El tópico puede hacer pensar que el blues es asunto de gente mayor: guitarristas heavies blancos de sesenta años "arrepentidos", idólatras de Clapton, o venerables octogenarios negros que pasean su legado por el mundo. Pues no. Como en cualquier otro género, hay mucha gente joven que lo hace bien. Y tenemos la suerte de que nos visita una figura del blues mundial joven y en alza: Buffalo Nichols. Nacido en Texas, pero criado en Wisconsin, tiene 31 años y una trayectoria de dos discos, 'Buffalo Nichols' (2021) y 'The Fatalist' (2023). No es que propongan una renovación del género, pero sí una mirada fresca con atención a la amplitud de estilos que conforman la música de raíz norteamericana: desde el blues tejano al folk de los Apalaches, pasando por canciones de country-folk blues que podrían estar en el cancionero de luminarias blancas como Malcolm Holcombe o Townes Van Zandt (porque ya sabéis que en la música americana hay grandes cantantes de country negro y de blues blanco, y todo es lo mismo).
Tendremos a Nichols, armado con su guitarra dobro electrificada y su tubo de 'slide', en las distancias cortísimas del Heliogàbal y por muy poco dinero. Las líneas de guitarra caminantes de Nichols, de hipnótico virtuosismo, recuerdan a los grandes del género, como Robert Johnson. Sin embargo, su voz, aterciopelada y amable, más cercana al folk que al lamento rocoso, hace que la denuncia política de canciones como 'Another Man' (“El siglo XXI no significa nada para mí / Porque bien podría ser 1910 / Están matando mujeres y matando a hombres / Otra mujer ha muerto”) sea aún más punzante. Si alguien duda de la relevancia de Nichols, basta con recordar que es el único artista de blues en solitario que ha fichado Fat Possum, la gran casa del blues moderno de Estados Unidos, en los últimos veinte años.