Cuando se ponía la primera hoja de espinaca al gin-tonic, el Elephanta ya hacía tiempo que dominaba el arte de este cóctel. El local de Gràcia apostó por el gin-tonic mucho antes del boom de esta bebida, y hace tan bien su trabajo, que ahora que la moda parece haberse apaciguado y el soufflé gintoniquero ha bajado, todavía se le considera con justicia una referencia de garantía en esto de mezclar ginebra con tónica como Dios y la Reina Madre de Inglaterra mandan.
Desde la última vez que visité Elephanta para hacer una degustación de gin-tonics, el local ha mudado la piel. La decoración ahora es mucho más limpia, elegante y moderna. El espacio necesitaba una renovación como esta. Lo mejor es que no ha perdido su esencia y su pequeñez. Se agradece: ¡sí a las mesitas, a la proximidad; sí al calor! Cuando repaséis las paredes, encontraréis la carta de ofrecimientos etílicos escrita con tizas de colores. En las más de 40 referencias de ginebra, tenéis que añadir una nueva carta con cócteles de autor, spritz, incluso vino caliente con especias, ah, y ¡platillos para hacer cojín!
Ahora bien, la manduca de verdad se encuentra en los gin-tonics olímpicos que preparan. Pido el gin de la semana y dejo hacer a la camarera. Me saca una joya de color ámbar con punto de limón y una ginebra infusionada con hierbas que se llama St. Engelbert. Es uno de los mejores gin-tonics que he probado en mucho tiempo. La copa redonda helada, los cubitos, la dosificación de los ingredientes, todo está perfectamente ajustado. He sido infiel demasiado tiempo a este templo. Ayudado por la euforia de la copa, me levanto, me pongo ante una pantalla que reproduce una peli de Bette Davis y a Dios pongo por testigo que cuando se trate de beber, los experimentos en casa y los gin-tonics de verdad en Elephanta.