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Cierra el restaurante Sagarra, un clásico de la Rambla

Adiós a un emblema del Raval que ha trabajado veinte años para la gente del barrio

Ricard Martín
Escrito por
Ricard Martín
Editor de Menjar i Beure, Time Out Barcelona
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No es nada raro que vayan cerrando los restaurantes y franquicias de monocultivo turístico que hay en la Rambla y por los alrededores de Ferran. Lo que sabe muy mal es que esta zona cero afecte a negocios que han trabajado siempre para los vecinos del barrio. Es el caso del restaurante Sagarra, que después de veinte años de trabajo –en aquella maravillosa esquina de Pintor Fortuny con Xuclà, una plaza sin nombre a dos pasos de la Rambla– nos anuncia que no reabrirá.

Isabel Pressegué, copropietaria del Sagarra con su marido Alex Sagarra, explica que el restaurante bajó persiana el pasado mes de marzo, durante la primera ola del virus. "Intentamos negociar una moratoria del alquiler con la propiedad del inmueble, pero en lugar de eso, el 30 de abril nos llegó un burofax con la rescisión del contrato. La relación con la propiedad es muy mala, aunque que hemos cedido diez meses la licencia del restaurante para que puedan sacar adelante los permisos de obra".

Según explica Pressegué, la propiedad del número 9 de la calle d'en Xuclà construirá una remonta de cuatro pisos por encima del Sagarra. Quizás Pressegué y Sagarra abrirán un nuevo restaurante cuando las circunstancias lo permitan (en el Raval, un barrio que tiene la concesión y el traslado de licencias parado, seguro que no será. Pero lo que está claro es que, cuando se detenga la tormenta de la Covid -19, serán necesarios estímulos para que los negocios de hostelería replanten la tierra quemada).

En una zona llena de grandes grupos de restauración y franquicias, el Sagarra era un negocio familiar: los padres de Alex Sagarra eran propietarios de una charcutería y pollería en la calle d'en Xuclà, y Pressegué había tenido un hostal en el Moianès. "Abrimos el año 2000, cuando aquí había sólo el Mirinda, y vivimos toda la transformación del barrio, sufriendo las obras, claro", recuerda.

Si algo distinguió el Sagarra, fue el equilibrio entre trabajar igual para el local que para el turista. Su espléndido menú de cocina catalana –con muy buenos arroces y guisos, abundante y de calidad– era una gran excusa para acercarse a la parte alta de la Rambla, también en sábado. "De 13 a 15 h, la mitad de los clientes era gente mayor del barrio que comía menú, que nunca pasó de costar 12,75 euros, y esto lo pudimos mantener toda la vida porque de noche trabajabas con el turista", valora.

Sagarra
Foto: SagarraSagarra

Servir al turista, no sangrarlo: una copa de cerveza en su terraza valía 2,25 euros, muy lejos de los diez euros veinte metros hacia la Rambla, y las tapas eran de buen producto a precios razonables, no fritura infame a precio de caviar. "Por eso me siento mal cuando lees en las redes a tanta gente decir que los restaurantes del centro se merecen este desastre. Pues no nos lo merecemos, como tampoco lo merecen otros restaurantes que hacen un buen trabajo aquí, como L'Hortet, el Biocenter o l'Antic Forn", se lamenta.

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