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Se fue con la misma discreción y elegante despreocupación con la que existió durante 30 años. El Bar Kasparo, carismático bar con terraza en pleno corazón del Raval de Barcelona —con cerveza bien tirada, unas vistas inmejorables y comida excelente a precio razonable— bajó la persiana para siempre el pasado sábado por la noche. En una esquina de la Rambla, en un barrio que sufre la presión turística e inmobiliaria como pocos, todos estos factores lo convirtieron en un favorito perenne de los (escasos) vecinos locales que aún quedan en el antiguo Barrio Chino (el hecho de tener un parque infantil justo delante, en una plaza sin tráfico, también favorecía la clientela familiar).
¿Por qué cierra el Bar Kasparo?
Marcel·lí Carrera, que junto con su esposa, Elizabeth Triadó, fue propietario del negocio durante 30 años, me explica que el Bar Kasparo cierra "porque se nos ha acabado el contrato de alquiler que hemos tenido durante todo este tiempo". Carrera lamenta la burocracia esotérica y la falta de sensibilidad del Ayuntamiento, "que no tiene en cuenta ningún hecho diferencial: trata igual a una panadería-bar que lleva seis meses que a los negocios familiares que llevamos treinta años". Pero aunque "daría para un libro", no quiere cargar las tintas: "Indemnizamos a los trabajadores y cerramos contentos. Ya somos mayores, es un negocio familiar y lo dejamos estar. Pero, por otro lado, siempre da mucha pena, claro". Su cierre se añade al de otros locales históricos, como la Fleca dels Àngels.
¿Cuándo abrió el Bar Kasparo?
El Bar Kasparo abrió sus puertas en 1995, en una esquina privilegiada de una de las plazas más bonitas de Barcelona, la de Vicenç Martorell. Carrera reivindica el carácter pionero de un bar-restaurante "que introdujo cosas que nos han copiado por todos lados. Desde la tarta de zanahoria hasta los curris vegetarianos" (un servidor recuerda con cariño aquellas patatas asadas con alioli picante que llegaron a ser una categoría aparte de la patata brava en la ciudad, y el mencionado pastel de zanahoria y nueces). "Elizabeth es australiana: había tenido un restaurante en Byron Bay con sus hermanas, y tiene un gran conocimiento de la cocina asiática y vegetariana", dice orgulloso.

La noche del cierre se respiraba desánimo. Sobre todo entre los trabajadores, claro. Había una mayoría de público local que sabía perfectamente lo que estaba a punto de suceder, mezclado con la despreocupación de los turistas, encantados de poder sentar las posaderas en una terraza estupenda donde solo te cobran 2,50 euros por una copa grande de cerveza (hasta el último día).

Si vives o has vivido en el Raval, es imposible que el Bar Kasparo no haya significado algo agradable o especial en algún punto de tu vida; ningún cartel anunciaba el cierre, pero cada dos por tres, algún vecino o barcelonés se detenía a hacer una foto de despedida. Quien escribe hizo lo propio y se enfrentó a las iras de un cliente local que reclamaba su derecho a la intimidad, contraponiéndolo a mi derecho a informar de un suceso público y relevante (acabamos en buen rollo).

Casualidades de la vida, el último día de obertura conseguí la mejor mesa de toda la terraza.
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