Es el día que se llevan preso a Pablo Hasél. María Arnal y Marcel Bagés se muestran frustrados al "ver que la realidad está tan lejos de lo que parece ético, y también explica muy bien el país donde vivimos", dice Arnal. "No es una sorpresa, escoger una cabeza de turco para humillar al pueblo es una constante", añade Bagés. Su segundo y esperado trabajo, 'Clamor' (2021) –con colaboraciones de Holly Herndon y el histórico Kronos Quartet–, también tiene una dimensión política, como toda su música, pero en este caso se eleva a un plano filosófico. Es el clamor de la humanidad, pero también de los animales, de las plantas e incluso de la inteligencia artificial para transformar nuestra manera de vivir. "Es un momento de finales clarísimo", dice Arnal.
El disco sale el 5 de marzo y decís que es casi un milagro. De hecho, lo teníais que presentar en el Sónar del año pasado. ¿La pandemia lo estropeó todo?
M.A.: La idea era presentar el directo, la dimensión más escénica del disco y hacer una pequeña gira para poder invertir en la parte más visual y comprar material. Al final, como somos muy obsesivos y el 'deadline' se iba retrasando, hemos seguido trabajando. Es un disco que se ha grabado en varias etapas.
Y lo habéis hecho entre Barcelona y Atenas.
M.A.: Es donde vivo yo, todas las letras están escritas allí, mucha parte del concepto y todas las melodías están hechas allí. José Luis de Vicente, con quien hemos creado el imaginario, me ha acompañado muchísimo, y hablando con él decíamos que hay mucho la idea de crear nuevos mitos y muchos de los mitos en los que se basa nuestra realidad, desde la misma democracia, se fundaron allí. Los orígenes paganos de la Sibila están en una cueva en Delfos, los mismos nombres del Kronos Quartet y del Morphosis Ensemble, también...
Somos una florecilla rara en un jardín muy grande
Vuestro primer álbum, '45 cerebros y 1 corazón '(2017), tuvo un gran recibimiento. ¿Teníais la sensación de tener que cumplir unas expectativas?
M.B.: No, al final uno trabaja y cuando haces lo que te gusta te dedicas en cuerpo y alma independientemente de la expectativa. Obviamente, siempre hay un poco de nervios, porque sabes que te escuchará mucha más gente que hace cuatro años.
M.A.: Yo mentiría si dijera que no he pensado. Pero somos una florecilla rara en un jardín muy grande.
Hay un redoble de esfuerzos a la hora de hacer crecer el sonido en direcciones que ya apuntaba el disco anterior. ¿Cuál es la importancia de David Soler como músico, productor y arreglista?
M.A.: Sin él no habría disco. Es un disco hecho a seis manos y hay que decirlo, en este disco su trabajo es espectacular.
Ya no sois un grupo de voz y guitarra.
M.A.: Yo no quería que este segundo disco se pudiera explicar desde una voz y una guitarra. La voz se ha multiplicado en coros, hay un trabajo de 'beats' y programaciones espectacular y David nos ha sostenido a nosotros también emocionalmente.
M.B.: Es nuestro Nigel Godrich, somos fanáticos.
En el disco aparecen muchas más voces que no son humanas
También colaboran en el disco las Tarta Relena.
M.A.: Aparecen en el 'Cant de la Sibil·la'. Quería que cada canción tuviera su propia voz expresada desde una coralidad. En el disco aparecen muchas más voces que no son humanas: la inteligencia artificial de Holly Herndon, unas cabras de un rebaño de Badalona, grillos, un río grabado en Ripoll, pájaros, ballenas, el sonido de un meteorito entrando en la atmósfera, un loro... Me interesaba mucho que contara historias de una manera que no se puede hacer solo con la palabra.
Ellas también participan en directo, no solo cantando sino también con una parte de danza que recuerda a la película 'Suspiria'.
M.A.: ¡Me encanta! ¡Debe de ser el 'power' de la Sibila, esa bruja, ja, ja! Pedí a Aimar Pérez Galí si nos podía echar una mano [con la coreografía] y fue muy guay.
¿Es un trabajo más complejo que el anterior?
M.A.: Habla de cómo nos transformamos. Y por eso decimos que es un disco de pop mutante, al final es esta flor rara, como si fuera una especie de 'Jardín de las delicias' del Bosco, con este punto delirante. Me imaginaba que cada canción fuera un personaje diferente.
Si nos reconciliáramos con nuestra parte más animal, conectaríamos con otras formas de vida
¿En el fondo está el concepto de la destrucción del planeta?
M.B.: Reconstrucción, más bien.
M.A.: Es una mirada que no da una respuesta. El corazón del disco habla sobre mutar, hay una metáfora muy bonita. Todos estos personajes, juntos, generan este clamor que hasta ahora no habíamos aprendido a escuchar. Y al final descubrimos que 'clamor' es una composición de campanas que tocan a muerte. Y la muerte también puede ser un renacimiento.
También hay cierta esperanza y algunas ideas utópicas.
M.B.: Porque tampoco hay una intención moralista. La respuesta no la tiene nadie, simplemente es plantear las preguntas.
M.A.: Y aceptar la fragilidad de no saberlo. Hablar de la vulnerabilidad, como hace el meteorito. La canción de 'El gran silencio' está basada en un relato corto de ficción de Ted Chiang. Es un loro que vive al lado del radiotelescopio de Arecibo en Puerto Rico y se pregunta cómo puede ser que los humanos sean capaces de enviar mensajes para comunicarse con vida inteligente en otros planetas y no sean capaces de hacerlo con los que están aquí. Y lo que intento decir en 'Fiera de mí' es que, seguramente, si nos reconciliáramos con nuestra parte más animal, también conectaríamos con otras formas de vida de una manera diferente y no desde el pedestal del progreso y otras ideas que deben morir ahora. Es el momento que nos transformemos y aprendamos a vivir, a convivir y sentir de millones y trillones de otras formas de vivir y de existir.
M.B.: Es bastante cínico, enviamos discos para que los marcianos escuchen nuestra música y somos incapaces de escuchar a un mono. O a los perros, que son capaces de recordar muchísimas palabras.
M.A.: Mancuso escribe libros sobre inteligencia vegetal. Se está investigando mucho, porque habrá un cambio muy 'heavy' de pensamiento. ¡Si dependemos de las abejas! Todos nos sentiremos mucho más vulnerables los próximos años, es inevitable. Saldremos a la calle y no podremos respirar el aire. No podemos seguir pensando en un nivel de vida que es insostenible. Tenemos que transformarnos.
Teatre Tívoli (Festival Mil·lenni). 22 y 23 de abril, 20.30 h. 25-30 €.