bRUNA
© Ignasi Piñol
© Ignasi Piñol

La educación sentimental de bRUNA

La música de este productor de música electrónica de Barcelona no se agota cuando amanece: dura para siempre. Presenta 'Thence' en el Sónar

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Si el concepto de música electrónica sólo os hace pensar en gente joven sin rumbo y que reacciona con jaleo a los ritmos de baile más groseros, valdría la pena que prestarais atención a lo que hacen dos productores de Barcelona: el gran triunfador del 2012, John Talabot, y el presumible artista clave del 2013, bRUNA, que acaba de publicar su segundo álbum después de un silencio de tres años.

Rondando los treinta, son artesanos del sonido sintético y entienden que la música hecha con máquinas tiene que transmitir emociones. Después, como una extensión lógica del primer supuesto, tiene que hacer bailar. En cualquier caso, la intención de nutrir al público con una música que aspira a transmitir más verdad que artificio.

La música tiene que hervirte por dentro
"No entiendo la superficialidad de según qué músicas", asegura bRUNA -nombre real, Carles Guajardo-. "Creo que la música tiene que hervirte por dentro, tiene que saber despertar en ti sensaciones muy íntimas". Ahora, muchos entenderían estas afirmaciones como anacrónicas: en algunos templos de ocio de la ciudad se ha puesto demasiado de moda salir de noche preocupándose más por el brillo de los zapatos o cómo conjuntan el peinado y la gorra, y la música no es tan vital como lo fue durante un tiempo. Esta es una de las razones por las que muchos aficionados a la electrónica apuesta por salir poco -y selectivamente- para concentrarse en el arte.

bRUNA no es un actor clave de la vida nocturna de Barcelona -"no saldo demasiado, no", ríe-, pero de todos los productores electrónicos que han empezado a hacer carrera es probablemente el más sincero, el más singular, y por eso el más especial. Ha editado poco porque el tiempo que tiene para la música es el que le deja el trabajo -trabaja en un gabinete de abogados-,y cuando la hace la digiere con un cuidado y concentración propias de los más perfeccionistas.

Eso sí: su primer álbum, 'And it matters to me to see you smiling', editado el 2009 por el sello spa.RK de Vicent Fibla, era una miniatura de 28 minutos sin imperfecciones, un mosaico de pequeños fragmentos de ambiente y sombras de techno con una fuerte carga emocional que fue escogido como el mejor disco del año en multitud de publicaciones especializadas; y el nuevo, 'Thence', reproduce un patrón similar, pero con un incremento de la dosis rítmica.

"El primero era como una especie de exorcismo de malos momentos", explica, "y por eso es en el fondo un disco melancólico". 'Thence', en cambio, es aparentemente optimista, se refugia en el recuerdo de los momentos estelares de su primera juventud ("necesitaba un refugio, los últimos tres años también han sido duros").

'Thence' es un título 'à clef': se lee como 'dens' -de densidad y de danza - y añade el matiz del pasado gracias al 'then' que explica los homenajes a la música que escuchaba en la radio hace 20 años. "Tengo influencia del acid house y del eurobeat, de los megamixes de aquellos Dj de radio como Quique Tejada, todo esto mezclado con el pop y la música de baile experimental que vino después con artistas como Orbital o Aphex Twin -explica-, y el nuevo disco es un tributo nostálgico y feliz a todo esto".

La escuela de Barcelona
bRUNA es, pues, un artista producto de una educación sentimental que también se ha ido forjando gracias a visitas al festival Sónar -más recientemente en experiencias más pequeñas como el MiRA!- y a los artistas más innovadores que reservan una fecha para actuar en Barcelona. "No creo que haya ningún productor o DJ en Barcelona que se haya formado al margen de Nitsa, Sónar o Moog", indica Carles. "Para mi han sido tan importantes como ir a comprar discos a la ya desaparecida CD Drome o escuchar programas de radio de pequeño: estoy aquí en parte gracias a todo esto".

Barcelona, en definitiva, es una ciudad musical con un corazón que vive gracias, también, al sonido electrónico. Y este sonido no es uniforme. No se fundamenta sólo en 'clubbing', fiesta y house, sino también en artesanos que van por libre y que, entre el camino lúdico o el del amor, acaba escogiendo el segundo.

"Para mi no es un pasatiempo", concluye. "La fiesta es necesaria, de acuerdo, pero los recuerdos quedan impregnados en la música para siempre. Me gusta comprar discos físicos, apreciar el trabajo de los músicos que han dejado en ellos parte de su vida y aprovechar todo lo bueno que tienen para crecer y mejorar yo también". Él simboliza la otra vía de la electrónica en Barcelona: la que circula, no de noche, sino de día. Y la que no se agota cuando amanece, sino la que dura para siempre.

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