Tribal Café (CERRADO)

En Blai, en medio de una riada de paquistaníes, mozos de escuadra de paisano y dominicanos, hay un ventanal que da acceso a otra dimensión. Pertenece al Tribal y muestra las tripas de una taberna donde se respira bohemia sin adulterar y una magia reconfortante que invita a clavar las nalgas.

El bar, decorado con ladrillo a la vista, mobiliario de viejo, madera crepitante y motivos teatrales-las cortinas de terciopelo de la sala interior enamorado David Lynch-se apoya en su autenticidad made ​​in Poble-sec y en su espíritu noctámbulo, pero también le saca jugo a la pasión de sus dueños, una afición que se ha convertido en parte indisoluble del establecimiento: los títeres.

Sí. La sala principal está recubierta de títeres artesanales, pequeñas obras de arte colgadas por todas partes que observan los visitantes y, si le ha metido demasiado caña a espirituosos, incluso parecen moverse solas. La atmósfera es única. Además, los dueños son titiriteros y suelen acoger artistas del gremio y de otros superhéroes de la bohemia barcelonesa.

En cuanto a la priva, buenas birras de importación y carta de cócteles diminuta, pero no le tengáis miedo a los mojitos. Los hacen con un punto de exquisitez irresistible: suaves, sin exceso de azúcar, con el hielo picado a la medida exacta, sin arbustos infranqueables de menta y la dosis justa de alcohol. Y no sufráis si ensuciáis el local: cuando bajan la persiana, los títeres se ponen la banda sonora de Pinocho, cogen la mopa y dejan el Tribal como una patena.