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Si hoy en día te encargan un logo, lo haces con el ordenador y envías el archivo por correo electrónico, pero el que hizo Joan Miró pesaba más de 200 kilos, tenía 5 metros de largo por 2 de alto y estaba hecho de lana, algodón y cáñamo. A finales de los setenta, el artista recibió un encargo: renovar la imagen de 'La Caixa'. El resultado fue una obra de grandes dimensiones hecha con el artista textil Josep Royo que hasta 1984 se expuso en el Museu de la Ciència (el CosmoCaixa actual), y después se trasladó al vestíbulo de la sede central de la entidad, donde solo sus trabajadores y visitantes lo han podido ver estos últimos 38 años. Pero esto ha cambiado: ahora, el tapiz que se conoce como 'La estrella de Miró' se puede ver en el CaixaForum de Barcelona y estará al menos dos meses. El objetivo es poder restaurarlo y dar la oportunidad al gran público de contemplar esta obra después de casi 40 años, y enseñar también su reverso por primera vez. Se puede ver gratuitamente, pero es necesario hacer reserva previa.
Este es uno de los siete tapices monumentales en aquellos años: primero, con la colaboración de Royo, Miró hizo el tapiz de Tarragona. Después, hizo el destruido tapiz del World Trade Center y el tapiz del National Gallery, y finalmente creó los tapices de la Fundación Miró, la Fundación 'La Caixa' y la Foundation Maeght, elaborados en el telar de La Farinera (Tarragona).
Los trabajos de restauración se llevarán a cabo en horario de apertura del centro y se compartirán con los visitantes con el objetivo de dar a conocer procesos esenciales en la vida de una obra de arte, pero que normalmente no son accesibles al público. Además, en la sala donde se restaurará la obra se ha preparado un pequeño proyecto museográfico, con imágenes, vídeos y textos, que recupera la historia del tapiz y da nuevo valor a la técnica textil, así como al trabajo del equipo de colaboradores de La Farinera, formado sobre todo por mujeres, protagonistas desconocidas cuando se habla del tapiz.
La historia del tapiz
En un primer momento, se acordó que Miró pintaría el esbozo para un tapiz que se expondría en la sede central. El objetivo era que un artista catalán de proyección internacional creara una obra a partir de un elemento icónico que sirviera como imagen corporativa de la entidad, al estilo de la estrella de ocho puntas con forma de asterisco. Pero cuando recibieron el dibujo, el artista había cambiado la propuesta inicial y convirtió el asterisco en una estrella de cinco puntas con dos astros. Al cabo de unos meses, se aceptó que la estrella de Miró se convirtiera en el logotipo de la institución, empezándose a utilizar discretamente a finales de 1980.