequeña gran victoria en forma de huerto urbano y espacio polivalente al aire libre. "Éramos un pequeño rinconcito de un gran solar que todos identificábamos como casa y eso era ya maravilloso", dice Jota y añade "que solo era el embrión, hacía falta abrirnos todavía más, tejer más barrio y presionar para que se culminara el proyecto". El proyecto del que habla Jota es el plan ideado por el Ayuntamiento que incluye la construcción de vivienda social para gente mayor, un instituto, una guardería y la habilitación de los Jardines de Emma. Siete años después se ha culminado el 80% de lo que se prometió, en octubre se inaugura la guardería y solo quedará hacer realidad los edificios de pisos, ahora mismo paralizado por incumplimientos con la constructora.
La transformación del solar que ocupaba el antiguo convento empezó en 2014 con la construcción del Institut Viladomat y desde entonces el Espai Germanetes no ha parado. "El Mercado de payés que se celebra cada sábado es la otra joya de la corona, nos visita mucha gente, los tenderos están muy contentos y para nosotros es la electricidad que hace que Germanetes se mueva". Cada segundo y cuarto domingo de mes programan los vermuts dominicales con talleres, paellas populares, conciertos y espectáculos que "celebramos directamente en el chaflán", dice. Si el Mercado de payés es la electricidad, los huertos (Espai Nur, Aula Viva y Germanetes) son el engranaje que hace latir toda la asociación, que ya cuenta con unos 130 voluntarios. "Ahora mismo hay más de 100 especies diferentes de plantas", dice Jota con un uso del posesivo "nuestro" que le sale de dentro. "Buscamos un barrio más verde y más vivo y por eso es necesario que nos reconozcamos en esos puntos de encuentro que son de todos, solo así se puede llegar a superar la identidad de barrio dormitorio", explica Jota.
Confinamiento y otras luchas pendientes
"El confinamiento fue un revulsivo para el Espai Germanetes", asegura Jota. "Muchos vecinos se dieron cuenta de que había un huerto cerca de su casa para poder estar en contacto con la naturaleza, aunque sea urbana". A pesar de esto el Espai se vio afectado en cuanto a la programación cultural y de actividades aunque fue "el gran refugio" de la gente mayor para distraerse mientras cuidaban el huerto o los Jardines Emma, el único patio interior de manzana de la ciudad que depende directamente de los vecinos y no de Parques y Jardines del ayuntamiento. Los huertos no fueron solo "una válvula de escape" para los vecinos, sino que también participaron en iniciativas como la Red de Alimentos, impulsada por el Casal de Joves Queix, y que asistía a familias vulnerables y llevaba alimentos a gente mayor que no podía salir de casa.
El Espai Germanetes quiere volver, como todos, a la normalidad con su bullicio de gente de todas las edades, asambleas semanales, mercados, jardineras y espacio abierto. "Nuestra prioridad ahora es que acaben de construir los pisos para la gente mayor y que dejen de ser un agujero de ratas y suciedad", dice Jota, y añade que "la próxima conquista es ampliar el espacio de huerto y consolidar el proyecto de arte urbano Nur Gallery en las paredes del Espai Nur". Con la vista puesta en transformar el espacio en un punto de encuentro amable, vivo y activo de los vecinos de la Izquierda del Eixample.