Lucifer es una banda de rock duro afincada en Berlín con credenciales impecables: detrás suyo encontramos al guitarrista y compositor Nicke Andersson (Hellacoptes, Imperial State Electric), uno de los principales responsable del empuje del rock sueco de las últimas décadas, y a la vocalista Johanna Sadonis, una cantante de voz luminosa que sitúa las canciones en un espacio en el que Suzy Quatro surfea por encima de riffs de Black Sabbath.
Bueno, esto es una simplificación, porque Lucifer –muy influidos por la estética de satanismo pop estilo Lavey/Polanski más que por los abismos del black metal– tienen una nutrida discografía, y vienen a presentar su cuarto disco, 'Lucifer IV ', un álbum de estudio oscuro y marcado por un poso de los años setenta que combina el hard rock y el protometal con toques de glam temprano, con un meditado equilibrio entre la melodía y la oscuridad (la voz de Sadonis, al contrario del enervante mugir bovino de Ozzy, es muy bonita). Influenciado por bandas totémicas como Kiss, Heart o Blue Öyster Cult –expertos en canciones cortas y directas– el quinteto repasará lo mejor de sus obras anteriores, incluido su aclamado debut en el que participaron miembros de Cathedral, Angel Witch o Ladytron. Ver a músicos de rock de este nivel en una sala pequeña siempre es una experiencia vigorizante. Este será un concierto de club de que acaban pareciendo que pasen en un estadio.