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5 consejos para no hacer el ridículo este Carnaval

Nos encanta esta fiesta, pero el mundo ha cambiado y no todos los disfraces son válidos

Rita Roig
Escrito por
Rita Roig
Editora Cultura i Notícies
Cultura japonesa
ShutterstockCultura japonesa
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Nos encanta el Carnaval precisamente por su capacidad de poner el mundo al revés. Ya en la época medieval, esta fiesta de raíz pagana suponía un pequeño paréntesis de la represión de los instintos de la vida cristiana. La esencia de la festividad nos encanta: ¡estamos a favor de romper con tabúes, liberarnos de los corsés del género y cambiar las normas del mundo! Ahora bien, hay quien lo ve como una oportunidad para ser un casposo en nombre de la disrupción. Os explicamos cómo evitar que vuestros disfraces sean de mal gusto, irrespetuosos o, simplemente, ridículos.

1. No al blackface

Por favor, dejad el 'blackface' atrás. La práctica de pintarse la cara de negro, que muchas cabalgatas de Reyes ya han abandonado, es una herencia racista de nuestra cultura. Tiene su origen en representaciones teatrales en Estados Unidos: los actores blancos caricaturizaban a los esclavos, reproduciendo estereotipos raciales que asociaban la pereza, la suciedad o la falta de inteligencia a las personas negras y justificaban la esclavitud. Si te pintas la cara de negro, pues, lo haces con toda esa tradición detrás. Ni de Nina Simone, ni de Michael Jordan: jugar a ser negro por un día hace gracia y ni el disfraz mejor ejecutado lo justifica.

2. Stop disfraces de apropiación cultural

Seguimos con las cosas-que-ya-deberíamos-haber-asimilado. Las demás culturas no son un disfraz. Seguramente en la escuela te disfrazaste de indios y cowboys (una manera preciosa de blanquear el colonialismo) o incluso de samurái, de geisha o de miembro de una tribu africana. Pero el mundo ha cambiado, y ahora sabemos que para convertir los vestidos y las tradiciones de otras culturas -a menudo borradas o en peligro de extinción- en una diversión frívola y festiva no es una muestra de admiración, es una falta de respeto.

3. División sexual del trabajo, ¡fuera!

Opinión: los disfraces de profesiones dan un poco de pereza. Nos pasamos toda la vida trabajando, ¡no hace falta performar la vida laboral cuando estamos de celebración! Ahora bien, si eres un fanático del trabajo asalariado y quieres disfrazarte de alguna profesión, puede que antes te preguntes si estás contribuyendo a reforzar roles de género de la época de tus padres. Basta de enfermeras, bomberos, policías, azafatas de vuelo y trabajadores de la construcción. Confiamos en vosotros: seguro que se os ocurre algo más original.

4. Suficientes comentarios desagradables

Desde tiempos inmemoriales el Carnaval ha servido para dejar salir a pasear los impulsos humanos con permisividad, desenfreno y liberación. Hay quien elige pintarse el cabello de verde y quien prefiere enseñar muslo, pero de eso se trata: ¡que cada uno haga lo que quiera con su cuerpo! Aprovechar la excusa de los disfraces para hacer comentarios inapropiados sobre los cuerpos de los demás es de mal gusto y, al final, se te va a ver el plumero. Las carrozas de las rúas municipales están llenas de genitales hechos de papel maché y purpurina, pero ¿tú te pondrás las manos en la cabeza porque tu vecina ha salido de casa con el ombligo al aire?

5. Evitar el consumismo sin medida

Comprar un disfraz de último minuto por Amazon o Shein no tiene nada de sostenible. Barcelona está llena de tiendas de disfraces originales, donde puedes comprar con la consciencia tranquila. Pero el Carnaval también es una oportunidad para volar la creatividad y jugar con materiales reciclados, piezas de segunda mano e, incluso, organizar intercambios con amigos. El vestido peludo de conejo que te has comprado por veinte euros en una web cuestionable, te lo pondrás una vez, pero seguro que alguien que conoces te puede dejar un vestido de terciopelo rosa y tú puedes encontrar los complementos ideales para convertirlo en un disfraz único.

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