'Omega' tenía mucho yin y mucho yang, mucha gloria y mucho desastre, porque fue un proyecto real. Una de las cosas que aprendí es que en la realidad esto es simultáneo: nos permitió tocar en el extranjero ante miles de personas, aunque aquí siempre hubiera el mismo runrún. Son proyectos vivos, que tienen un impacto sobre la gente y hubo una entrega de verdad. Tiene una historia que hay que contar, con risa y llanto, alegría y tristeza.
Es el disco que te ha hecho pasar a la historia y el disco que puso en riesgo tu carrera.
Fue una victoria pírrica, se pierden muchas naves y tampoco se gana tanto. Es un gran Saturno que nos devora, pero mejor ser devorado. Cuando un maestro te reclama lo tienes que dejar todo, porque no hay tantos. Lo perdí todo, pero ahora tengo mucho más.
¿Qué aporta 'Omega' a la música?
A mí me ha influenciado mucho la frase de Falla que el flamenco tiene que inspirarse en la naturaleza. Pero el sonido de la naturaleza en los años 20 no tiene nada que ver con el nuestro. Es mucho más caótica y ruidosa. En el disco Enrique es la voz de la sangre, de la tradición que se resiste a ser imantada por las otras músicas que tanto la necesitan. Con este disco aportamos música en el planeta Tierra, por el genio del Enrique pero también por la envoltura del álbum, la sonoridad, la complejidad simple. Yo veía la trascendencia del proyecto, y no podíamos llegar solos, ni Enrique ni nosotros.
¿La presencia de los 'famencólicos', como los llamaba Morente, planeó sobre la creación del álbum? Tú particularmente recibiste mucha agresividad.
En Granada estábamos muy concentrados en nosotros mismos y teníamos libertad para seguir profundizando. Es cuando llevamos el disco a Madrid, donde queremos grabar algunos de los artistas, cuando notamos la presión. Yo no noté ninguna beligerancia por parte de las figuras del flamenco que participan en el disco. Pero sí de la gente que venía con ellos, de su séquito, que tenía mucha curiosidad por ver qué estábamos haciendo. Pero la agresividad siempre era silenciosa. Los fundamentalistas y ortodoxos actuaban 'soto voce', pensando que esto sería más efectivo. Era una beligerancia con poco volumen pero gran tensión.
A Enrique le dijeron que le estabais engañando.
Me acuerdo perfectamente de aquel día, no tuve tiempo ni de calentar la silla. Le decían que la guitarra se acoplaba y que aquello estaba mal. Yo me lo tomé con sentido del humor, lo que no quiere decir que no me afectara. Pero esto da igual cuando estás convencido de lo que estás haciendo. Ahora, la pregunta es si lo hice porque estaba convencido o por llevar la contraria. Y la respuesta es ambas cosas.
¿Crees que Enrique Morente pensaba que te bajarías del tren, como hizo vuestro batería, Eric Jiménez, que dejó Lagartija Nick y entró en Los Planetas?
Es que hemos hablado de la presión de los 'flamencólicos', que se propusieron detener el proyecto. Pero mi mundo me hacía 'bullying': "A este no le hable, que se ha vuelto loco y se ha ido con unos gitanos". Y a Eric todo el mundo le hacía palmas porque se había ido con Los Planetas. Cuando se marcha él, mi oficina de management me deja y se queda con Los Planetas, a los que había entrado yo, y también me deja la discográfica. Era una manera de forzarme a que abandonara aquel camino, quitármelo todo. Así que como yo ya era flamenco, me fui con los flamencos, con el Cigala, con Enrique y Paco de Lucía... Fino Oyonarte, bajista de Los Enemigos, que es muy amigo mío, fue de gran ayuda. No me hace muy feliz que ahora haya gente que tenga muchos más recursos, pero tampoco tengo rencor por lo que pasó.