Al Oddland le sobra personalidad y eso es bueno. La combinación de estilos imposibles tiene un encanto especial; no os perdáis, por ejemplo, los muñecos que tienen en una vitrina de la barra. El caos decorativo y las chispas de imaginación (atención al cubo-pica del lavabo) son también dos activos importantes. Los cócteles –carta más que correcta– tienen un gusto diferente en este paréntesis dimensional que, por cierto, esconde detrás una recogida cueva lynchiense para quienes quieren intimidad.
Time Out dice
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