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Si todas las despedidas son difíciles, como debe ser decir definitivamente adiós a Barcelona, la ciudad que te vio nacer como artista hace casi sesenta años, frente al público que se ha enamorado, ha reído y ha llorado, que ha sido joven y se ha hecho viejo con tus versos. Cuando formas parte de la cultura y la memoria colectiva de un país pequeño, a pesar de que hayas rodado por el mundo, aunque hayas triunfado en coliseos aún mayores. No importa que lo hayas hecho cientos de veces antes.
Cuesta imaginarse qué le debió pasar por la cabeza al 'noi del Poble-sec' cuando pisó las tablas del Palau Sant Jordi, no muy lejano de la calle de su infancia, en el primero de los tres últimos conciertos de despedida en Barcelona. Con 15.100 personas sentadas enfrente (multiplicad la cifra por los tres 'sold outs'), Serrat encaró este 'grand finale' haciendo gala de buen humor y luciendo americana de flores.
'Temps era temps'
Cuesta menos imaginarse qué le pasaba por la cabeza a un público (con canas en su mayor parte) que no quería perderse una velada histórica y, sí, Joan Manuel, impregnada de nostalgia. Seguro que apreciaron que el repertorio fuera diferente al de Madrid, que empezara con un 'Temps era temps' lleno de significado e incluyera, en el primer tramo, piezas muy conocidas por el público catalán como 'Cançó de bressol', 'Me'n vaig a peu' –una buena metáfora–, 'Pare' y 'Cançó de matinada'.
Ya hace tiempo que la voz de Serrat no es la que era y, a veces, el potente septeto capitaneado por su arreglista de cabecera, Ricard Miralles, le tapaba un poco los versos. Quizá por eso nos gustó verle coger aunque fuera puntualmente la guitarra, porque nos recordaba a aquel chico que cantaba a la vida sencilla de su calle, capaz de retratar la luz y la tristeza de personajes populares como 'La tieta' y tantos otros de una Barcelona con claroscuros ("la que en Cerdà va somniar, la que va esguerrar Porcioles, la que devoren les rates, la que volen els coloms, la que es remulla a la platja, la que s'enfila als turons").
Historia sentimental
Apareció también el Serrat universal, el de 'Mediterráneo', oda a un paisaje, a una cultura y una forma de ser que nadie había sabido describir tan bien hasta que imaginó ese himno que es casi un hit de música pop (la ovación fue larguísima, con el público levantado de la silla), el que canta a los poetas (Miguel Hernández y Antonio Machado) y el que entonaba aquellas "paraules d'amor senzilles i tendres", que todavía resuenan en los corazones que entonces tenían quince años y que ayer, encogidos, despedían no solo parte de la historia en mayúsculas, sino de su historia íntima y sentimental.
Serrat quería que fuera una fiesta, pero constatar que se cierran seis décadas no es fácil para nadie. Ni Barcelona es la que era, ni el mundo es el que era y ya nada volverá. Unos y otros, quizás no pudieron evitar las lágrimas, pero Serrat se fue con una ironía sana y fina: "Sobre todo, no os las sequéis con la manga del vecino".