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La vida tiene meandros curiosos. La muerte de Juanito Bayén, alma y cara pública del Bar Pinotxo y de la Boquería, propició un poco más la turistificación de la Boquería: el antiguo Bar Pinotxo del mercado central de Barcelona– cuya concesión Bayén vendió a otra empresa– se convirtió en un bar más, enfocado al turista de la selfie, y perdió su nombre por un litigio judicial.
Pero el nuevo bar Pinotxo, propiedad de su sobrino, Jordi Asín, hace una semana que ha abierto en el Mercado de San Antoni: y su aparición en Sant Antoni ha refrenado un poco la 'gastrificación' –uniformización gentrificadora de la oferta gastronómica– que asedia al barrio, personificada en locales de brunch y bagels que rodean la cubierta modernista del mercado. El Pinotxo ha cambiado de sitio para que todo siga igual. "Lo hemos mantenido todo exactamente igual que antes. El bar es el mismo. Los trabajadores son los mismos. La cocina es la misma", dice complacido Asín tras la barra.
La prueba del algodón, claro, es sentarse y comer. Acudo en lo que en la Boquería era hora punta, un viernes a la nueve de la mañana: y hay una parroquia local nutrida, pero queda un asiento lateral en la barra. Es como enfundarse en unos zapatos nuevos muy cómodos: ese café en vaso alto, buenísimo y cargado como una mala cosa, y media ración de capipota, impecable y generosa, por 6'70 (sigue habiendo la posibilidad de media ración de casi todo), esos 'xuixos' enormes que dicen cómeme...
La única diferencia que veo con la antigua Pinotxo experience es la comodidad: no hay hordas de turistas que te metan el palo de selfie entre los garbanzos. Aquí no hay trampa ni cartón: enormes ollas de guisos que hierven, otras con caldos de verdura, y de la barra salen delicias como un timbal de escalivada con anchos, rovellons de botón confitados, chipirones con 'mongetes'...
"Lo que se ha mantenido también es la clientela fija que viene a buscar lo de siempre", explica Asín. Lo que sí que es diferente en estar en Sant Antoni, ¿no? Diez minutos a pie separan ambos mercados, pero es otro mundo. Asín, que vive en Poble-sec, no tiene pelos en la lengua: "La Boquería era un sitio privilegiado, pero se ha corrompido por el exceso de turistas. No solo La Boquería, sinó buena parte del centro. Ahora estamos en un sitio más local, más como éramos nosotros antes".
La Boquería era un sitio privilegiado, pero se ha corrompido por el exceso de turistas. Volvemos a ser com éramos antes
La única pega que pone Asín es que le gusta "comprar mucho de mercado y todavía no le tengo pillado el tranquillo a las paradas de Sant Antoni, después de toda una vida en la Boquería". La carta es muy dinámica: una hoja de papel garabateada y fotocopiada con todo lo bueno que entra y sale de temporada.
La clientela, encantada. Jordi y Núria son un matrimonio de Poble-sec clientes de toda la vida de La Boquería, y afirman que "para nosotros esto es mucho mejor. El bar está adaptado a su entorno y prima otro tipo de clientela", dice Núria. Jordi remacha más contundente que "La Boquería ya no es el barrio. Nada de lo que abre allí aporta a los locales. Comprar en la Boquería es muy difícil".
Sobre el litigio judicial por la denominación del Pinotxo, el cocinero se muestra contemporizador: "El nombre de momento es nuestro, y la justicia sigue su cauce, cuando falle ya veremos que pasa. Juanito era mi tío, fue una parte muy importante de la empresa, y es normal que venga gente y pregunte por él".
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