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En septiembre del año pasado nos llegaba la noticia de que la Unión Europea prohibía la venta de purpurina y microperlas exfoliantes para restringir los microplásticos añadidos intencionadamente. Si bien la medida es un gran paso en la lucha por combatir la crisis climática (y lo celebramos), este gran evento lleno de 'brilli-brilli' se ha tenido que reinventar.
Se trata del mítico Carnaval de Sitges, que este año se ha visto obligado a emprender nuevas ideas de decoración frente a esta restricción. Los grupos que conforman las 40 carrozas de la festividad han encontrado algunas soluciones, como el uso moderado de excedentes de purpurina de otros años u optar por pinturas más vivas, para no perder el estilo 'brilli-brilli' que dota de vitalidad a todos los elementos. Algunas entidades también han decidido comprar purpurina biodegradable, que llega a costar más del doble que la convencional.
El presidente de la Comisión del Carnaval de Sitges, Jordi Andreu, ha explicado que la llegada de las políticas europeas para reducir el uso de los microplásticos "primero asustó a todo el mundo" y que dudaron si se prohibiría totalmente el uso de la purpurina pero "por suerte, la normativa veta la venta de nuevo material, pero permite utilizar los remanentes que tengas de años atrás".
También celebra la letra pequeña de las medidas la presidenta de la entidad Prado Suburense, Sandra Rubí, quien bromea diciendo que "tener un saco de purpurina se ha convertido casi en tener droga escondida". La cabeza de este grupo, que tiene catorce carrozas, ha explicado que están administrando los restos que les quedan "muy bien" para que les dure "mínimo un par de años". Para ello, Rubí confiesa que "hay elementos que normalmente pintaríamos con dos o más capas y ahora solo hacemos una". De hecho, con los años, la purpurina había evolucionado mucho en cuanto a colores y grosores, lo que les había permitido "ganar cada vez más vida".
La purpurina biodegradable ha sido una alternativa que algunos grupos han decidido probar, pero las pocas que se han atrevido lamentan que sea muy cara. Mientras un kilo de purpurina convencional, en 2023, costaba 26 euros, la opción 'bio' puede llegar a valer más del doble. "Habrá que ver si realmente la purpurina biodegradable es una opción real", dice Jordi Andreu, quien cree que la opción más factible es que las entidades diseñen alternativas.
Las medidas restrictivas no han cogido por sorpresa al Carnaval de Sitges. De hecho, las veían a venir, según ha explicado el presidente de la entidad Independents, Frances Figueras. Es evidente que el uso de estos microplásticos no favorece al medio ambiente, por eso las entidades "están muy mentalizadas" a reducir al máximo su uso "para no realizar hacer gasto climático", dice Figueras.
A pesar de la incertidumbre de cómo evolucionarán las alternativas ideadas, las entidades aseguran que el brillo está garantizado. Si no pueden vestir de 'brilli-brilli' las carrozas, lo harán a pie de calle con más maquillaje, telas brillantes y plumas exuberantes.