The Cult surgieron en Inglaterra a mediados de los ochenta como una de las bandas que lideró el movimiento post-punk, mezclando el misticismo de The Doors con las atmósferas góticas en las que también chapoteaban bandas como Bauhaus. Gozaron del éxito como banda de rock indie y con bases bailables –recordad la exhibición de fulares de "She sells sanctuary" ¡que como quien dice influyó incluso en Locomía y los clubes ibicencos!– pero fue cuando se reconvirtieron al hard-rock lo petaron a nivel mundial. "Electric" (1987) es el mejor disco de AC/DC de los años ochenta (con permiso de "Back in Black") y con "Sonic Temple" (1989) se erigieron en banda central del rock duro de Los Ángeles, compitiendo de tú a tú con Guns'n'Roses.
La posterior carrera de Ian Astbury y Billy Duffy (cantante y guitarrista a quienes podemos aplicar literalmente el adjetivo icónicos) siempre ha fluctuado entre la oscuridad post-punk y psicodélica a las ramificaciones del rock de guitarras más directo, desde el rock duro clásico a las nuevas tendencias, como el stoner rock al que se adscribieron a mitad de los 2000. Su último disco, "Under The Midnight Sun" (2022) es un recordatorio de todos sus trayectos musicales –con preeminencia por la oscuridad ochentera– y que deja bien claro que, hagan lo que hagan, suenan siempre en The Cult. Son solo ocho canciones, rotundas y que se cantan como los himnos que todos los fans tienen en la cabeza, y que oiremos en un concierto seguro, sólido como una roca, la marca de la casa (menos aquella célebre vez en un festival vasco donde Astbury salió al escenario con el atuendo y la desgana de quien baja a comprar el pan en pijama, ¡pero eso no hace falta recordarlo!).