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"No digas que esto es un restaurante, pon mejor que es un merendero", me reclama Lito Baldovinos, mánager del Grup Confiteria. Acaban de reabrir al público el restaurante de la Font del Gat, una obra de Puig i Cadafalch de 1925, situada dentro de los Jardines de Laribal, que en 1908 se convirtieron en los primeros jardines públicos de Barcelona, allí donde las clases populares iban a hacer fontades, fiestas con baile, comida y bebida alrededor de la fuente. "Y la intención es que siga siendo así", dice Baldovinos.
El espacio es una maravilla: 700 metros cuadrados, con dos de las mejores terrazas de Barcelona: una frente a la fachada del edificio de Puig i Cadafalch, la otra un balcón con una vista panorámica, y todo rodeado por unos jardines de Rubió i Tudurí, paisajista maestro del jardín novecentista. La acción sucede fuera del restaurante, claro, con una capacidad cercana al millar de personas ("aunque si hace frío, te pondremos una mesa dentro", me dicen).

La Font del Gat está abierta de miércoles a domingo: los miércoles y jueves, en horario de tarde-noche, y viernes, sábado y domingo de las 12 h a la 1 de la madrugada. "La oferta gastronómica está pensada para que lo pases bien, sigue el espíritu de los merenderos populares de Montjuïc, como la Caseta del Migdia o el Paperines, sitios divertidísimos", subraya Baldovinos. Y eso se traduce en una propuesta de menú cerrado de 23 euros con espetos a la brasa, de carne, verduras o sardinas, que incluye ensalada y/o gazpacho como entrantes.
¿Cómo se come en la Font del Gat?
Los domingos, un arroz popular a 22 euros sustituye a los espetos, con ensalada/gazpacho, y luego te levantas con el ticket a buscar tu plato de paella (se puede repetir, por cierto). También hay una oferta de tapas catalanas, como esqueixada, ensaladilla rusa o coca de recapte, unos diez platos, "pero a nosotros lo que nos hace ilusión es que la gente coma espetos y arroz", explica Baldovinos.

La oferta gastronómica, a pesar de ser muy asequible, está hecha con garantías: al frente de las brasas de las brochetas y el fuego del arroz está Cristina Pérez, de Pork de Sagardi, experta en carne, brasa y carbón. Y es muy probable que haya pop-ups de restaurantes vecinos y amigos, como el Xemei. "¡Esto no está lejos! Me gusta decir que está a seis minutos a pie del Xemei!", ríe Baldovinos. Y es cierto: una vez estás en lo alto de la muy urbana calle Lleida, llegar a este pulmón verde y modernista son cinco minutos andando. La lejanía de la Font del Gat es psicológica, quizá porque la canción popular nos la ha metido en la cabeza como un lugar mítico.

Grup Confiteria se ha fontdelgatizado con la alegría de trabajar de cara a los barceloneses: los cócteles tienen precios entre 4,50 euros –como un café con ratafía y vodka, una especie de espresso martini servido en vaso de duralex– o una pomada granizada, a ocho. Cada día que abra habrá música en directo, a veces con una actuación a la hora del vermut, otros con más de una sesión. Estamos hablando de rumba, jazz, folk y DJ de electrónica de sellos de Barcelona. "Hemos querido que esto sea pura Barcelona, ¡y Barcelona abarca de Puig i Cadafalch al Sónar! Coctelería de merendero", exclama Baldovinos.
¿Eventos privados? Los habrá, pero no de inmediato. "No queremos que llegue la gente y esto esté cerrado", dicen. Por cierto, el directivo de Grup Confiteria quiere agradecer a Time Out Barcelona su papel en la recuperación del espacio: "Ahora hará un par de años, fue gente de Time Out quien nos propuso que podríamos recuperar la Font del Gat. Y cuando salió la licitación, al cabo de unos meses, nos presentamos". Hay Font del Gat para rato: Grup Confiteria tiene la concesión por diez años.
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