Arcade Fire
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Arcade Fire.

Entrevista a Arcade Fire

La que fuera la banda más triste de la escena indie, ahora montan fiestas disco inspiradas en el vudú. Cuestionamos al líder Win Butler sobre su amor por el lamé.

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A las nueve de la noche me sumo a la cola de casi un millar de personas en el exterior de un inhóspito almacén en el Brooklyn más profundo. Todo el mundo viste formal, como se pedía. Parece que estemos a punto de embarcarnos en una fiesta sexual secreta, pero en realidad estamos allí por algo todavía mejor: un concierto de Arcade Fire.

Dentro la atmósfera es menos de 'Eyes wide shut' y más de discoteca clandestina. La gente baila un tema de Marvin Gaye bajo la luz de media docena de bolas de espejo. Podríamos estar en 1977, el momento álgido de la música disco, cuando todo acababa en la pista de baile. "¡Por eso me gusta tanto Nueva York!", dice un hombre con sombrero y tirantes mientras la canción se apaga y arranca el espectáculo. Vestidos con trajes blancos recién planchados, Arcade Fire no malgastan ni un segundo y se lanzan al palpitante ritmo alimentado de bongos del sencillo 'Reflektor'.

Es una canción que combina la inimitable pericia disco de su nuevo productor, James Murphy (conocido por la etapa al frente de LCD Soundsystem), con la obsesión de los canadienses por los mundos escondidos, las luces que parpadean y la realidad ilusoria. "Nos enamoramos, solos sobre el escenario, en esta era reflectante", canta el frontman Win Butler, en parte al público, en parte a su mujer, Régine Chassagne, que toca a su lado.

Vale la pena reflexionar sobre cómo de lejos ha llegado el sexteto de Montreal desde su brillante disco de debut, 'Funeral'. Irrumpieron en 2004 pareciéndose y sonando como una tribu perdida en adivinanzas, capaces de resumir la tremenda tristeza del mundo en un golpe de indie-rock. Ahora abrazan el disco, el punk-funk, el dub y el glam-rock en su igual de excelente cuarto LP, también llamado 'Reflektor'. Tal como Arcade Fire han descubierto viajando a Haití -el país caribeño donde nacieron los padres de Chassagne-, los ritmos palpitantes pueden ir de la mano del dolor, e incluso acercarse a mundos más allá del nuestro.

El embrujo de estas fuerzas musicales no solo se encuentra en un almacén abandonado de Nueva York ni en aquelarres vudú en Haití. Arcade Fire participarán en el festival Primavera Sound, tal como se anunció por sorpresa con una enorme lona publicitaria colgada en el Portal de l'Àngel. Pillamos a Win Butler poco después de que las bolas de discoteca dejen de girar en Nueva York para saber más cosas de uno de los discos del año.

¿Qué os ha picado con las discotecas?

Queríamos trasladar el espíritu de lo que experimentamos en un carnaval en Haití para que cuando volviéramos a casa la gente lo pudiera entender. Era la primera vez que me lo pasaba bien bailando como parte de una multitud.

¿Se te da bien bailar?

No creo que esto importe, la clave es que la música te emocione. Yo no puedo bailar una canción que no me guste. En el instituto, si sonaba New Order, Depeche Mode o algo así, me levantaba. Pero la idea de bailar house malo es superior a mí. Quizá el éxtasis ayuda, pero yo no lo he probado.

¿Por qué no?

Nunca lo he necesitado. Prefiero emocionarme con una cosa genial que drogarme para que una cosa de mierda no me lo parezca. Hay una gran diferencia entre ir a Ibiza y ver cómo la gente se droga e intentan irse a la cama los unos con los otros, y estar en Haití cuando un percusionista vudú toca  y los niños bailan hasta que se hace de día y se lanzan al mar.

A James Murphy le inspiró la escena disco de Nueva York en los 70. ¿Se os pegó?

Sí, pero Montreal también fue otro punto caliente del disco en los 70. David Bowie y Grace Jones venían a un club que se llamaba Lime Light, donde la cola de gente daba la vuelta a la manzana. Esto fue una inspiración.

¿Por qué generó tanto odio el movimiento 'disco sucks'?

El disco era una cosa gay, contracultural. Hay una canción en 'Reflektor', 'We exist', que va de un niño gay que habla con su padre ("Padre, es verdad, no soy como tú. Pero, dime, ¿por qué me tratan así?"). En las culturas dominantes existe lo que es normal, y todo el resto es anormal. Es una de las tendencias más oscuras de la humanidad, pensar que todo el mundo debe encajar en el mismo molde. Me metí mucho en la música que hacían los inmigrantes africanos en el Bronx en los 70. Pero también me gustaban mucho Black Flag y Fugazi. Es excitante intentar crear un sonido a partir de estas influencias diferentes.

¿Conectasteis enseguida con Murphy?

Por todo lo que habíamos leído parecía que teníamos que encontrarnos bastante distantes el uno con el otro. Pero tenemos muchas cosas en común. Cuando nos vimos tocar en directo por primera vez para ambos fue: '¡Ei, me gusta mucho tu grupo!'. Y tiene una barba fantástica. Su animal espiritual sería el coala.

¿Estás pensando en dejarte barba?

No soy un buen 'hipster'. Me dejo crecer el bigote durante semanas y parece que lleve la cara sucia. Nunca podré llevar un glorioso mostacho prusiano.

¿Y qué significa 'hipster'?

La palabra hippy se la inventaron los beatniks porque en los 60 hippy quería decir 'pequeño hipster'. Creo que ahora mismo no quiere decir nada. Si piensas que nuestro grupo es de 'hipsters'... bueno, dejemos el tema.

¿Qué has aprendido del mundo, últimamente?

Una de las cosas más poderosas que he visto fue en Haití. Después de un terremoto se fue la luz, todo se quedó a oscuras. Había gente en la calle con todo lo que tenían y mujeres llenas de alegría cantando canciones, agradecidas por estar vivas. Sigo aprendiendo mucho, de Haití y de los haitianos, sobre el hecho de estar agradecido por lo que tienes.

Has sido padre este año. ¿Estás preocupado por tu hijo?

Es muy pequeño, todavía no sabe qué es el miedo. Pero a veces lo puedes ver en sus ojos: de repente lo ves, ¡uau!, muy asustado por algo que no identifica. Pero percibo que la sensación de asombro es parte del hecho de crecer.

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