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Claudia Cedó y Andrea Álvarez: "Tenemos ganas de expresar una rabia"

Escenaris Especials vuelve a la carga en el Teatre Lliure después de 'Madre de azúcar', con la vibrante 'Fantàstic Ramon'

Time Out en colaboración con Teatre Lliure
Clàudia Cedó i part de la companyia 'Fantàstic Ramon'
Foto: Ivan Gimenez | Clàudia Cedó i part de la companyia 'Fantàstic Ramon'
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Escenaris Especials es, probablemente, una de las cosas más importantes que le ha ocurrido a este país a nivel teatral en la última década. Hace veinte años, Clàudia Cedó, dramaturga y psicóloga, inició este proyecto en Banyoles, y ha florecido en los últimos tiempos. Trabaja el teatro con personas con discapacidad, autismo, trastornos mentales o en deshabituación de tóxicos, para luchar contra los estigmas de este colectivo. Mare de sucre (TNC, 2021) fue una gran sorpresa. Ahora, en el Lliure, doblan la apuesta con Fantàstic Ramon, una obra en la que los Escenaris Especials suben al escenario junto a Anna Moliner, Kathy Sey, Francesc Ferrer, Xicu Masó y Vanessa Segura. Aquí el making-of. Hablamos con Cedó y Andrea Álvarez, la protagonista de Mare de sucre, que acaba de ganar el premio a la mejor actriz en el Festival de Cine de Rivas (Madrid) por su papel en el cortometraje nacido de esa obra, De sucre.

Clàudia, ¿cuál ha sido el proceso de escritura de Fantàstic Ramon?

Clàudia Cedó: Ha sido un proceso largo; ya llevamos años en esto. El primer taller de la obra fue en 2017. Después perdí al niño, vino Una gossa en un descampat [2019, donde contó la pérdida de su hijo por muerte perinatal], Mare de sucre y todo, y se quedó como detenido. Pero me dieron la beca Leonardo de la Fundación BBVA y con ella la he escrito. Entonces, he podido incluso pagar educadores sociales para hacer sesiones con ellos.

¿Ha sido la suma de muchas cosas?

C.C.: Por un lado, tenía ganas de hablar de la alteridad y de cómo nos relacionamos con alguien que es muy diferente a nosotros. Llevo veinte años trabajando con personas con diversidad funcional y lo llevo muy dentro. Además, a mí, personalmente, de pequeña, me hicieron bullying en el colegio. Entonces, es un tema que forma parte de mí, esas historias de un pueblo donde llega un monstruo de fuera, todo lo relacionado con Frankenstein, todo eso siempre me ha gustado mucho. Entonces, se me ocurrió la idea de un pueblo donde hay una mujer embarazada de quien nace un niño hecho de trapo.

"Ramon me recuerda a mí cuando era pequeña y, en el colegio, unos niños me hacían caer al suelo. Yo estaba quieta y no me defendía."

¿Un Ramon, verdad?

C.C.: Sí. Tenía esta idea y estaba pensando cómo hacerla crecer. También me di cuenta de que veníamos de Mare de sucre, donde Andrea había sido una gran protagonista, y quería escribir una obra en la que el protagonista no pudiera hablar, no pudiera defenderse, ni tener discurso. Estaba atascada, sin embargo, hasta que pensé que los actores de Escenaris Especials debían ser el pueblo, que debían encarnar el otro lado y decirle a Ramón todo lo que han vivido. Entonces, volví a revisar Yvonne, princesa de Borgoña, de Witold Gombrowicz, y volví a leer Amor de monstruo, de Katherine Dunn, que cambia mucho el concepto de 'normalidad'.

Clàudia Cedó
Foto: Ivan GiménezClàudia Cedó

¿Y a partir de aquí, cómo trabajáis?

C.C.: Pues, normalmente, les llevo una escena y ellos improvisan. Y empezamos a jugar con Ramón. Lo que hago yo es coserlo todo.

¿La obra ya nace como proyecto de Escenaris Especials?

C.C.: Sí, porque yo estoy muy ligada a ellos, somos amigas.

Andrea Álvarez: Sí, somos amigas.

C.C.: Andrea ha venido a mi boda, a los cumpleaños, por Navidad a casa... Somos una compañía.

¿Quién es Ramón?

A.A.: Ramón me recuerda a mí cuando era pequeña y, en el colegio, unos niños me hacían caer al suelo. Yo estaba quieta y no me defendía. Hacían conmigo lo que... Recuerdo que en un festival del colegio estaba bailando y un niño se burló de mí y me hizo una zancadilla porque yo bailaba súper bien. Por detrás, aprovechaba cuando nadie lo miraba. Yo caí al suelo. Me pegaba patadas. En el patio, me tiraban arena. Me decían 'cuatro ojos'. Yo estaba ahí, asustada.

¿Hasta qué punto las historias de los actores y actrices te influyen a la hora de montar la obra?

