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Dejamos las chaquetas en un sofá rojo y, antes de poder contemplar el salón con las paredes llenas de cuadros y fotografías, oímos una voz. “¡En este sofá se sentó Miró!”, nos alerta. Se presenta. Se llama Om Barbarà y es la persona que nos guiará por el taller de grabado por el que pasaron artistas conocidísimos. Picasso, Miró, Tàpies, Cuixart, Subirachs, Ràfols Casamada, Dalí, Tano Pisano, Carlos Pazos y otros muchos fueron a parar a este lugar. Pero, ¿por qué todos estos artistas visitaban los bajos de gracia en los que nos encontramos nosotros ahora?
Lo hacían con un solo motivo: trabajar con Joan Barbarà, un excelente maestro grabador. Su nombre no nos suena, “quizás porque el grabado es un arte muy desconocido”, apunta Virgili Barbarà, hijo del artista. Él y Olmo, nieto de Joan Barbarà, quieren reivindicar a este personaje de nuestra historia. A pesar de trabajar con la flor y la nata de los artistas del siglo XX, no todos sus clientes hablaron de él públicamente. Algunos, como Miró y Modesto Cuixart, sí lo elogiaron como el gran creador que era.
A diferencia de algunos de sus coetáneos, Joan Barbarà era huérfano y, aunque ganó una beca del Instituto Francés para estudiar en París, siempre tuvo que trabajar para ganarse la vida. La única forma que tenía de dedicarse al arte era siendo grabador de otros artistas y, aunque también hizo obra propia, sólo se le conocen 6 o 7 series de grabados. "Era muy detallista, y esto es muy importante por la técnica del grabado", nos explica su nieto Om.
Virgili y Om Barbarà continúan con el oficio, que sigue siendo tan desconocido como el legado de su padre, pero el Taller 46 que fundó Joan Barbarà hace 50 años ahora acoge a una nueva generación de artistas. Uno de ellos es la creadora colombiana Juliana Plexxo, que ha encontrado en estos bajos de Gràcia un refugio donde crear bajo el asesoramiento y la sabiduría de quienes conocen la técnica. De hecho, ella nos comenta que, en el taller, "el arte se puede respirar". Lo innegable es que el espacio está lleno de piezas que conectan con toda una tradición artística: desde un tórculo que perteneció a Francisco de Goya -y que Joan Barbarà compró en una feria de antigüedades, sin saberlo- a una viga de madera que, tiempo atrás, había aguantado el peso del techo de El Escorial.
“Llevamos muchos años aquí y nadie nos conoce”, dice Virgili Barberà. Por este motivo, han aprovechado el quincuagésimo aniversario del taller para abrir al público. Eso sí, el aura de secretismo se mantiene: únicamente realizan visitas privadas por grupos reducidos y, para concertarlas, hay que enviarles un mensaje privado por Instagram, a la cuenta @taller46barcelona.