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Adiós a un bar histórico del centro de Barcelona: el Bar Brusi, que desde 1968 estuvo en manos de Montserrat Sabadell, bajó ayer la persiana para siempre. Entre tiendas de derivados de marihuana y carcasas de móvil, se pierde un pedazo de la identidad barcelonesa del centro de la ciudad. El cierre del Brusi no tuvo ninguna proclamación dramática ni ninguna fiesta de despedida: los clientes que acudieron el domingo se enteraron del cierre y ya está.
Pero no ha sido culpa de ninguna crisis de alquileres: según ha explicado Josep Sans, hijo de Montserrat Sabadell en Vilaweb, su decisión de cerrar ha venido motivada por la normativa municipal y la imposibilidad de adaptarse a ella. La marca de la casa del veterano bar eran las cazuelas de guisos de cocina catalana y de tortillas que iban de la exhibición en la barra en el plato del cliente, y la normativa exige que la comida cocinada se refrigere después de cada vez que se sirve.
Adiós, pues, también a las cazuelas gigantescas de tripa que a sus 86 años Montserrat Sabadell guisaba cada día (y de las que explican que era fan un cónsul polaco, que un día pidió una veintena de raciones). Pero lo que sabe mal, más allá de la cocina, es que desaparezca un bar con encanto que nada más entrar te transportaba en los años setenta: un local grande y espacioso, con ventanales a dos calles y un mobiliario 'vintage' con mesas y sillas de fórmica, rodeado de hule y con una enorme barra que gozaba. El establecimiento no cambió su estética desde 1975, cuando lo reformaron, y debe su nombre a que el inmueble fue propiedad de los editores de este diario de Barcelona.
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