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En los últimos meses estamos viendo como un tuit o una obra de arte digital se valora en millones de euros. A algunos nos parece delirante. En el otro extremo encontramos esta deliciosa historia: ¿cuánto puede costar un mural de Keith Haring que se tiene que arrancar de la pared de un bar?
En 1989, el artista neoyorquino pasó una temporada en Barcelona (en la que pintó el mural contra el SIDA del Raval). Gran fan del house, se hizo asiduo de la discoteca Ars y amigo del DJ César de Melero. Y como recuerda este factótum del house en su blog, hubo tan buen rollo que Haring pintó un mural en la cabina del DJ (podéis verlo pintándolo al final de este vídeo).
Desde el año 1995 la discoteca Ars es el Club Billares Ars, centro neurálgico de este deporte en Barcelona. Y que será derribado: la propiedad del inmueble quiere construir un geriátrico de 39 habitaciones y 75 plazas. Un hecho que, no sufráis, no pone en peligro la integridad de la obra de arte.
Porque en Gabriel Carral, inquilino del inmueble y propietario de los billares, explica que, en el contrato que firmó con la nueva propiedad, una cláusula explicita que «antes de que se extinga el alquiler, tengo el derecho a llevarme todas las obras de arte que haya en las paredes». Carral debe recibir noticia entre cuatro y seis meses de antelación para desalojar el local.
Y de hecho, el valor de la obra no implica ningún conflicto con la propiedad, que proyecta un equipamiento necesario en el barrio. «Según las consultas que he hecho, el mural tiene un valor de unos 80.000 euros. A una empresa que gastará cinco millones de euros en un proyecto y ha tardado la friolera de tres años a recibir el permiso del Ayuntamiento, eso no les importa demasiado, no me han puesto ninguna pega », revela.
Carral tiene planeado llevarse el mural de la pared: «Me he puesto en contacto con la fundación Keith Haring y se han ofrecido a hacer el trabajo como Dios manda ley el día que haga falta». ¿Tiene planeado vendérselo? ¿Cederlo? «Ya lo veremos cuando sea el momento», dice. Que de hecho es incierto: «No saben cuándo tendrá luz verde total el derribo. A mí eso me beneficia, claro, porque puedo estar un tiempo indefinido levantando la persiana y yendo a trabajar, quizás años», dice.
Se siente responsable de la pintura también por vinculación sentimental: «Todos estos años nadie se ha preocupado del mural, se salvó porque yo cogí la sala en 1995; la anterior propiedad no sabía lo qué tenía. Yo la he cuidado y mantenido en buen estado». Antes de saber que era un mural de uno de los artistas más cotizados del mundo, decidió no pintar la pared porque le gustaba el dibujo, De hecho, replicó la pintura como logotipo de los billares, en el cartel de la entrada (que asegura que está pintado con la misma pintura roja que usó Haring en 1989).
Después se enteró de su valor, y con el paso de los años los billares se han convertido en un punto de peregrinación de los fans de Haring. Y ríe cuando recuerda que en 1997 le ofrecieron un millón de pesetas –seis mil euros de ahora– por la obra: «Todavía nadie me han ofrecido una cifra que yo considere adecuada», explica.
¿Qué valor puede tener una obra así? Un marchante de arte (que prefiere mantenerse en el anonimato) razona que lo primero que hay que analizar es «si este tipo de obras sacadas de contexto y arrancadas de un muro valen igual que una tela». Y a continuación, puntualiza que el dibujo del billar corresponde a la época de esplendor y más cotizada de Haring, la inmediata a su muerte. Si miramos hojas de subasta de Sotheby's, veremos que obras suyas en tela de medidas similares llegan a los tres millones de euros. Pero el marchante insiste: «lo único a analizar es si estas obras sacadas de contexto y arrancadas del muro valen igual que una tela».
No todo es dinero: el Ars es un templo del billar a nivel estatal, aquí se celebran campeonatos y es un establecimiento clave en la práctica de este deporte en Cataluña. Carral tiene la intención de buscar un nuevo local en la misma zona, cuando tenga que irse (y el mural puede ser una ayuda). Pero quiere dejar bien claro que «aquí seguiremos con los billares hasta el último día que sea posible».