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“¡No he hecho tantos cuadros! Aquí están casi todos”, ríe. Antonio López no se considera prolífico, pero las salas de La Pedrera están repletas de pinturas, esculturas y dibujos que el artista ha hecho entre 1953 y 2023. A sus 87 años, explica que este año se ha escapado en AVE a Barcelona para pintar una vista sobre Montjuic. El lienzo se lo guardan en el MNAC.
¿Cómo decidiste desde harías esta pintura sobre la ciudad?
Hace tiempo que quería pintar un cuadro de Barcelona. Cuando venía, me llevaban a sitios de todo tipo, pero no me convencían. Pero un día vi una imagen de Barcelona con el mar y, encima, el cielo. Y pensé: esta es la Barcelona que quiero pintar. Descubrí que la fotografía la habían sacado desde el Park Güell, pero no era práctico ni factible pintar desde allí... Y un día, saliendo del MNAC, lo que se veía desde Montjuic me maravilló. Luego tuve la idea de hacer también la vista opuesta, desde el otro lado de la ciudad. Por eso estoy trabajando en dos cuadros de Barcelona, actualmente.
¿Pintar au plein air es crucial para ti?
Si puedo trabajar en lo natural, lo hago. Es más complicado: lías a los demás, tienes que pedir favores como que te guarden el cuadro o el caballete, tienes que desplazarte. Es un trabajo lento y que debe interrumpirse cuando cambia la luz, pero lo que te ofrece no te lo da otra forma de pintar. Es una decisión que he tomado y define mi trabajo. ¿Cómo va a ser lo mismo ver una fotografía de un árbol que pintar lo que tienes delante?
Pero al volver al cuadro, el paisaje puede haber cambiado. ¡O tú mismo!
Yo hace mucho que no cambio [ríe]. Lo que puede que sea que al año siguiente ya no te guste el cuadro, que fuera un enamoramiento fugaz. Entonces debes abandonarlo. No pasa nada, no todas las obras deben terminar como habías previsto. Pero hay temas que siempre me han interesado y por los que nunca perderé el interés. Se repiten.
¿Están todos aquí en La Pedrera?
Hay la ciudad. Tomelloso, Madrid. Las personas. La niñez. Está la vivienda, los interiores. Y las flores. Son temas que nunca me cansan, aunque pase el tiempo.
¿Y el cuerpo humano?
El cuerpo me gusta mucho [ríe]. ¡Nos interesa a todos! Hay nudo en el arte romano, en el Renacimiento. Me sabe mal que en España, que se ha pintado tan bien el mundo real, no se hayan hecho más cuerpos desnudos. Yo siempre he sido un pintor figurativo. Me interesa la realidad. Y el cuerpo forma parte de ella.
¿Te molesta, que te digan que eres un pintor realista?
¡No! ¿Por qué es malo partir de la realidad? Lo que no me gusta es el prefijo híper, ¡me parece exagerado! No siempre soy híper, ni soy parte de esa corriente que nació en América y que tiene una manera de trabajar que no es la mía.
Hay artistas que terminan superando la figuración. ¿Tú te has comprometido con la realidad?
Mi amor por la realidad no es un compromiso o una promesa. Es un hecho natural. La pintura abstracta me gusta, y la admiro, creo que ha incidido en la mirada del espectador para que sepa valorar lo que no es objetivo. Pero en la pintura figurativa también existe subjetividad. Si no, ¿por qué te tomas la molestia de pintar el cuadro cuando podrías tomar una fotografía? Hay algo que surge cuando pintas, que tiene que ver contigo, con tus sentimientos y con pintar. Y esto vale muchísimo la pena.
¿Cuándo volverás a Barcelona a terminar los cuadros?
No debe ser ni verano, ni invierno, por la luz. También lo estoy haciendo en otras ciudades de España, como Bilbao y Sevilla.
Es un proyecto muy ambicioso.
Sí, bueno… No tengo prisa.