C.C.: El teatro que hacemos es como un grito. No es que utilicemos lo que nos pasa, sino que tenemos ganas de expresar una rabia, de poner en un escenario esa violencia que reciben los cuerpos no normativos.

¿Una violencia casi estructural, verdad?

C.C.: Es estructural. Además, la violencia puede adoptar formas muy perversas. Con el escudo de la protección, de la seguridad, también se ejerce violencia contra los cuerpos con diversidad funcional. Puede ser la del rechazo, como explicaba ahora Andrea, pero también puede ser la del paternalismo, la de tratarlos como niños...

A.A.: Sí.

C.C.: Nos quedamos con su tutela para protegerlos de las malas decisiones que tomarán. Hablamos mucho desde esa rabia. Lo hablamos todo y luego pactamos hasta dónde contamos lo que nos ha pasado.

Marc Buxaderas i Mercè Méndez
Foto: Ivan GiménezMarc Buxaderas i Mercè Méndez

¿Es un proceso conjunto, la escritura?

C.C.: Hacemos improvisaciones, pero la que se cierra allí con el texto soy yo. Ellos no escriben en casa. Sí que hacemos sesiones de trabajo. Grabamos cosas y luego las transcribo y ellos las revisan. Es muy de orfebrería. Y muy lento, en realidad. Me gusta trabajar así porque, cuando llegamos al final, lo que ellos defienden les ha salido de las entrañas en muchos momentos. También cada personaje habla diferente porque ellos, cada uno, habla de una manera distinta y yo me adapto. Tengo que encontrar el equilibrio.

Andrea, ¿de qué te ha servido hacer teatro?

A.A.: El teatro me ha cambiado la vida. Me gusta hacer teatro. Y trabajar con todo el equipo, con Clàudia, Anna del Barrio, Berta Camps, y todos los que estamos aquí. Me hace muy feliz. El teatro, para mí, es una maravilla.

C.C.: Andrea es muy fuerte. Aquí tiene un papel más secundario y lo hace muy bien. Tiene una escena, por ejemplo, donde no tiene ninguna frase. Es muy fuerte. Es un imán.

Dicen que la clave del teatro es estar en escena, no tanto los gestos, la dicción, sino estar.

C.C.: Es estar allí. No hay preocupaciones técnicas.

¿Qué hay de ti, Andrea, en la Candela de Fantàstic Ramon?

A.A.: Hago de Candela, sí, que es la trabajadora del bar de Santa Aurora. Soy camarera. Mi "jefe" se llama Innocent, que de inocente... Le tengo miedo al Innocent. Me trata fatal, me pide que trabaje más.

C.C.: ¿Qué le pasa a Candela? Sin hacer spoilers. Tiene un despertar muy bonito, con Margarida, la profesora nueva, por ejemplo.

A.A.: No sé si me parezco a Candela. Creo que sí.

Judit Pardàs, Jordi Galià i Andrea Álvarez
Foto: Ivan GiménezJudit Pardàs, Jordi Galià i Andrea Álvarez

No tiene mucha relación con el personaje de Mare de sucre, ¿verdad?

A.A.: Es muy diferente. En Mare de sucre explicaba el deseo de ser madre y se parecía a mí, porque yo también tengo ese deseo desde hace muchos años. Y no he tenido la oportunidad.

"En Mare de sucre explicaba el deseo de ser madre y se parecía a mí, porque yo también tengo ese deseo desde hace muchos años. Y no he tenido la oportunidad."

¿Es importante para ti esta obra?

A.A.: Conecto mucho con Mare de sucre porque era muy bonita, emocionaba todo el tiempo. Lo llevaba dentro. Siempre que pienso en Mare de sucre, digo: "Vaya, ya ha acabado".

C.C.: Pero haremos la película.

A.A.: No ha acabado todavía.

C.C.: Porque esa lucha no ha acabado.

Si no hubiera existido Mare de sucre, ¿no habría Fantàstic Ramon? Porque aquí hay ficción.

C.C.: Fantàstic Ramon es antes, en realidad. También es el deseo de ir a un espacio que tenemos en común de humor que en Mare de sucre no acabó de salir del todo. Estaba en el plano de lo real. Con Judit Pardàs, que aquí hace de Puri, la señora de la tienda, tengo conversaciones hilarantes. Empieza a leerme el cuello... Tiene un universo que está en Fantàstic Ramon y que en Mare de sucre no podía estar. Era más dramático. Con eso estoy más contenta, porque voy a un lugar como el de Tortugues [Sala Flyhard, 2014], donde mezclaba el humor y lo fantástico. Hemos escuchado mucho a Sisa y Daniel Johnston.

Fantàstic Ramon es, entonces, una obra más de creación.

C.C.: De juego, de atrevernos a seguir lo que pasa cuando hacemos improvisaciones, donde las normas están más difusas.

