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Detengámonos un momento para tomar conciencia: vivimos en un estado de emergencia climática y tenemos un máximo de once años para reducir hasta un 50% las emisiones de gas invernadero.
Evitaríamos así que la crisis sea irreversible, según apuntaban los estudios publicados en 2018 por el Grupo de expertos sobre el cambio climático de Naciones Unidas. La voz de alarma también proviene de asociaciones medioambientales y sociales y de personajes como Greta Thunberg, la joven activista que ha encabezado y promovido los paros de estudiantes en viernes –las movilizaciones del Fridays for future han llegado también a Barcelona–, un movimiento sin precedentes ni freno que nos ha acabado arrastrando a todos.
Movilización global
Coincidiendo con la gran cumbre sobre el clima que se celebró en Nueva York el lunes 23 de septiembre, se han promovido acciones y movilizaciones en todo el mundo. Fridays for Future proponen una semana de movilización por la emergencia climática que culminará el viernes 27 de septiembre con una jornada de huelga estudiantil y de consumo, y la manifestación convocada a las 18 h en los Jardinets de Gràcia (en otras partes del mundo se celebró el viernes 20 de septiembre).
En Barcelona se perciben pequeños cambios a nivel urbanístico, como la implantación progresiva de las supermanzanas, y de movilidad, con la popularización del coche eléctrico y la regulación del uso del transporte privado para reducir la emisión de gases y favorecer la mejora de la calidad del aire. No es todo oro lo que reluce: las costas de la ciudad siguen apareciendo en informes sobre el elevado grado de contaminación del Mediterráneo.
Hacen falta gestos políticos –el 17 de septiembre el Congreso de Diputados español aprobaba la medida de emergencia climática para establecer un marco prioritario de actuación, y en mayo lo hizo la Generalitat– pero más allá de la regulación y los cambios normativos, entidades y expertos apuntan que para revertir la crisis (y poder hablar de futuro) es necesario un cambio sistémico que conduzca a un planeta más solidario y justo. Y esto pasa por nuevas formas de relación y de consumo.
Activismo doméstico
Como consumidores –tanto si sois más o menos activistas– hay muchos gestos posibles: desde evitar envases y envoltorios desechables (en esta línea destacan iniciativas de comercios que prescinden del plástico y marcas que proponen alternativas a los productos de higiene femenina) hasta apostar por prácticas de reciclaje y reparación de ropa, electrodomésticos y otros bienes de consumo; alimentarse con productos de proximidad y aprovechar herramientas como las plataformas para evitar desperdicios y excedentes alimentarios; también es importante reflexionar sobre cómo viajamos o con qué nos vestimos.
Fuera del ámbito doméstico, el resto de motivos por los que debemos unirnos a la movilización son variados: por los fuegos en el Amazonas, por la progresiva desaparición de especies animales, por la necesaria promoción de las energías renovables y alternativas al petróleo, porque el calentamiento del planeta provoca que comunidades tengan que abandonar su hábitat... Por responsabilidad de presente y de futuro. En este sentido, el manifiesto promovido por la plataforma Emergencia climática es contundente: "Exigimos el derecho a la vida: somos la naturaleza se defiende a sí misma".