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El apagón que sufrió Barcelona ayer no ha sido el peor de los últimos años: recordemos que en 2007, el incendio de una subestación dejó sin luz a los barrios de Horta-Guinardó, Gràcia, Sant Martí y Sant Andreu durante 60 horas. Pero en la era digital, en la que todo está a un clic (y lo que antes era mecánico o con pilas ahora se fía a lo digital y a la conexión en red), los percances derivados de la falta de electricidad se multiplican exponencialmente. Sí, podemos hacer memes divertidos para quitar drama al asunto, pero también hay historias humanas muy crudas (aunque con un punto jocoso, según quien lo lea).
He aquí una que ejemplifica el tiempo que nos ha tocado vivir: según explica El Periódico, un grupo de una quincena de turistas que había alquilado un Airbnb en Barcelona se quedó en la calle por culpa del apagón: el código de la entrada de la casa funcionaba con una cerradura electrónica y no había manera de entrar el apartamento, reservado a través de la aplicación.

Según explica el diario, era un grupo formado por 14 turistas chilenos, franceses, alemanes y belgas, con niños y algún anciano. Habían pagado 800 euros por cuatro días de alquiler en un apartamento en la calle Gran Vista, 127, en el barrio del Carmel, y el dueño del inmueble, ausente, les conminó a esperar en la fría noche de abril hasta que regresara la luz y pudieran abrir la puerta.
He aquí la prueba de la humanidad de los vecinos de uno de los barrios más turistificados de Barcelona: algunos locales intentaron ayudar a los turistas uniendo escaleras de mano para que entraran por la ventana que hay encima del cartel de Coaliment. Pero en el Carmel, la luz regresó a primera hora de la noche y la peripecia tuvo un final feliz. Por cierto, a un servidor le devolvieron la pasta de una noche de piso en Edimburgo por un sofá cama que salió rana: ¡por esto deberían pedir mucha más pasta!
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