Edgar Murillo
Foto: Ivan GiménezEdgar Murillo

¿Y tú, Andrea, te lo pasas bien?

A.A.: Me lo paso bien. Estoy cómoda, me siento cómoda y toda la vida estaré cómoda.

C.C.: Me gusta mucho trabajar contigo porque nos entendemos muy bien. Si le digo, por ejemplo, cuando estamos haciendo una escena, que ha hecho un sentimiento y deberíamos ir hacia otra dirección, ella lo entiende perfectamente. Es muy rápida. Tiene una inteligencia interpretativa y emocional tan fina. Es muy fuerte. Tenemos que encontrar las palabras y el tiempo, pero cuando lo entiende, lo integra y lo hace de verdad. Dirigirla es maravilloso.

A nivel de dirección, esta obra plantea muchos retos. ¿Es la más compleja que has hecho nunca?

C.C.: Tengo un tic en el ojo... Creo que es la obra que, a nivel de dirección, estoy disfrutando más de las que he hecho. He tenido un equipo que ha sido una suerte. Han ido muy a favor del juego, de la escritura, que es muy de montaje, con muchas escenas y cortas. Creo que el texto permite irnos a otro lugar y lo estoy disfrutando. Pero son once actores, doce contando a Ramón, que también es un Cristo: nos lo ha construido Andreu Martínez y nos ha enseñado a manipularlo. La música de Lluís Robirola es muy compleja, porque tiene muchas capas. Hay muchas piezas en el engranaje. Y los actores de Escenaris, con los que tienes que encajar su ritmo con el ritmo industrial de la producción escénica, que es absurdo. Tenemos que ir todos corriendo siempre. 

"Creo que es la obra que, a nivel de dirección, estoy disfrutando más de las que he hecho."

¿Hace diez meses que estáis ensayando, verdad?

C.C.: Hace más de un año. Hemos tenido ayuda del Lliure para hacer la producción adaptada. Pero luego llegas aquí y los tiempos son otros. Es el encaje entre este mundo y otro que, para mí, es mejor, que es como deberíamos ir. Deberíamos poder estar tranquilos, en los procesos de creación, darnos tiempo para el error, no tener que caer de pie.

¿Qué relación tenéis entre los actores y actrices de la compañía?

A.A.: Somos todos una familia. Una gran familia que siempre estamos allí, ayudándonos en todo. Hemos hecho piña y todos hemos estado allí... Cuando hicimos Mare de sucre, al principio no sabíamos cómo sería, pero cuando conocí a todo el mundo ya estaba más tranquila. Estar aquí es un regalo que nos ha dado la vida.

"Somos todos una gran familia que siempre estamos allí, ayudándonos en todo. Hemos hecho piña..."

¿Y a ti, Andrea, ha cambiado mucho la manera de hacer, desde que entrasteis en el circuito profesional?

A.A.: Para mí ha cambiado todo. No me lo esperaba. Cuando pisé el escenario del Lliure... ¡Uau!, decía. Lo veo tan grande, con tantas butacas. Madre mía.

C.C.: Yo creo que el trabajo, el proceso, es el mismo. Ha cambiado que venimos a Barcelona. Pero el proceso de creación se parece mucho. Hay mucha autoexigencia. Tal vez desde fuera parece que no. Somos muy disciplinados. Hay mucho silencio. Van todos a una. Hay mucha entrega.

¿Cómo ha cambiado para ti, Clàudia, la manera de escribir teatro desde que trabajas intensamente con Escenaris Especials? Imagino que tienes otras obras en marcha...

C.C.: Ha cambiado, sí. Yo he ido evolucionando como persona humana. Me cuesta mucho, en la vida, compartimentar. Es un problema o una virtud, depende de cómo se mire. Estoy casada con mi técnico de toda la vida, mi mejor amiga es mi socia en Escenaris Especials... Tengo todo muy mezclado. Las líneas entre lo que es trabajo y lo que no lo es, no las tengo muy marcadas. Cuando escribo, las cosas que me pasan, la gente que me rodea, son decisivas. Escenaris para mí es un lugar muy libre. Me da un espacio, una felicidad, muy grande. Esto me ha cambiado a mí y, por lo tanto, también ha cambiado la escritura.

¿Todo queda como muy romántico?

C.C.: Sí, queda como muy romántico. Pero si queremos trabajar, realmente, con personas que tienen un funcionamiento que no es el normativo, eso quiere decir que tenemos que adaptarnos y, como sociedad, debemos poner recursos. Unos recursos que son de tiempo, económicos, de acompañamiento, de asistencia, lo que sea necesario. Por ejemplo, tenemos un actor sordo, Edgar Murillo, y necesitamos un intérprete de lengua de signos en los ensayos. Y hemos podido tenerlo. Por eso estamos haciendo el proyecto Ànima Lliure, desde el Lliure y en alianza con la Fundación Banc Sabadell, para poner recursos, para que haya todo este acompañamiento.

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