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Las bicicletas son para el verano y los platillos son para los amigos. Adoro esta fórmula, me encanta ver la mesa llena de golosinas y la gente feliz, picoteando de aquí y allá. Los platillos le dan exuberancia al mantel y acercan a los comensales. Todos conocemos los grandes restaurantes de Barcelona que apuestan por el formato reducido, pero hay otros que también hacen un excelente trabajo a la sombra de los flashes. Aquí van tres, en tres barrios diferentes.
Adentrémonos en el Born, hasta la misteriosa calle Assaonadors, un trozo de barrio que parece impermeable al paso del tiempo y todavía hace frente a la invasión guiri. En esta tripa fantasma se esconde Tapeo Bar (Assaonadors, 25), un pequeño espacio al que no le gusta llamar la atención. Es un lugar pequeño, con pocas mesas y las incomodidades propias de una bodega. De su cocinita despegan platos minúsculos, cuyo tamaño es inversamente proporcional a su calidad. Escabeches, conservas y ahumados conviven con tapas y platillos muy competitivos (y una carta de vinos sensacional). Tripa con anguila: excelente. Bocadillo de pies de cerdo: ¡suuuh! Coca de sardina: obligatoria. Y mi favorito: un sándwich de rabo de buey, con una salsa milagrosa para mojar el artefacto; un hit que no encontrarás en ningún otro lugar del barrio. ¿Pequeño? Sí. ¿Letal? También.
En Gràcia, donde antes estaba el mítico Shhh... No Se Lo Digas A Nadie, se levanta desde hace un tiempo un bar de tapas y platillos muy reivindicable: El Bandarra (Torrijos, 53). El chef David Guizy ha dado vida a una carta dinámica, con producto de mercado, chispas creativas y pequeñas influencias foráneas. No digas no al huevo a baja temperatura, la gyoza de botifarra, el tiradito de corvina, las tostadas, los canelones de pato o el steak tartar con chips de churrero. Por cierto, tienen una terraza que cotiza a la alza.
Directos al Eixample. En la barra Fast Bar del restaurante Bicnic (Girona, 68), del mismo ideólogo del Betlem, se come mejor que en muchas mesas de supuestos restaurantes con pedigrí. Juegan con platos adaptados a visitas cortas, con un producto supremo y recetas sin florituras o salidas de tono. La carrillera de ternera braseada con fricandó y shiitake es una piñata de jugosidad y sabor concentrado. Las lentejas con foie son tan maravillosas como contundentes; una bomba en cazoleta. La raya con suquet os hará bailar claqué; otro pequeño gran plato. Por si fuera poco, nos avanzan cosas de la nueva carta: las croquetas de marisco y la caballa marinada pasan con creces el control de calidad.